24 [b] Lo seguía una gran multitud que lo apretujaba. 25 Una mujer que llevaba doce años con un flujo de sangre, 26 que había sufrido mucho por obra de muchos médicos y se había gastado todo lo que tenía sin aprovecharle nada, sino más bien poniéndose peor, 27 como había oído hablar de Jesús, acercándose entre la multitud le tocó por detrás el manto, 28 porque ella se decía: “Si le toco aunque sea la ropa, me salvaré”.
29 Inmediatamente se secó la fuente de su hemorragia, y notó en su cuerpo que estaba curada de aquel tormento.
30 Jesús, dándose cuenta interiormente de la fuerza que había salido de él, se volvió inmediatamente entre la multitud preguntando:
- ¿Quién me ha tocado la ropa?
31 Los discípulos le contestaron:
- Estás viendo que la multitud te apretuja ¿y sales preguntando “quién me ha tocado”?
32 Él miraba a su alrededor para distinguir a la que había sido.
33 La mujer, asustada y temblorosa por ser consciente de lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad.
34 Él le dijo:
- Hija, tu fe te ha salvado. Márchate a la paz y sigue sana de tu tormento.
REFLEXIÓN-
No es coja, no es ciega, no está paralítica, no es pobre, no es pagana.
Está rota por dentro. Arrastra un drama en secreto. Lleva una vida oculta que nadie conoce. Quiere amar y no puede. Crea “impureza”. Según su ley, convierte en impuro todo lo que toca. Es todo angustia. Es todo amargura. Le corroe en silencio su negrura interior. “Ha malgastado toda su fortuna en médicos sin que ninguno pudiera curarla” (Lc 8, 43)
Sometida a una institución religiosa, esa institución la está destrozando sin ofrecerle vía alguna de esperanza. La institución le aumenta la angustia. La angustia aumenta su problema.
Levítico 25 ss.
“Cuando una mujer tenga hemorragias frecuentes fuera o después de la menstruación, quedará impura… mientras le duren las hemorragias. La cama en que se acueste… quedará impura, lo mismo que en la menstruación. El asiento en que se siente quedará impuro. El que los toque quedará impuro. Lavará sus vestidos, se bañará y quedará impuro hasta la tarde.
Si (la mujer) cura de sus hemorragias, contará siete días y después quedará pura. El octavo día, tomará dos tórtolas o dos pichones, los presentará al sacerdote… Así expía por ella, por la impureza de sus hemorragias ante el Señor”.
A esta mujer la ha destrozado su religión. La angustia le lleva a romper con su Ley. La institución le prohíbe acercarse al que sana. Tiene que prescindir de la institución para acercarse a Jesús, por su cuenta, saltándose todas las normas. “No podía tocar a ningún hombre, porque convertía a ese hombre en impuro”. Y lo “toca”.
Está claro. La religión no daba la vida. Creaba impurezas. Era su religión la que manchaba la Creación. La Ley, la Torá producía esclavos torturados por dentro. Era causa de muerte.
- ¿Quién me ha tocado la ropa?
33 La mujer, asustada y temblorosa por ser consciente de lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. 34 Él le dijo:
- Hija, tu fe te ha salvado. Márchate a la paz y sigue sana de tu tormento.
No. No creo que a esto haya que llamarlo “milagro médico”. Se trata de otra cosa. Puede que ocurra todos los días. La angustia almacenada hace que los creyentes, hartos ya, se salten la institución religiosa para poder llegar a Jesús.
Que la fe pueda más que los miedos: ese es el milagro. Romper cadenas de escrúpulos, superar hábitos de esclavitud interior. No creo que la hemorroisa se liberara por “milagro” de su angustia y de su anormalidad.
Aquí no se trata de probar la divinidad de Jesús. Se trata de una demostración de que Jesús fue consciente de la depresión religiosa, moral, humana de su pueblo y de que luchó por despertarlo.
domingo, 28 de junio de 2009
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 5, 21-43
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y Él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva». Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré sanada». Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de Él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: «¿Quién tocó mi manto?»
Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?» Pero Él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas». Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.
Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme». Y se burlaban de Él.
Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con Él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, Yo te lo ordeno, levántate!» En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y Él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña.
Compartiendo la Palabra
Por Pedro Garcia cmf
Dos milagros distintos nos narra el Evangelio de este Domingo en una descripción deliciosa de Marcos. Pero, en razón de la brevedad, nos fijaremos sólo en uno, ya que el otro lo escucharemos también en la celebración de la Iglesia.
Vamos al caso. Jesús acaba de desembarcar, y en la orilla del lago le espera una multitud de gente. Se le acerca, todo angustiado, uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y echado a sus pies le ruega con gruesas lágrimas en los ojos:
- ¡Señor, ya veo que estás muy ocupado con tanta gente! Pero, corre a mi casa, pues mi hijita se halla en las últimas. Ven a imponerle las manos para que se cure y no muera.
- ¡Bien, hombre! No te apures. Vamos para allá.
Les sigue mucha gente y, mientras van camino de la casa, se le presenta al hombre una comisión:
- No le molestes al Maestro, pues ya no hay nada que hacer. Tu hija ha muerto. ¿Qué quieres que haga ya con ella?
Rompe el padre a llorar, y Jesús, que ha oído el encargo, le anima:
- No les hagas caso. Tú no pierdas la fe.
Y Jesús ordena entonces que no les siga nadie sino Pedro, Santiago y Juan. Llegan a la casa y se encuentran con el espectáculo acostumbrado: los familiares que lloran doloridos, y las plañideras de oficio lanzando lamentos desgarradores. Jesús logra imponer algo de silencio, y les dice a todos:
- ¿A qué viene tanto ruido y tantos lloros? La niña no está muerta sino dormida.
Todos se echan a reír y a burlarse del Profeta de Nazaret. ¡Dormida, sí! ¡Ya la despertarás tú!...
Pero Jesús, sin hacer caso alguno de las sonrisas incrédulas,, ordena severo:
- ¡Fuera todos! Que aquí dentro no quede nadie sino solamente los papás y estos mis tres discípulos.
Ya solos estos cinco, Jesús se acerca al lecho donde yace muerta la niña angelical. Le toma la mano, y le manda con cariño:
- Talita. Kumí.
El Evangelio ha querido conservar las palabras textuales de Jesús, en una lengua hoy desaparecida. Pero nos da la traducción exacta:
- Niña, contigo hablo, ¡levántate!
La muchachita encantadora, de doce años, abre los ojos, sonríe, se levanta y comienza a caminar.
Gritos de alegría incontenibles de los papás, admiración de los discípulos, y Jesús que ordena amoroso:
- Dadle de comer a la niña, dadle de comer...
Y a los cinco les manda con insistencia la cosa más inútil:
- ¡Por favor, que no lo sepa nadie! ¡No se lo digáis a ninguno!
¿Qué quiere decirnos este Evangelio precioso? Jesús realiza una de esas acciones que son signo, es decir, que hacen ver una realidad interior y profunda, en este caso, que Él es el dueño de la vida y de la muerte, y que no quiere la muerte sino la vida.
Y a la muerte le advierte que ya está de vencida.
Que viene a destruirla.
Que no será la muerte quien dure para siempre, sino que será una vida inmortal, la que Él nos dará a todos, cuando a todos nos saque del sepulcro para no volver nunca más a él.
¡Cuánto que nos puede ayudar una consideración como ésta!
Hoy se nos dice mucho que no debemos tener miedo a la muerte, porque es un fenómeno natural al que nos debemos someter necesariamente, y, en consecuencia, también con serenidad. Por lo mismo, hay que ser valientes y tenemos que aceptarla como algo imprescindible.
Esta filosofía moderna estará muy bien, si queremos. Pero la realidad es muy distinta. Nuestros sentimientos se rebelan ante la muerte, porque estamos apegados a la vida, y lo que nos interesa no es morir, sino todo lo contrario: tener una vida que no podamos perder.
Entonces la fe, sólo la fe, nos hace mantener la serenidad ante un hecho que quisiéramos no se presentase nunca. Y esta serenidad nos la da únicamente la certeza de la vida que Dios nos tiene prometida para después de este paso ingrato y desagradable. La muerte es para nosotros, creyentes, un abrirse la puerta de la gloria, de la felicidad misma de Dios.
¿Cuál es la garantía más grande que tenemos de esta fe y esta esperanza? Es la Resurrección de Jesucristo. Y lo son también estos milagros que Él hizo para enseñarnos que la vida triunfará sobre la muerte.
Este Evangelio, al contarnos la recomendación que Jesús hace de darle de comer a la niña, nos lleva sin más a la consideración de la Eucaristía.
Si nosotros estamos vivos y queremos una vida inmortal, ¿por qué no comer el Pan de la Vida, el Cuerpo de Cristo, que nos asegura la resurrección gloriosa? La palabra de Jesús no puede fallar y se cumplirá inexorablemente: Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Nadie que comulga
miércoles, 24 de junio de 2009
DIOS MANDA LLUVIA
PARA ESCUCHAR PONGAN STOP AL LINK DE TV MINUTO DE DIOS.
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Oracion para aprender a evangelizar
Para los que buscan sin dar la cara, como Nicodemo,
- Te pedimos más valentía, Señor.
Para los que preguntan por la verdad y no esperan respuesta, como Pilatos,
- Te pedimos más luz, Señor.
Para los que desprecian a los pobres, como el rico Epulón,
- Te pedimos más justicia, Señor.
Para los que se contentan con una religión de apariencias, como los fariseos,
- Te pedimos más amor, Señor.
Para los que creen sólo lo que tocan, como Tomás,
- Te pedimos más fe, Señor.
Para los que se encuentran con el dolor y pasan de largo,
como el Sacerdote y el levita del templo,
- Te pedimos más caridad, Señor.
Para los que tiene miedo de confesar públicamente su fe, como Pedro,
- Te pedimos más coherencia, Señor.
Para los que retroceden ante tu llamada, como el joven rico,
- Te pedimos más desprendimiento, Señor.
Para los que te siguen por obligación, como el Cirineo,
- Te pedimos más generosidad, Señor.
Para los que se contentan con lamentarse, como las mujeres de Jerusalén,
- Te pedimos más dinamismo, Señor.
Para los que están sedientos, como la mujer samaritana,
- Te pedimos del agua viva, Señor.
Para los que andan hambrientos, como las turbas del pueblo,
- Te pedimos el pan de vida, Señor.
Para los que esconden sus talentos bajo tierra, como el siervo inútil,
- Te pedimos más responsabilidad, Señor.
Para los pecadores, como el hijo pródigo, Zaqueo y la Magdalena,
- Te pedimos la conversión, Señor.
Para los que te siguen, como los apóstoles,
- Te pedimos una entrega total, Señor.
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sábado, 20 de junio de 2009
En el miedo – Cuando vienen las tempestades
Palabra de Dios
“Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. Se levanto una tormenta muy violenta en el lago, con olas que cubrían la barca, pero Él dormía.
Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciendo: “¡Señor sálvanos que estamos perdidos!” Pero Él les dijo: “¡Que miedosos son ustedes! ¡Qué poca fe tienen!”
Entonces se levanto, dio una orden al viento y al mar, y todo volvió a la más completa calma” Mt. 8,23-26
“Aunque pase por quebradas oscuras, no temo ningún mal, porque Tú estás conmigo, con tu vara y tu bastón, y al verlos voy sin miedo.” Sal 23,4
Reflexión
Esto mismo muchas veces pasa en nuestras vidas. Estamos con Jesús. Participamos de la Iglesia, pero de repente, se descompone nuestro tiempo y se forma un tremendo temporal en nuestra vida.
En la familia se arma un gran lío, una fuerte discusión. Palabras fuertes y pesadas son lanzadas para todos lados. O entonces, en el trabajo, entre los compañeros, se siembran cizañas, nacen calumnias, el ambiente se vuelve tenso. O en el vecindario, por tal o cual motivo empieza la guerra de nervios para ver quien vence. O hasta en el grupo de la Iglesia, por tal o cual motivo, se acaba armando una verdadera tempestad.
En muchos casos al estar en una situación como esta, ayudamos aún más a aumentar el desastre. Otras veces nos acobardamos y nos llenamos de miedo.
El miedo, por lo general es lo contario a la fe. O sea, no es tanto el ser ateo que revela el no tener fe, sino más bien el sentir miedo revela, que la fe se ha agotado.
Los apóstoles de Jesús tuvieron esta misma experiencia. Están en la barca, que simboliza la vida, en el mar que son las dificultades cotidianas, y allí se arma una tempestad; y justo Jesús está durmiendo, exactamente como nos parece a nosotros en nuestros temporales, cuando también juzgamos que Jesús no esta sabiendo lo que pasa con nosotros. Los apóstoles lo despiertan desesperadamente porque creen que van a hundirse. Jesús se despierta y les reprende, pues le es inconcebible que pueda pasar por sus mentes, que estando Jesús allí pudieran hundirse.
Mi hermano, si el Señor está contigo, si Jesús está en la barca de tu vida, venga lo que venga, por más fea que sea la tempestad, no vas a hundirte. Hay que confiar, pues donde el bien esta instalado, el mal no puede prosperar.
Las tempestades son permitidas por el Señor para que podamos crecer en la fe, y aun cuando todo esté descompuesto, puedas seguir adelante sabiendo que la victoria a Dios pertenece.
Quédate con el Señor, tenlo en tu barca y sigue remando para adelante aunque venga el mal tiempo
? Oración
Señor Jesús, cuántas veces te desperté con mis gritos de desesperación: ¡Sálvame Señor que me estoy hundiendo! Pero hoy Señor pido de tu fuerza para portarme diferente. Hoy Señor, quiero sentir la seguridad de que estás conmigo y por eso puedo seguir remando confiadamente, aun en medio del más grande temporal. Visítame Señor, con el don de la fe, para que ni las más grandes pruebas me hagan dudar que Tú eres mi salvador y estás conmigo. No te pido Señor que me saques las pruebas, pero si te pido coraje para poder enfrentarlas y crecer con ellas. Destierra señor de mi vida el miedo y la cobardía. Amen
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viernes, 19 de junio de 2009
“No entristezcan al Espíritu Santo”
Alguno preguntará: “Y yo, que estoy bautizado, ¿no estoy lleno del Espíritu Santo?” Le respondo: Por el Bautismo y la Confirmación estamos llenos del Espíritu Santo. Pero podría darse el caso que lo tengamos como a un amigo a quien entristecemos con nuestra conducta, y entonces él no produce en nosotros la alegría de ser cristianos. Por ello San Pablo escribía: “No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención” (Ef 4,30). Puede suceder también que lo tengamos como una luz que apagamos, y entonces no nos ilumina para comprender el Evangelio. Por ello San Pablo también escribe: “No extingan la acción del Espíritu” (1 Ts 5,19). Cuando sucede esto, y sucede con mucha frecuencia, por mucho ruido que hagamos los cristianos, no llamamos la atención de nadie. Adoptamos los criterios del mundo, y el mundo nos confunde con los suyos.
Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia
Mons. Carmelo Giaquinta, arzobispo emérito de Resistencia
miércoles, 17 de junio de 2009
No te quedes en la orilla de la fe
Cuantos católicos se quedan en la orilla de la fe, no se animan a navegar mar adentro.El espiritu santo nos anima a navegar mar adentro, te hace salir de tus parámetros conocidos para sanarte, te pide que te adentres en su misericordia.El nos quiere sanar, solo que aveces no estamos atentos asus signos o nos hacemos los distraidos, ya que comenzar una sanación interior duele.
Debemos sumergirnos en su santo espíritu, y dejarnos guiar por él para no quedarnos estancados en nuestro crecimiento espiritual.
En la playa se está muy bien, tomando el sol.
-¡MAR ADENTRO!
-No me compliques la vida.
-Entra en la profundidad de tu ser, en tu interior; hay tesoros que solo en alta mar se descubren.
-En el mar no hay caminos, ni seguridades
-Yo soy el CAMINO y voy contigo
-¿Para qué al interior?
-Allí te hablaré al corazón
-No sé lo que busco en la vida
-Yo soy el que te busco a ti.Tienes por delante UN MAR DE FELICIDAD. Con riesgo, sí. Pero ATRÉVETE A SOÑAR
LA RED DE LA PERSONA
"Echad las redes para pescar" (Lc5,4)
En el "mar adentro" de la persona hay toda una red de cualidades, experiencias, relaciones, saberes, ideas, proyectos, ilusiones, dudas, esperanzas, sinsabores.
¡ES TU RED! La que tienes para pescar, para navegar y para vivir. Es tu vida: la que tienes que LLENAR DE SENTIDO.
Eres único e irrepetible. Dios te ha querido así con tu personalidad.
Dios tiene un proyecto para ti.
Eso es la VOCACIÓN: lo que Dios quiere de ti en la vida. Una red destinada a llenarse de peces, de proyectos realizados, de FE
viernes, 5 de junio de 2009
A Dios rogando y…
Se la leí alguna vez a Clara Lubich… y, desde ese momento, fue una frase que me ayudó a comprender mi relación con Dios: “Confía en Él como si todo dependiera exclusivamente de Él y Trabaja como si todo dependiera exclusivamente de ti”. Estos dos verbos definen mi acción como hombre que se relaciona, que ha tenido un encuentro con Dios, y trata de vivir conforme a esto: Confiar y Trabajar. Creo y lucho. Espero y conquisto. Agradezco y celebro. Soy un creyente, pero también un combatiente. En la fe cristiana esas realidades no se oponen, sino se retroalimentan. Quien sólo cree y no trabaja es un fanático. Quien sólo trabaja, pero no trasciende, es un humanoide. Necesitamos tener las dos actitudes para ser un buen seguidor de Cristo.
Traigo hoy esta reflexión porque considero que, desde esta frase, podemos proponernos enfrentar la “epidemia” de estos días, la gripa porcina. Necesitamos tomar todas las medidas higiénicas, saber qué se debe hacer y estar todos comprometidos para prevenir una infección. Pero, también, debemos saber que estamos en las “manos de Dios”, esto es, hay que tener fe para salir adelante. Ni nos achantamos a que todo lo haga Dios, ni entramos en pánico creyendo que todo está perdido.
Tenemos que ser responsables ciudadanos que cuidan y propenden por la salubridad pública, como también orantes que confían en el poder de Dios, en su protección y su cuidado. Enfrentamos las situaciones que formen parte de nuestra propia historia y que sean ocasionadas por nuestras decisiones y acciones; pero, a la vez, tenemos que leer los contextos, ese cúmulo de acciones y relaciones de la historia, desde la fe.
Los creyentes no entramos en pánico; sino que hacemos lo que nos toca hacer. Y, además, lo hacemos de manera exigente y perfeccionista. La diferencia están en que luego -al final de todo- descansamos en las manos del Señor, y le decimos ahora te toca a Ti. Todo esto tiene que ser motivo de serenidad y seguridad; pues a través de la historia de salvación –la del pueblo de la Biblia y la nuestra propia- hemos podido corroborar su amor por nosotros y su decisión de ayudarnos a que todo salga bien. Nos esforzamos al máximo, al mismo tiempo que nos abandonamos a su providencia, sabiendo que Él nunca nos falla.
Por eso creo que ningún creyente de verdad puede dejar que esta situación le haga perder el sentido, ni mucho menos que lo lance a la desesperación. Los que confiamos en Dios siempre salimos adelante. Aunque pase lo peor, sabremos leerlo desde su amor y allí tratamos de encontrar la bendición para nosotros. Nuestra vida no sólo queda expuesta a lo que podemos hacer, sino que nos sostiene y nos alienta la esperanza puesta en Dios.
No somos unos esclavos limitados y únicamente posibilitados por nuestras capacidades; sino que somos seres que viven confiados en al amor de Dios. Tenemos más allá, trascendemos, oteamos la realidad, salimos del presentismo, nos caracteriza la esperanza en Él. No todo termina donde terminamos nosotros. Somos conscientes de que trascendemos. Esa experiencia, el encuentro que hemos tenido con Aquel que nos ama y que nos protege siempre, es lo que no nos deja ser presas del pánico; la certeza de Dios en nosotros no nos permite percibirnos desesperados, ni angustiarnos hasta perder el control. Sabernos espirituales nos da la paz que se requiere para seguir actuando con inteligencia y fortaleza en la vida.
Ahora, está claro: quien no esfuerza no debe pedir a Dios ayuda –como si fuera una especie de mago que saca realidades de la nada- pues aquel que no sale a conquistar sus metas no puede pretender que Dios lo bendiga con la realización de ellas. Damos lo mejor de nosotros. Estamos dispuestos a todo. Sabemos que la vida se hace con pasión y dedicación; pero contamos con el amor de Dios que nos llena de todo. Así somos los creyentes a la manera de Jesús.
No sé cuál sea tu situación en este momento, ni sé tu problema, ni tu angustia; pero quiero invitarte a luchar, a dar lo mejor de ti, a construir respuestas inteligentes, a sacar todo lo que tienes, a descubrir tu capacidad de lucha, de aguante, de conquista. Y del mismo modo te invito a confiar, a creer y esperar en Dios, a confiar en su poder. No te desesperes, no pierdas el control que nada te podrá destruir pues eres de Dios. Nada podrá acabar contigo, porque tu vida y el sentido de ella, trasciende todo esto. Nosotros no nos ahogamos en el mar de la intrahistoria, nosotros sabemos trascender, nosotros somos creyentes que vamos con el mazo dando.
Publicado por Padre Alberto José Linero Gómez en 6:04 2
Confianza y paciencia.Te entrego el control
Leyendo un libro de sanación interior , leo que es muy importante detenerse en la palabra de Dios , cuando al leerla alguna frase o palabra , toca el corazón, mientras seguía con la lectura del mismo libro,leo_"Felices los pacientes ,por que recibirán la tierra ene herencia"Mateo 5;5Esta frase me golpeo el corazón , sentí la palabra pacientes y ya sentí total impaciencia, sentí agobio , cansancio, me sonaba en la cabeza _no me gusta esperar, me lleno de ansiedad si espero-, y allí deduje que debía ejercitar la paciencia, pero como ser paciente señor? decime como? y El Señor habla através de sus ángeles, por que me encontré con una amiga que me dijo que su psicóloga le dijo que debía dejar de controlar todo , que eso la cansaba, la llenaba de ansiedad y que debía dejar que algo superior controlara su vida(obvio mi amiga pensó DIOS), y allí sentí otro mensaje de Dios.Sentí que me decía Stella deja de controlar todo, deja de querer todo bajo tu mirada, entregame todo , ya es hora que me des todo , que confíes en mi , por que yo te amo como nadie te amo, te amo desde antes de que estuvieras en el vientre de tu madre,descansa en mi.Que maravilloso ha sido esto, por que pude ver que no quería ceder el control remoto a Dios de nada, pero esto no es todo el Señor volvió a hablarme a través de un hermano de Chile , el que me vendió dos libros y lo estoy esperando, pero la ansiedad me pudo y le mande un mail, y el me contesto que los libros están en camino, y me pidió que tuviera un poco de paciencia y allí nuevamente el señor me confirmo que me hacia falta PACIENCIA.
entendí que la paciencia , la paz ,la puedo tener solo cuando puedo entregar el control de mi vida, de mis actos, de mi familia, de mis pacientes, de mi comunidad ,de los hnos de la comunidad.
Alguien me dijo dejá de echarte los problemas de la gente al hombro , que ya Jesús los puso en su espalada y murió por nosotros.Que verdad!!!!!!
Así que hoy Señor te entrego todo, confió en ti , creo que tu misericordia es grande.Te pido que me enseñes a no volver a buscar lo que te entregué,tómalo señor en tu corazón sacratísimo y renuévalo, bendícelo, y guárdalo.
Enseñame a confiar en tu providencia, a esperar en ti aunque sea difícil.
Aleja la duda de mi .Llena mi corazón de tu amor .
Señor sana mi impaciencia, sana mi ansiedad, ayudame a caminar detrás de ti, a esperar que me guies con tu luz, con tu palabra, con tus signo.Vos sabés donde está la herida de mi impaciencia solo te pido que la pongas en tus preciosas llagas , que la riegues con tu preciosa sangre.Amen
Si supieran el gozo que siento en mi corazón , la traquilidad y la paz de saber que nada menos que Dios tiene su vida completa en sus manos.Gloria a ti señor!!!!!
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jueves, 4 de junio de 2009
Defectos que debe evitar el servidor
Vamos a señalar algunos de los defectos que típicamente contradicen su condición de servidor.
I.- Entrega IncompletaHebreos 6,1-3, nos dice, entre otras cosas: “. . . elevémonos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento, de las obras muertas y de la fe en Dios”.
Un dirigente no debe estar estancado todavía en el camino de su conversión y de su completa sumisión a Jesucristo. ¿Cómo vamos a andar todavía por el principio?
Se supone que hemos dejado atrás ya el hombre viejo, y la elemental lucha en contra el pecado, nuestras vacilaciones en la fe y nuestra cesión de predominio a la carne.
No podemos ser servidores si estamos aún dudando, en medio del camino, como perdidos en la selva de nuestros apetitos. Que no estemos volviendo atrás a cada momento. Pues el que pone la mano sobre el arado y mira para atrás, no es digno de Jesús. Y corroborando esto, Pablo ordena: “elevémonos a lo perfecto”.
II.- Competir
Quien aún está en proceso de competir, es alguien que no reconoce la doctrina del Cuerpo (Ef 4,7), avienta toda envidia, cuando dice: “A cada uno le ha sido concedido el carisma a la medida del don de Cristo”.
La competencia, en verdad, es una de las armas preferidas por Satanás. Y para ello usa a quienes aún no están completamente entregados al Señor y aún luchan y trabajan para sí mismos.
El que compite, sufre y alimenta rencor, porque cree que cada éxito ajeno es injusto, es un hurto del propio éxito.
III.- Trabajar para un grupo y no para la Iglesia
Este es un defecto demasiado frecuente. Podemos creer que la finalidad es engrandecer un Movimiento, o una parroquia o una congregación.
Esto es algo tan ridículo como lo que Pablo nos señala en I Corintios 1,11-13. Partidismo y no Cuerpo. Facciones y no Iglesia. Germen de escisiones y espíritu cismático. “Yo, de Pablo. Yo, de Apolo. Yo, de Cefas”. ¡Qué absurdo!
Hay quienes no participan de una misión porque no son ellos los que la han organizado. Hay pastores que prefieren que sus ovejas no crezcan en conocimientos, en fe o aún en santidad, con tal de que no se vayan de sus parroquias quizás, o de sus asociaciones o grupos. ¡Qué triste y qué frecuente!
El Señor ofrece muchos instrumentos de salvación. Encerrarse en alguno es como una cierta idolatría. Y al hacerlo, pretendemos encerrar al Espíritu. No sabemos ser amplios, usar todos los instrumentos, gozarnos con el aporte que cada uno puede hacer del propio carisma. No llegamos a descubrir que no estamos al servicio de ningún instrumento para edificar el Cuerpo, sino que estamos al servicio del Cuerpo, para lo cual simplemente usamos por hoy un instrumento que el Señor mañana puede disponer sustituir.
Cuando se da este sectarismo, se producen dos consecuencias:
Uno es que el sectario cree que tiene propiedad sobre un grupo de personas dentro del grupo mayor. Por eso, cuando él se siente incómodo y quiere irse, cree que debe retirarse todo su grupo. Es lo que antes decíamos: espíritu cismático, que hace mucho mal y no trae bien a nadie. Lo hemos visto varias veces; y hemos visto que el grupo ha terminado cayendo inevitablemente en la nada.
Otra consecuencia es que seremos testigos de “campañas políticas” internas. El que trabaja para un grupo o asociación, hace política. No evangeliza, sino proselitiza. Murmura. Lanza sospechas o indirectas para disminuir al adversario. Está haciendo lo mismo que los políticos en el mundo.
IV.-Defender una imagen
Están trabajando para sí. Cultivan la vanidad. Buscan aparecer, ocupar puestos, cosechar aplausos y halagos. “... se disfrazan de apóstoles de Cristo” (II Corintios 11,13). Las palabras de Pablo, a este respecto, son bruscas y nos golpean el corazón (Gálatas 1,10):
Porque, ¿busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo.
En estos casos, descubrimos dos consecuencias:
Primero, el que así procede no sabe reconocer sus errores. ¡Claro, no va a rebajar su imagen!
Y otra consecuencia lógica es que no sabe pedir perdón cuando ha hecho algo malo, o cuando por defender su imagen ha disminuido a otro.
V.-Temer el Poder del Espíritu
Nos referimos a temer que ese poder se manifieste en otros. Pues el poder de Dios se le escapa al control propio. Y esa otra persona tiene cosas que él no tiene.
Cuando un Servidor siente envidia o temor de perder autoridad, su actuar no se funda en la fe. El Señor puede trabajar de modos imprevistos. Por eso se le vuelve algo inseguro. Produce zozobra. Por eso le teme al poder del Espíritu en otros.
Este es el origen del rechazo de los profetas. Los profetas son molestos, incómodos, no se sujetan, no se adaptan, no son como los otros, son rebeldes, no se puede confiar en ellos, no se sabe con qué van a salir. Tal como lo leemos desde el capítulo 36 de Jeremías en adelante.
San Pablo era un hombre así. “La fuerza de Cristo actúa poderosamente en mí” (Col 1,29). Y todo profeta también es así.
VI.- No tener discernimientoHe dicho alguna vez en broma y enserio que un líder sin discernimiento es como un mono con navaja. Es algo peligroso. Lo que acepta, lo acepta fiándose de lo externo. No tiene penetración para juzgar con la mente de Cristo.
Así obró Pedro, cuando en Antioquía se separa de los gentiles por temor a los judaizantes. (Cf. Gálatas 2,11-14). Pablo reprocha a los Gálatas que se dejen guiar por las obras de la ley, por la carne, y no por la fe. (Gál 3,1-5). Muchas prepotencias de algunos dirigentes, más que un exceso de autoritarismo es una falta de discernimiento.
VII.- Esperar Iniciativa Ajena
Es el caso de aquel que aguarda, que no se juega, que esta de observador. Espera que los demás digan y que los demás hagan. Luego, Si está de acuerdo, también el lo dice y lo realiza; si no está de acuerdo, no. Siempre se reserva el derecho de juzgar. Parece que su tarea, más que arriesgar, más que salir delante de las ovejas, como un buen pastor (cf. Juan 10, 4), es juzgar. El mira desde atrás y no se mancha. Se reserva la aprobación; decir qué está bien o qué está mal. Pero el no empieza; no toma la iniciativa, no arremete ni afronta el peligro.
VIII.- Apoyarse en el cargoSu respaldo está en su cargo, en su nombramiento, y no en sus dones de servicio. Por ejemplo, si es sacerdote, se apoya en que es sacerdote, que consagra la Eucaristía, que tiene un título, y no en que lo que dice es del Espíritu. Si es Responsable del Grupo, se apoya en su cargo; y aún en sus dificultades o discusiones con otros, aprovecha su posición para tener razón. Otro puede apoyarse en sus relaciones; por ejemplo en su amistad con el Obispo. Otro en su riqueza; o en su título profesional. Contra esto, San Pablo nos dice: “Nosotros no podemos atribuirnos como propia cosa alguna. Sino que nuestra capacidad es la que viene de Dios” (II Corintios 3,4-6). Verdaderamente, la falla aquí consiste en creernos que el cargo nos pertenece. Carencia de pobreza de espíritu. Podemos pensar que somos dueños del cargo. Que lo merecemos; que es propiedad de nosotros. Se trata de una forma injusta e irritante de ejercer dominio. Un ejercicio constante de tal defecto, mantiene un grupo apocado, sin germen de liderazgo futuro.
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miércoles, 3 de junio de 2009
martes, 2 de junio de 2009
SALUDOS
LA RCC DE LOURDES LE MANDA UN FUERTE ABRAZO EN CRISTO A LA HNA. VILMA BRAS QUE NOS ACOMPAÑÓ EN PENTECOSTES, CON SU ENSEÑANZA, SU AMOR, Y SENCILLEZ.GRACIAS VILMA POR ACOMPAÑARNOS EN ESTE PENTECOSTES.CUANDO QUIERAS TE ESPERAMOS.BENDICONES.
La renovación en el espíritu santo.
La efusión del don del Espíritu
1. La efusión del Espíritu o bautismo en el Espíritu Santo.
Uno de los elementos más significativos de la Renovación en el Espíritu Santo, muy estrechamente unido al encuentro personal con Cristo glorificado es la oración por “efusión del don del Espíritu Santo” llamada también “renovación de nuestro bautismo mesiánico” o impropiamente “bautismo en el Espíritu Santo”. La expresión tiene su origen en aquel texto de los hechos de los apóstoles: “Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizado en el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch 1,5; 11,16). Y fue en Pentecostés cuando se llevó a cabo la promesa del Señor Jesús.
¿En que consiste esa “efusión del Espíritu Santo”, o “ser bautizado en el Espíritu Santo” o “bautismo en el Espíritu “?
2. Es una oración de fe, no es un acto sacramental.
Ante todo, no se trata de ninguna manera de un sacramento. Sabemos, en efecto, que el hombre “se hace cristiano” mediante un proceso. Ese proceso comprende: a) La conversión y la fe en Cristo Jesús; b) y la recepción de los sacramentos de iniciación: bautismo, confirmación y eucaristía (1Cor 12,13; Gal 3,26-27; 4,6; Rm 6,3-4; 8.9.14-17; Jn 6,51-58).
Por tanto, todo aquel que ha recibido los sacramentos de la iniciación cristiana ha sido hecho hijo de Dios, ha sido incorporado a Cristo muerto y resucitado, ha recibido el don del Espiritu Santo, y puede participar en la Eucaristía, banquete de la Nueva Alianza.
La oración por “efusión del Espíritu Santo” consiste en la oración, llena de fe y esperanza, que una comunidad cristiana eleva a Jesús glorificado para que derrame su Espíritu, de manera nueva y en mayor abundancia, sobre la persona que ardientemente lo pide y por quien los demás oran.
Esa oración se hace de ordinario mediante la imposición de las manos, la cual no es ni un ademán mágico, ni un rito sacramental, sino un gesto sensible de amor fraterno, una expresión elocuente de comunión humana, un signo externo de solidaridad en la oración, con el deseo ardiente, sometido a la voluntad de Dios, de que Jesús derrame sobre nuestro hermano el don del Espíritu Santo que El nos ha comunicado.
3. Es una nueva misión del Espíritu Santo.
Esta nueva efusión de Espíritu Santo puede explicarse a la luz de la teología de las “misiones divinas”. Que el Espíritu Santo sea enviado o que venga de nuevo, no quiere decir que se desplace, sino que surge en la criatura una relación nueva para con el Espíritu: o bien porque antes nunca estuvo allí, o bien porque empieza a estar a estar de diferente manera a como estuvo antes.
Inclusive, tratándose de una persona que se encuentra en estado de gracia y que por lo tanto es habitada por el Espíritu Santo, puede decirse que el Espíritu Santo le es enviado de nuevo . Santo Tomás de Aquino lo enseña claramente. La misión del Espíritu Santo se da o bien por el aumento de la gracia cuando alguien es elevado a un nuevo estado de gracia, o bien por el progreso de la virtud, o bien por la manifestación de un carisma del Espíritu. Santo Tomás mismo ofrece los siguientes ejemplos: cuando alguien, ardiendo en fervor de caridad, se expone al martirio o renuncia a lo que posee o acomete cualquier otra empresa árdua; o cuando alguien progresa en el don de los milagros o de la profecía.
4. Es una gracia que renueva y actualiza las gracias ya recibidas.
En términos sacramentales, esta nueva efusión del Espíritu es una gracia que renueva, actualiza de manera existencial y pone en actividad el rico caudal de gracias que Dios ha dado a cada uno a través de los sacramentos recibidos.
En unos, pondrá en actividad lo recibido solo en el bautismo y en la confirmación; en otros, lo que Dios ha dado a través de la reconciliación y de la eucaristía. En éstos activara la gracia matrimonial; en aquellos renovará el carisma sacerdotal. Y de manera análoga, esta gracia beneficia también los carismas del propio estado de vida y de la vocación personal: en unos hará vivir en plenitud el llamamiento a un estado de simple soltería; en otros llevará a la perfección el don de una virginidad consagrada en la vida religiosa.
En esta perspectiva, la efusión de Espíritu Santo en la Renovación tiene una semejanza notable con el bautismo en el Espíritu que recibieron los Apóstoles el día de Pentecostés, ¿no estaban acaso también ellos perfectamente equipados con multitud de gracias equivalentes a nuestros sacramentos?
5. Es una gracia que libera de obstáculos y ataduras.
Esta efusión del Espíritu Santo puede también comprenderse de la siguiente manera. Según la palabra de San Pablo, “todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu y hemos bebido del mismo Espíritu” (1Cor 12,13); siendo así, desde el primer momento de nuestra incorporación a Cristo por los sacramentos de iniciación, poseemos el Espíritu Santo, el cual habita en nosotros como en su propio templo (1Cor 6,19). Y allí esta toda la plenitud de su ser infinito y con la potencialidad de su actividad divina. Sin embargo, debido a los obstáculos, diques y barreras que voluntaria o involuntariamente ponemos, la acción del Espíritu Santo no llega a manifestarse en nosotros en toda su plenitud.
En esta circunstancia esta nueva efusión del Espíritu Santo es una gracia de Dios que rompe la dureza de nuestro corazón, remueve las trabas, derriba los obstáculos y nos dispone para que el Espíritu actué en nosotros con toda libertad. Todas estas son gracias de “liberación”, que el Espíritu Santo obra en el interior del creyente, haciéndolo crecer en esa “libertad para la cual Cristo nos libertó” (Ga 5,1).
6. Es una nueva experiencia del Espíritu.
El primer efecto de esta gracia es tener una “experiencia del Espíritu” que habita en el corazón del creyente, la cual perfectamente cuadra en el marco de nuestra teología tradicional.
“Sobre el modo común como Dios está en todas las cosas —enseña Santo Tomás— hay otro especial que conviene a la criatura racional, en la cual se halla Dios como lo conocido en el que conoce y lo amado en el que ama. Y, conociendo y amando, el hombre toca al mismo Dios que habita en él como en su templo. Y esto es solamente por la gracia santificante.
Además —continua el autor— decimos que en verdad tenemos algo, cuando libremente podemos usar o disfrutar de ello. Pues bien, por la gracia santificante, no solo poseemos al Espíritu Santo que habita en nosotros, sino que tenemos el poder de disfrutar de la Persona divina”
7. Es principio de vida nueva.
Como consecuencia de esa “efusión de Espíritu Santo”, que es apertura al Espíritu y a su acción soberana, vendrá una verdadera eclosión de vida que se manifestará en “frutos” de santidad y en “carismas” para edificar la Iglesia.
Permítasenos enumerar, a manera de ejemplo, algunos de los frutos que se perciben aquí y allí después de esa oración implorando la nueva vida del Espíritu:
• conversión interior radical y transformación profunda de la vida;
• luz poderosa para comprender mejor el misterio de Dios y su plan de salvación;
• nuevo compromiso personal con Cristo;
• apertura sin restricciones a la acción del Espíritu Santo; - ejercicio activo de las virtudes teologales: fe, amor, esperanza;
• entrega generosa al servicio de los demás dentro de la Iglesia;
• gusto por la acción y amor a la Sagrada Escritura;
• búsqueda ardiente de los sacramentos de la reconciliación y de la eucaristía;
• revaloración de la misión de la Virgen Maria en el plan de redención;
• amor a la Iglesia y a sus instituciones;
• fuerza divina para dar testimonio de Jesús en todas partes;
• ansias de un ilimitado radio de apostolado.
8. Es fuente de frutos y carismas del Espíritu.
Esta “nueva misión del Espíritu” (empleando la terminología de Santo Tomás) beneficia al creyente en todo su ser, tocando “su espíritu, su alma y su cuerpo” (1 Ts 5,23). Por eso es del todo normal y de ninguna manera extraño que, con ocasión de la efusión del Espíritu (ya sea durante la oración misma o poco después o días más tarde), la persona tenga una singular “experiencia de Dios” y de su acción, no solamente de sus frutos espirituales, sino de sus efectos sensibles, por ejemplo: una paz como jamás la había sentido, un gozo como nunca lo había experimentado, la curación inclusive de una enfermedad psicológica o corporal.
Más aún, es también natural que con esta ocasión se vayan manifestando en el creyente carismas “para el bien común” , como los enumerados por S. Pablo en Cor 12,7-11; Rm 12,6-8.
9. Es apertura total para recibir el Espíritu Santo.
Es muy útil subrayar también que recibir esa efusión de Espíritu Santo no es lo mismo que hacer una consagración al Espíritu Santo. En la consagración predomina una actitud activa: la persona se da, se ofrece, se entrega, se consagra al Espíritu Santo para que El realice los planes que Dios tiene sobre ella. En cambio, en la efusión del Espíritu prevalece una actitud pasiva: se pide a Jesús glorificado que derrame su Espíritu divino, con la abundancia de sus dones, sobre la persona por quien se ora. Esta actitud activamente pasiva es semejante a la Virgen María cuando respondió a la voluntad de Dios, manifestada por el ángel Gabriel: “¡He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,38).
10. Es el inicio de un nuevo caminar en el Espíritu.
Finalmente, hay que notar que esta “efusión de Espíritu” no cubre todas las riquezas de la Renovación ene Espíritu Santo. Así como el bautismo en el Espíritu no fue para los Apóstoles sino el inicio de una nueva vida nueva en el nuevo Pueblo de Dios (Hch 1,5-8; 2,1-13) así también esta efusión de Espíritu no es en la Renovación un termino, sino solamente el principio, el arranque de una nueva vida, de un nuevo caminar al impulso del Espíritu, de un vivir realmente en plenitud de la vida cristiana (Ga 5,16-25).
Como fácilmente puede verse, esa “efusión de Espíritu” es muy importante y tiene grandes consecuencias para la vida del cristiano. Siendo así, vale la pena —pastoralmente hablando— preparar debidamente a las personas para este acontecimiento. Esta preparación coincide con la “evangelización primera”.
S.S. Juan XXIII anhelaba como un nuevo Pentecostés para la Iglesia, y el Papa Pablo VI imploraba, el 9 de mayo de 1975, “una nueva efusión del don de Dios: ¡Que venga pues, el Espíritu creador a renovar la faz de la tierra!” .
Pues bien, “sin que ello suponga desconocer o despreciar lo que germina, crece y florece por doquier, podemos decir que la Renovación, en su nivel y a su manera, es una respuesta a la espera pentecostal expresada por Juan XXIII y por Pablo VI, quien habló también de que ‘la Iglesia tiene necesidad de un perenne Pentecostés’ ”
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TEXTO: Tomado del libro LA RENOVACION EN EL ESPÍRITU SANTO del P. Salvador carrillo Alday (pagina nº 45-52)
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