lunes, 11 de octubre de 2010

23 de octubre .Te esperamos en la Parroquia Ntra Sra de Lourdes


Bajo el lema “Jesús te dice: ‘Qué quiere que haga por ti’, el sábado 23 de octubre de 15:00 a 22.00, organizado por los grupo de oración “Cristo Vive” y Re­surrección”, de la Renovación Carismática de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, se concretará un Encuentro de Evangelización, Alabanza, Eucaristía y Sanación, con la prédica del padre Claudio Ols­zanski, sacerdote de la diócesis de Quilmes.
Desempeñándose en la ac­tualidad como “misionero iti­nerante”, el padre Claudio fue ordenado el 15 de diciembre de 1990 por monseñor Jorge Novak en la casa de encuentros “Cura Brochero”.
A los 13 años, siendo un niño de parroquia, comenzó a traba­jar; más tarde, en el año 1978, tuvo que hacer el entrenamiento militar como soldado por el conflicto del canal de Beagle.
A los 23 años, en una Pascua, el Señor lo llamó para seguirlo. En los primeros meses del se­minario diocesano y de las pri­meras experiencias de “iglesia diocesana”, año 1984, algunos hermanos lo invitaron a un gru­po de oración de la Renovación Carismática.
Apenas comenzada la re­unión, el joven seminarista recibió el bautismo en el Espí­ritu Santo con don de lenguas y profecía; en un momento comenzó a imponer las manos y la gente recibía el descanso. Fue realmente una venida del Espíritu Santo.
Observando lo que estaba sucediendo los miembros del grupo se preguntaban: “¿A quién había que tratar con ‘cui­dado’ esperando sus tiempos?”. El coordinador del grupo no
entendía nada, cada vez que pedía una palabra para saber lo que estaba sucediendo le venía el pasaje de Pentecostés.
A partir de ese momento el Es­píritu tomó control de su vida, se sucedieron las bendiciones y se multiplicó el gozo. Llegó la ordenación y su corazón desbordaba en el Señor.
Sin embargo algo muy difícil y doloroso estaba por sucederle. El Señor lo anunció con dos pa­labras muy difíciles de entender en aquel momento.
La primera fue una profecía en la comunidad de jóvenes: “Heriré al pastor y se dispersa­rán las ovejas”; la segunda llegó a través de un sacerdote jesuita que después de un profundo momento de oración abrió la Biblia cuatro veces y en todas ellas aparecía la Pasión.
Así comenzó el camino de la cruz: la muerte de su padre, la dispersión familiar, los errores de su juventud y la depresión profunda.
En lo peor de la tempestad, los padres jesuitas de Chile le abrieron las puertas de su casa, en Padre Hurtado. Allí, luego de dos años, se reencontró con el primer llamado a servir al Se­ñor. En esos años conoció y vivió profundamente la experiencia de los ejercicios ignacianos.
Ya de pie y restaurado fue párroco tres años entre el pueblo Mapuche y luego de lo cual su obispo lo invitó a la misión “ad gentes”.
El Padre Claudio jamás hubiera pensado en esa posi­bilidad para su vida, pero la aceptó con alegría y esperanza. Así comenzó la misión: Chile, Ecuador, Perú, México, Estados Unidos, Canadá, Centroaméri­ca, Caribe e Italia.
La Renovación Carismática fue una bendición para su vida; en ella renovó su espiritualidad y su oración, al tiempo que profundizó su experiencia del poder de Dios sobre nuestras vidas.
Todavía faltaba un hecho más: la fundación de la comu­nidad de alianza “Adoremos al que Vive”, comunidad de vida, de alabanza y adoración. En estos últimos años lleva reco­rridos un millón de kilómetros predicando que Jesús está vivo. Ha dado ejercicios espirituales a más de cien mil personas de más de 40 países.
Ha puesto su ministerio bajo la protección de María Santísi­ma a la cual lleva consagrado 25 años. Para referirse a su ministerio siempre usa las palabras de un viejo maestro: “Perdón” (por lo que no supe hacer mejor), y “gracias” (por permitirme servir).
Le gusta despedirse con las palabras de Juan Pablo 11: “Nos vemos en la eucaristía de cada domingo”.
“La Renovación Carismática Católica fue una bendición para mi vida”, confiesa. “En ella renové la espiritualidad y mi oración, al tiempo que profundicé mi experiencia del poder de Dios sobre nuestras vidas”, señaló el sacerdote carismático.
Esta jornada de fe, será con entrada libre y gratuita. Para mayor información, comu­nicarse al número telefónico: 02477-442170, de 17:30 a 19:00.

ICCRES

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PREAMBULO

La Renovación Carismática Católica (RCC) es una gracia de renovación en el Espíritu Santo de carácter mundial y con muchas expresiones en la Iglesia Católica, pero ni es uniforme ni unificada. No tiene un único fundador ni grupo de fundadores, y no tiene listas de miembros. Es más bien una corriente de gracia que permite a individuos y grupos expresarse de distintas maneras y formas de organización y actividades, a menudo bastante independientes unas de otras, en diferentes estadios y modos de desarrollo, con diferentes énfasis. No obstante, comparten la misma experiencia fundamental y abrazan los mismos objetivos generales. Este modelo de relaciones libres se encuentra en los niveles diocesanos y nacionales así como en el nivel internacional. Estas relaciones se caracterizan muy a menudo por la asociación libre, el diálogo y la colaboración más que por la integración en una estructura ordenada. El liderazgo se caracteriza más por ofrecer servicio a aquellos que lo quieren que por el gobierno. En varias realidades la RCC se organiza como Movimiento Eclesial, pero también hay estructuras tales como Comunidades, Redes, Escuelas de Evangeliza-ción, Estaciones de Televisión, Asociaciones, Institutos Religiosos y Seminarios, así como Editoriales, Músicos, Misioneros y Predicadores. Todos estos, aunque no estén formalmente asociados en una estructura específica tienen un perfil “carismático”.



Los objetivos centrales de la RCC o Renovación Pentecostal Católica, como también se la llama, incluyen:

1. Amparar la conversión madura y constante a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

2. Amparar una receptividad personal decisiva a la persona, presencia y poder del Espíritu Santo.

Estas dos gracias espirituales a menudo se experimentan juntas en lo que se llama en diferentes partes del mundo un bautismo en el Espíritu Santo, o una liberación del Espíritu Santo, o una renovación del Espíritu Santo. Muy a menudo se las entiende como una aceptación personal de las gracias de la iniciación cristiana y como una capacitación para el servicio cristiano personal en la Iglesia y en el mundo.

3. Amparar la recepción y utilización de los dones espirituales (charismata) no sólo en la RCC sino también en la Iglesia en toda su extensión. Estos dones, ordinarios y extraordinarios se encuentran en abundancia entre los laicos, los religiosos y el clero. Su comprensión adecuada y utilización en armonía con otros elementos de la vida de la Iglesia es una fuente de fuerza para los cristianos en su camino hacia la santidad, y en la realización de su misión.

4. Amparar la obra de evangelización en el poder del Espíritu Santo, incluyendo la evangelización de los no bautizados, la reevangelización de los cristianos nominales, la evangelización de la cul-tura y las estructuras sociales. La RCC promueve especialmente el compartir la misión de la Iglesia proclamando el Evangelio de palabra y de obra, y dando testimonio de Jesucristo a través del testi-monio personal y a través de esas obras de fe y justicia a las que cada uno está llamado.

5. Amparar el crecimiento constante en santidad, a través de la integración adecuada de estos énfasis carismáticos en la vida plena de la Iglesia. Esto se consigue a través de la participación en una vida sacramental y litúrgica rica, y una apreciación de la tradición de la oración y espiritualidad católicas. Esto está guiado por el Magisterio de la Iglesia, y la participación en el plan pastoral de la Iglesia.

Para servir las necesidades de comunicación, cooperación y coordinación se establecieron un Consejo y una Oficina internaciónal en 1978 auspiciado por Leon Joseph Cardenal Suenens, nombrado por el Papa Pablo VI como Asesor Episcopal de la Renovación Carismática a nivel internacional. El Consejo estaba formado por líderes de todo el mundo y la Oficina se estableció primero en Bruselas y más tarde en Roma. El 23 de mayo de 1984, el Papa Juan Pablo II nombró al Obispo Paul J. Cordes para suceder al Cardenal Suenens como su representante ante el Consejo. Desde 1978 el Consejo ha desarrollado una organización internacional que, por una parte, promueve la comunicación y la cooperación entre las organizaciones de la Renovación a nivel nacional, y por otra proporciona un canal de comunicación y cooperación para la RCC con la Santa Sede. Esta organización se conoce como ICCRS, Servicios Internacionales de la Renovación Carismática Católica.

ICCRS es una institución que trabaja en comunión con la Santa Sede, y está abierta a acoger y representar a todas las expresiones carismáticas en el mundo que tienen la misma herencia espiritual, y comparten la misma doctrina en comunión con el Magisterio de la Iglesia.

ICCRS se compone de un Consejo internacional que comparte y establece las metas, los objetivos y los proyectos principales. Tiene una oficina situada en la Ciudad del Vaticano que es la responsable de llevar a cabo las decisiones del Consejo.
Al perseguir sus metas y objetivos ICCRS busca ofrecer un servicio útil a la RCC. También busca reunir sabiduría, revelación y experiencia, y ponerla a disposición del mundo.

Cuando ICCRS presenta consejos doctrinales o pastorales, da directrices u ofrece formación in situ, lo hace como un servidor ofreciendo ayuda, no como una autoridad que espera sumisión. Al relacionarse con las expresiones nacionales y locales de la RCC, ICCRS desea subrayar su compromiso a este papel de servidor. Por lo tanto tiene una autoridad moral y una autoridad de servicio. ICCRS, sea como sea, no busca imponer su autoridad sino sólo ofrecer sus servicios.

La relación entre ICCRS y las expresiones nacionales y locales de la RCC no limita en modo alguno las relaciones entre estos grupos y sus obispos locales y nacionales. Ni la relación con ICCRS limita en modo alguno la libertad de cualquier individuo o grupo de la RCC para relacionarse con la Santa Sede.

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