martes, 20 de abril de 2010

SEMINARIO DE VIDA EN EL ESPÍRITU


1 SEMINARIO DE VIDA EN EL ESPÍRITU

LEMA: "JESUS VIENE A BUSCAR Y SALVAR LO QUE ESTABA PERDIDO" LUC. 19, 10

VEN JESUS TE LLAMA, Y TE QUIERE AYUDAR,
DEJATE AYUDAR POR EL.
EN LA PARROQUIA DE LOURDES, LOS SABADOS 8, 15, 22 , 29 DE MAYO Y 5 DE JUNIO
DE 15 A 18 HORAS
TRAE A TU FAMILIA Y A LOS QUE MAS PUEDAS

QUEDATE CON NOSOTROS, SEÑOR, QUE YA SE HACE TARDE Y CAE LA NOCHE.......


QUÉDATE CON NOSOTROS

Quédate en nuestras familias, ilumínalas en sus dudas,
sosténlas en sus dificultades,
consuélalas en sus sufrimientos y en la fatiga de cada día,
cuando en torno a ellas
se acumulan sombras que amenazan su unidad y su naturaleza.
Tú que eres la Vida, quédate en nuestros hogares,
para que sigan siendo nidos donde nazca la vida.

Quédate, Señor,
con aquéllos que en nuestras sociedades son más vulnerables;
quédate con los pobres y humildes,
con los indígenas y afroamericanos,
que no siempre han encontrado espacios y apoyo
para expresar la riqueza de su cultura y la sabiduría de su identidad.

Quédate, Señor, con nuestros niños y con nuestros jóvenes,
que son la esperanza y la riqueza de nuestro Continente.

Oh buen Pastor,
quédate con nuestros ancianos y con nuestros enfermos.
¡Fortalece a todos en su fe para que sean tus discípulos y misioneros!


Benedicto XVI
en Bienaparecida, 13 de Mayo de 2007

domingo, 18 de abril de 2010

COMO NACIÓ LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA

La RCC surgió en 1967 cuando algunos estudiantes de la Universidad de Duquesne (Pittsburgh, Pennsylvania – EE. UU.) participaron en un retiro durante el cual experimentaron la efusión del Espíritu Santo y la manifestación de algunos dones carismáticos. Desde entonces, la RCC se ha difundido rápidamente por todo el mundo.

Actualmente más de 100 millones de católicos participan de la espiritualidad de la RCC en 200 países. Tiene un Consejo Internacional (ICCRS – International Catholic Charismatic Renewal Services) reconocido por el Consejo Pontificio para los Laicos.

Hay una manera --que llamamos «carismática»-- que consiste en que «el Espíritu Santo dispensa dones particulares» no para el «progreso espiritual» o como «premio de santidad» para quien los recibe, sino para «edificar la comunidad», afirmó.

El predicador del Papa expresó que «estos dos modos de actuar del Espíritu Santo que hemos visto en toda la Biblia y en el día de Pentecostés, en nuestro tiempo se han manifestado de modo espectacular en la Renovación Carismática».

De este modo –añadió--, la Renovación Carismática ha hecho «emerger de nuevo en la Iglesia los carismas pentecostales que se habían perdido» y ha sido casi «la respuesta de Dios a la oración de Juan XXIII por un nuevo Pentecostés», elevada por el pontífice al inicio del Concilio Vaticano II.

LOS ALBORES DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA

Por: P. Diego Jaramillo, cjm Santafé de Bogotá, 1997

En 1961 el Papa Juan XXIII oró para que el Espíritu Santo renovara en la Iglesia las maravillas de un nuevo Pentecostés (Constitución Apostólica "Humanae salutis", n. 21). La década del 60 fue testigo de cómo Dios respondió a la oración del Pontífice. El Concilio Vaticano II fue un pasar del Espíritu Santo por nuestro tiempo.

Otra presencia del Divino Paráclito ha sido la Renovación Carismática que, en pocos años, invadió el mundo católico. ¿Cuándo y dónde comenzó? La respuesta es difícil de dar. Ocurre como las burbujas cuando el agua empieza a hervir; van brotando simultáneamente en varios lugares.

Así ha ocurrido en la Iglesia, en estos años, caldeada por el fuego del Espíritu Santo.

En la década de los 60 en las universidades de Nuestra Señora (Notre Dame), en South Bend (Indiana), y en la de Duquesne, en Pittsburgh (Pensilvania), se formaron grupos de estudiantes y profesores deseosos de vivir ardientemente la fe: vigilias bíblicas, asambleas de canto y enseñanza, oración espontánea, misas juveniles seguidas de ágapes para compartir, etc., eran expresiones normales vivencia fraternal que, sin embargo, como tanta obras e intentos de los hombres languidecían tras el primer entusiasmo. Sin embargo un grupo de profesores y alumnos empezó a surgir. Entre ellos se trabó gran amistad y los nexos que anudaron entre sí les permitieron luego formar una base de apoyo para la Renovación.

Quizá el pionero fue Ralph Keifer, laico, casado, profesor de teología en Notre Dame en 1965, y luego residente en Pittsburg. Cerca de él, su amigo William Storey quien, tras ingresar a la Iglesia Católica, había llegado a ser profesor de liturgia e historia eclesiástica y fundador de la asociación Xi Rho. Estos dos letras del alfabeto griego, que son las primeras del nombre de Cristo, suelen formar un anagrama conocidísimo, el Crismón. El grupo Xi Rho, pretendía estudiar la Biblia, unirse en la oración y fomentar las experiencias comunitarias a que aluden los Hechos Apostólicos (2,42). Sin embargo los ideales no se lograban y el grupo buscaba nuevas metas como la de ayudar a los alcohólicos. Era una crisis de identidad que se iba agravando desde 1964 hasta 1966. Mientras eso sucedía, en Pittsburgh algunos jóvenes cursillistas buscaban por su cuenta cómo cumplir la voluntad de Dios.

Los cursillos de Cristiandad son una experiencia de conversión cristiana que en 1949 suscitó en España el obispo Juan Hervas, en compañía del teólogo Juan Capó y del laico Eduardo Bonnin, influenciados por el pensamiento de Cardenal Suenens, del teólogo Ives Congar, y del pastoralista Padre Georges Michonneau. Los Cursillos se iniciaron en Estados Unidos en 1957. Cuatro años después se realizó el primer Cursillo en inglés.

La noticia de los cursillos llegó a los líderes cristianos de las universidades antes mencionadas, que vieron en ellos una especie de renovación. Eran estos líderes Steve Clark, estudiante de filosofía en la Universidad de Yale, quien había pasado a la Iglesia católica desde el protestantismo. Steve Clark trabajó de 1963 a 1965 en Notre Dame. Al lado de Steve Clark estaba Ralph Martin, alumno de filosofía de Notre Dame (1960-1964), de tendencias ateas, quien preparaba una tesis sobre Nietzsche.

Precisamente, argumentando y atacando la fe cristiana, conoció a Clark. Asistió al segundo cursillo en Notre Dame en 1964 y allí se convirtió a la fe de modo tan radical que al principio nadie quería creer que fuera el mismo que protestaba porque en su apartamento que compartía con Felipe O'mara, éste organizaba reuniones cristianas. Ralph y Steve pasaron juntos las Navidades de 1965 y en ellas proyectaron un retiro espiritual que realizarían en 1966. Fue entonces cuando se comprometieron a trabajar en los cursillos, como miembros de la junta directiva nacional.

Otros amigos o alumnos de Keifer en Notre Dame fueron George Martin, quien a los 18 años había hecho un retiro ignaciano que marcó su vida, y en Notre Dame estudiaba filosofía y escribía una tesis sobre Kierkegaard; también la pareja de Kevin y Dorothy Ranaghan, estudiantes de teología y amantes de la liturgia, igualmente Bert Ghezzi, presidente del grupo Xi Rho, con inquietudes teológicas, que había invitado a Hans Kung a Norteamérica, como conferencista, y además preparaba su tesis en historia; igualmente, Paul DeCelles, profesor de física en la universidad; se menciona también a Jim Cavnar, Gerry Rauch, Kerry Koller, Ralph Johnson, Jim Rauner y otros.

En diciembre de 1965 había terminado en Roma el Concilio Vaticano II. Nada de raro tenía pues que comenzaran a cosecharse sus frutos. Al terminar su retiro de verano, Steve Clark y Ralph Martin fueron invitados a inaugurar y clausurar la Convención Nacional de Cursillos, en Kansas City, en agosto de 1966. Luego viajaron a Lansing ya como miembros de las directivas nacionales. También allí se les designó dirigentes de la parroquia estudiantil de San Juan, en la universidad del estado de Michigan.

En el segundo semestre de 1966 los líderes cristianos, ansiosos de una renovación que sacudiera del marasmo su apostolado, empezaron a rezar diariamente "Veni, Sancte Spiritus", oración que la liturgia suele llamar "La Secuencia Áurea".

Por otra parte, Steve Clark proponía el estudio del libro "La Cruz y el Puñal", que narra el ministerio del pastor Wilkerson en Nueva York y la célebre historia de Nicky Cruz. Ralph Keifer encontró otro libro que tuvo gran influencia, "Hablan en otras lenguas", de Jhon Sherril y la obra "Compromiso y Liderazgo" de Douglas Hyde, un comunista inglés convertido al cristianismo. Motivado por lo expuesto en esos libros, y queriendo conocer en la práctica los grupos que en ellos se hablaba y la manifestación de los carismas, Ralph Keifer y William Storey establecieron en Pittsburgh contactos con Will Lewis, pastor episcopaliano de la Iglesia del Santo Cristo.

El pastor Lewis tampoco había vivido una experiencia pentecostal, pero los relacionó con la señora Betty Schomaker, parroquiana suya, que participaba en reuniones de oración. El encuentro con la señora Schomaker fue el 6 de enero de 1967, festividad de la Epifanía, es decir, de la manifestación de Cristo a todas las naciones. Ese día se pactó la asistencia a una reunión de oración para la semana siguiente, en su casa, situada en las colinas al norte de Pittsburgh.

Así llegó el 13 de enero de 1967, fiesta del Bautismo de Cristo, cuando descendió el Espíritu Santo sobre Jesús y lo ungió como el Mesías de Dios. En esa festividad, el grupo se congregó a las siete y media de la noche en casa de Florencia Dodge, y en él participaron cuatro católicos: Ralph Keifer y su esposa Bobbi, Patrick Bourgeois, y William Storey. Keifer y Bourgeois eran profesores de teología y Storey profesor de historia de la Iglesia. Cuando terminaba la reunión, Storey dijo: "Vine a recibir el bautismo del Espíritu Santo, y no me voy hasta que lo haya recibido". Un asistente al grupo oró por él diciendo: "Señor, Tú conoces su corazón y sus necesidades. Llénalo ahora con tu Espíritu".

Ocho días después, el 20 de enero, regresaron a dicho grupo Ralph y Patrick, pidieron que oraran por ellos y recibieron la efusión del Espíritu Santo.

Poco después, uno de ellos escribiría: "Fue como si hubiera entrado en un inmenso mar, sólo que el agua era Dios, el agua era el Espíritu Santo". Como resultado de ello, Keifer empezó a escribir cartas, a llamar por teléfono y a compartir con otros su experiencia. Los primeros contactados fueron una pareja de novios que se casaría meses más tarde, Paul Gray y Mary Ann Springle, estudiantes de teología de Duquesne. Con ellos organizaron Keifer y Storey un retiro para el grupo de Xi Rho; el tema escogido era "Las Bienaventuranzas, o cómo actúan los cristianos", pero a última hora se cambió por "Los Hechos de los Apóstoles, o como hacerse cristianos". Serían cuatro conferencias sobre los cuatro primeros capítulos de los Hechos y había que leer "La Cruz y el Puñal".

Paul debía dar la segunda conferencia y Mary Ann la tercera. Ambos recordaban su nerviosismo que sólo se calmó al invocar al Espíritu Santo. Todos sentían hambre de Dios, y cuando Keifer comenzó a orar con imposición de manos, se desataron las lenguas y la alegría.

Fue una experiencia de oración profunda, de vigilia y expectativa, de presencia de Dios: "Era como si Jesús estuviera caminando allí tocando a cada uno y dándole una misión". Su acción se manifestó cuando por haberse ido el agua, los dirigentes de la casa de retiros "El Arca y la Paloma" les pidieron que se retiraran.

Ellos oraron y pusieron a prueba a Dios para que solucionase el problema del agua. La sorpresa fue enorme cuando, al concluir la oración David Mangan se encaminó maquinalmente a un grifo para beber y el agua brotó con abundancia. Las crónicas guardan, además de los ya citados, algunos nombres de los participantes a ese retiro del 17 al 19 de febrero de 1967: Patty Gallagher Mansfield, Karin Sefcik, el Padre Healey y David Mangan. Éste fue precisamente el que planteó la gran pregunta: "¿No se podría renovar nuestra confirmación y suplicar al Espíritu Santo que volviera de nuevo sobre nosotros?". Y cuando el Espíritu Santo llenó a los participantes, Storey dijo: "El Señor Obispo se va a sorprender cuando sepa que todos fueron bautizados en el Espíritu Santo". Luego, Ralph Keifer empezó a usar la fórmula de "bautismo en el Espíritu" que, en ambientes metodistas, había usado desde finales del siglo pasado Charles Finney y que alude a la experiencia del Pentecostés personal vivido o renovado en cada bautizado.

Éste fue, pues, el pesebre de la Renovación Carismática para usar la expresión de Haral Bredesen, o según dice Patty Gallagher, sucedió como si allí se estuviera escribiendo el primer capítulo de un nuevo libro de los Hechos Apostólicos, obra a la que se designa también como "el Evangelio del Espíritu Santo".

Quince días después, el 4 y 5 de marzo, el fuego prendió en Notre Dame, donde Keifer había escrito y enviado luego, como misionero y testigo, a un amigo suyo. Allí, en casa de Kevin y Dorothy Ranaghan y de Bert y Mary Lou Ghezzi, se encendió la llamarada. También en Notre Dame los universitarios católicos habían buscado y sembrado con los retiros de fin de semana "Antioquía". Ese nombre quería recordar que en Antioquía los discípulos del siglo primero empezaron a llamarse "cristianos". Pero ni ellos, ni las marchas en pro de los derechos de los negros (como la de Selma, Alabama, en la que participaron con Martin Luther King), habían dado resultado. Ahora la universidad empezó a conmoverse y la renovación brotó con fuerza en South Bend, Indiana, y aunque ya el 13 de marzo alguien les preguntaba: "Ahora que han recibido el Espíritu Santo , ¿cuándo abandonarán la Iglesia Católica?", eso no sucedió, sino que se afirmaron en ella.

Dos años más tarde, el 14 de noviembre de 1969, apareció un informe de la Comisión de Doctrina de la Conferencia Nacional de los Obispos Católicos de los Estados Unidos. Ese informe, redactado por el Obispo Alexander Zaleski, de Lansing, Michigan, fue la primera carta de reconocimiento de la Renovación Carismática en la Iglesia.

A mediados de marzo vinieron de Michigan a Pittsburgh Steve Clark y Ralph Martin y recibieron el bautismo del Espíritu Santo. Luego, del 7 al 9 de abril con 40 estudiantes se presentaron a un retiro en Notre Dame. De ahí en adelante comenzó la siembra y la cosecha abundante por todos los continentes.

Recomendamos especialmente las siguientes lecturas sobre este tema:
• Kevin y Dorothy Ranaghan, Pentecostales Católicos ; Logos International; Plainfield, N.J., 1971.
• El intercambio de experiencias personales y comunitarias
• Edward D. O´Connor, C.S.C.,La Renovación Carismática en la Iglesia Católica;Lasser Press; México, 1973.
• Benigno Juanes, S.J.,¿Qué es la Renovación Carismática y qué pretende?;Santo Domingo,1996.
• P. Chus Villarroel O.P., La Renovación Carismática; Sereca, España.

domingo, 11 de abril de 2010

EUCARISTIAS Y GRUPO DE ORACIÓN

LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA DE LA PARROQUIA DE LOURDES LOS QUIERE INVITAR A LA EUCARISTÍA PARA ORAR POR LOS ENFERMOS, AFLIGIDOS Y OTRA NECESIDADES, TODOS LOS JUEVES A LAS 2030 HORAS.

TAMBIÉN HERMANOS LOS INVITAMOS A LOS GRUPOS DE ORACIÓN DE NUESTRA PARROQUIA.
TODOS LOS MARTES A LAS 14 HORAS Y LOS VIERNES A LAS 20 HORAS.

miércoles, 7 de abril de 2010

QUEMA MI VIDA, QUEMA MI SER...

QUIERO ALABARTE Y NO PUEDO
QUIERO LEVANTAR MIS MANOS HACIA TI
YA NO TENGO FUERZAS DAME HOY LAS TUYAS
ES HORA DE QUE OBRE TU EN MI.
QUEMA MI VIDA, QU MA MI SER
SACA DE MI LO QUE YA NO TE AGRADA
HAZME DNUEVO TUYO QUIERO SER.
QUEMA MI VIDA, QUEMA MI SER
TU ERES EL DIVINO ALFARERO
Y TODO NUEVO LO PUEDES HACER
QUIERO AGRADARTE CON MI CANTO
PERO ES DIFICIL CUANDO ESTOY ASI
YA NO TENGO FUERZAS, DAME HOY LAS TUYAS
ES HORA DE QUE OBRES TU EN MI
QUEMA MI VIDA, QUEMA MI SER
SACA DE MI LO QUE YA NO TE AGRADA
HAZME DE NUEVO TUYO QUIERO SER
QUEMA MI VIDA, QUEMA MI SER
TU ERES EL DIVINO ALFARERO
Y TODO NUEVO LO PUEDES HACER

JON CARLO

domingo, 4 de abril de 2010

YO SOY LA RESURRECCION Y LA VIDA.....


Yo soy la resurrección y la vida.
No hay Vida sin resurrección y tampoco resurrección sin Vida.
En la medida que haga mía la Vida,
estoy garantizando la resurrección.

No te preocupes de lo que va a ser de ti en el más allá.
Además de ser inútil, ... te llevará a una total desazón.
Lo importante es nacer de nuevo y vivir ya ahora, esa nueva VIDA.
Todo lo demás ni está en tus manos ni debe importarte.

Deja que la VIDA que ya está en ti, se haga realidad.
Deja que todo tu ser quede empapado de ella.
Deja que Dios Espíritu (fuerza) sea el núcleo de tu ser.
Entonces podrás decir como Jesús:
Yo y el Padre somos “ya” uno.

(Fray Marcos)

viernes, 2 de abril de 2010

VIERNES SANTO.



Como dice el Papa, Jesús probó “la verdad del amor mediante la verdad del sufrimiento” (Salv. Dol., 18). Por la cruz Dios se pone al lado de las víctimas, de los despreciados, de los angustiados, de los pecadores… La respuesta de Dios al problema del mal es el rostro desfigurado de su Hijo, “crucificado por nosotros”.

La cruz nos enseña que Dios es el primero que se ve afectado por el amor en libertad que él mismo nos ha dado. Nos descubre hasta dónde llega el pecado, pero al mismo tiempo nos descubre hasta dónde llega el amor. Dios no aplasta la rebeldía del hombre desde fuera, sino que se hunde dentro de ella en el abismo del amor. En vez de tropezar con la venganza divina, el hombre sólo encuentra unos brazos extendidos.

El pecado tiende a eliminar a Dios; Dios se deja eliminar, sin decir nada. En ninguna parte Dios es tan Dios como en la cruz: rechazado, maldecido, condenado por los hombres, pero sin dejar de amarnos, viernes-santosiempre fiel a la libertad que nos dio, siempre “en estado de amor”. Si el misterio del mal es indescifrable, el del amor de Dios lo es más todavía.

Cristo en la cruz logra sembrar entre nosotros un amor mucho más grande que todo el odio que podemos acumular los hombres a lo largo de la historia. La cruz nos lleva hasta un mundo situado más allá de toda justicia, al universo del amor, pero de un amor completamente distinto, que es misterio a la medida de Dios.

La muerte de Cristo es el colmo de la sinrazón; la victoria más asombrosa de las fuerzas del mal sobre aquel que es la vida. Pero al mismo tiempo es la revelación de un amor que se impone al mal, no por la fuerza, no por un exceso de poder, sino por un exceso de amor, que consiste en recibir la muerte de manos de las personas amadas y el sufrir el castigo que ellas se merecen con la esperanza de convertir su desamor en amor. La omnidebilidad de Dios se convierte entonces en su omnipotencia.

Dios Padre no destroza a los hombres que atacan a su Hijo porque los ama, a pesar de todo. “No se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Rom 8,32). A pesar de los pesares, Dios está de tal forma de parte de los hombres, que el mismo gesto que el hombre realiza contra él, lo convierte en bendición.

La sabiduría de la cruz enseña que el objeto del amor de Dios no es el superhombre, sino estos seres sucios y pequeños que somos nosotros. El mundo nuevo no lo crea Dios destruyendo este mundo viejo, sino que lo está reconstruyendo a partir de él. El hombre nuevo no lo realiza creando a otros seres, sino con nuestro barro de hombres viejos. Es a este hombre así a quien Dios ama.

La cruz es, pues, el lugar en el que se revela la forma más sublime del amor; donde se manifiesta su esencia. Amar al enemigo, al pecador, poder estar en él, asumirlo, destruyendo su negatividad, es amar de la forma más sublime…

Me debo esforzar por acompañar a Jesús, con admiración y reverencia, en la cumbre de su amor, dejándome interpelar por él. ¿Conozco casos de muertes por amor, semejantes a la de Jesús? Los hay…

Pido al Padre Dios que me haga comprender cada vez más a fondo este misterio insondable de su amor, manifestado en la cruz de su Hijo. Que conozca y ame a Jesús de tal forma, que sea capaz de acompañarlo en sus pasos de dolor, los de entonces y los de ahora.

jueves, 1 de abril de 2010

JUEVES SANTO.LAVATORIO DE LOS PIES.


Considero que la liturgia del Jueves Santo es la más significativa de todo el año. Para mí, es la que mejor expresa la esencia de lo que fue Jesús y su mensaje. Mañana recordaremos la muerte de Jesús, pero hoy se plantea el significado de esa muerte, que es mucho más importante para nosotros que la misma muerte.

Ese significado lo encontramos en el relato que los cuatro evangelios hacen de la última cena. La protesta de Pedro, en el relato de Juan, deja claro que, en aquel momento, los discípulos no entendieron nada. No podemos reprochárselo, porque tampoco nosotros, después de dos mil años, somos capaces de desentrañar todo el profundo significado de lo que estamos celebrando hoy.

Efectivamente, no sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. El mismo Jesús le dice a Pedro que no lo puede entender “por ahora” (prueba evidente de lo que pensaban los cristianos de finales del siglo I).

• Sabemos que no fue un rito de purificación (antes de comer estaba mandado lavarse las manos, no los pies).
• No responde a una necesidad urgente (los discípulos podían seguir con los pies más o menos sucios).
• Tampoco podemos reducirlo a un acto formal de humildad. Jesús pasaba de todo formalismo.

Fue, sin duda una acción profética. Esta es la razón por la que, el recuerdo de lo que Jesús hizo en la última cena, se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe.

Y no sin razón, porque en esos gestos, en esas palabras está encerrado todo lo que fue Jesús durante su vida y todo lo que tenemos que llegar a ser nosotros como cristianos. Por eso la liturgia de este día es de las más densas de todo el año.

En el mismo relato que acabamos de leer queda muy clara la importancia que para aquella comunidad tenían los acontecimientos que quieren recordar. Lo pone de manifiesto, la grandiosa obertura con que arranca el texto:
“Consciente Jesús de que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él que había amado a los suyos que estaban en medio del mundo, les demostró su amor en el más alto grado”.

Pero no es menos sorprendente el final del relato:
“¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.

En estas frases tenemos la clave de la celebración de hoy.

Recordamos lo sucedido en la Última Cena, sobre todo la institución de la eucaristía y el lavatorio de los pies. Nuestra reflexión va a comenzar por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor.

En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Esto que acabo de decir no es una frase bonita. Si entendemos esta equiparación, estaremos en condiciones de ahondar en el significado de los dos hechos.

Lavar los pies era un servicio que sólo hacían los inferiores a los superiores. Normalmente sólo desarrollaban ese trabajo los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve, no como el señor.

Esto es lo que había hecho Jesús durante toda su vida, pero ahora quiere hacer un signo que no deje ningún lugar a la más mínima duda. Es importante el hecho en sí, pero mucho más, lo que quiere significar.

Juan, el más espiritual y místico de los evangelistas, el que más profundizó en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la institución de la eucaristía. Esto debía hacernos pensar en la importancia del signo de lavar los pies. Sospecho que Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega.

"Yo estoy entre vosotros como el que sirve." Jesús no renuncia a ninguna grandeza humana. Pero denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el poder. La verdadera grandeza humana está en parecerse a Dios que se da sin condiciones ni reservas.

Todo ser humano, también Jesús, es un proyecto que tiene que ser llevado a la realización completa. Esa plenitud a la que puede llegar, está marcada por su capacidad de darse a los demás sin reservarse nada. Ser más humano es ser capaz de amar más.

Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús:
“Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”.

Esta es la explicación definitiva que da Jesús a lo que acaba de hacer. Cuando seguimos insistiendo en los diez mandamientos de Moisés o los de la Iglesia, nos quedamos a años luz del mensaje de Jesús. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaros!

No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Tenemos que amarnos, eso sí, como Dios ama, como Jesús amó.

Una eucaristía celebrada como devoción que comienza y termina en la iglesia, no es la eucaristía que celebró Jesús. Celebrar la eucaristía es aceptar el compromiso de darse hasta el final. La eucaristía no es más que el signo (sacramento) de la entrega. Si no se da esa entrega, lo que hacemos se queda en un puro garabato.

En este relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato de la eucaristía, pero corremos el peligro de quedarnos en la espiritualización del misterio, de quedar deslumbrados por la presencia real de Cristo en el pan y en el vino, y no buscar el verdadero mensaje de ese gesto y de esas palabras.

Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero signifi¬cado de la eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Meteos bien en la cabeza, que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dándome a los demás.

Yo soy sangre, (vida) que se derrama para todos, que llega a todos que da vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que se deja empapar por esa Vida.

Las palabras finales son muy importantes. Jesús no dice que repitamos el gesto para “conmemorar” el hecho, sino para que tomemos conciencia de su significado. Eso soy yo, eso tenéis que ser vosotros.

Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran, sino para servir a todos. Manifestando de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana sólo la alcanzaría cuando se diera totalmente, cuando llegara al sacrificio total con la muerte asumida y aceptada.

De ahí la profunda relación que tienen los acontecimientos del Jueves Santo con los del Viernes. Jesús des-trozado puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Solo cuando muramos a todos nuestros egos, llegaremos a la plenitud del amor.

Aunque Juan no menciona la eucaristía en el relato de la última cena, no se ha desentendido de un sacramento que tuvo tanta importancia para la primera comunidad.

En el capítulo 6 del evangelio de Juan, encontramos la verdadera explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de vida”.

Para explicar esto, dice a continuación: “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que me presta su adhesión, nunca pasará sed”.

Está muy claro que comer materialmente el pan y beber literalmente la sangre, no es más que un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo verdaderamente importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre, resumida en el servicio a los demás hasta deshacerse por ellos.

En el mismo capítulo 6, dice un poco más adelante: “El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me “come” Vivirá por mí”.

Para mí, no hay en todo el Nuevo Testamento una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que le siga tendrá también la misma Vida, la definitiva, la trascendente, la que no se verá alterada por la muerte biológica.

Para hacer nuestra esa Vida, tenemos que aceptar la “muerte”, no la física (aunque también), sino la muerte a todo lo que hay en nosotros de caduco, de terreno, de transitorio, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber verdadera Vida..

No se trata de renunciar a nada, sino de conseguirlo todo, al elegir la más alta posibilidad de plenitud humana. Ahora podéis comprender el sentido que tiene esta celebración, en mitad de Semana Santa.

Volviendo al lavatorio de los pies, esta actitud de Jesús a los pies de sus discípulos, pulveriza la idea de Dios “Señor” al que hay que servir. Jesús hace presente a un Dios que no actúa como soberano celeste, sino como servidor del hombre.

Dios está a favor de cada hombre no imponiendo su voluntad desde arriba sino trasformando al hombre desde abajo, desde lo hondo del ser humano y levantando al hombre a su mismo nivel.

Todo poder, sobre todo el ejercido en nombre de Dios, es contrario al mensaje de Jesús. Ni siquiera el deseo de hacer bien, puede justificar ponerse por encima de los demás para violentarles. Toda imposición queda deslegitimada, aunque esta verdad sea muy difícil de asumir.



Meditación-contemplación

Jesús manifiesta lo que es Dios poniéndose al servicio de los demás.
Deshaciéndose, alcanza la plenitud.
Hoy lo descubrimos en el signo del lavatorio y la eucaristía.
Mañana, con la realidad de su muerte.
......................

Yo soy pan partido y repartido.
Yo soy sangre (Vida) que se derrama en todas direcciones.
Eso tengo que llegar a ser yo
si quiero alcanzar la plenitud humana.
..........................

Si soy capaz de morir a mi egoísmo,
alcanzaré la plenitud de Vida.
Si soy capaz de darme hasta la muerte,
permaneceré para siempre en la verdadera Vida.
............
Blog católico de oraciones y reflexiones pastorales sobre la liturgia dominical. Para