viernes, 28 de noviembre de 2008

El Adviento, es esperanza


Muy inteligentemente, el Adviento, principio del año litúrgico, no rompe con lo anterior sino que lo continúa: las mismas imágenes, las mismas parábolas, textos semejantes, casi idéntico mensaje. No hay final ni principio, porque todo es "venida del Señor".
Todos los tiempos son los últimos tiempos, porque constantemente viene el Señor. Esto es una de las líneas profundas de la religiosidad cristiana: caminar al encuentro del Señor que viene, preparar el camino del Señor, velar constantemente; esta es nuestra manera de entender la vida.
Cada día es un final y un principio, un encuentro con Dios y una necesidad mayor de buscarle. Una característica íntima de la vida cristiana es caminar, encontrar al Señor cada día, y sentir que aún está más allá y hay que caminar más. Y esto supone una actitud de atención permanente: estad con los ojos bien abiertos.
Pero es muy necesario no separar este mensaje del centro de la revelación de Jesús:
¿quién es el que viene?, ¿con quién nos encontramos?. ¿Viene el juez inmisericorde ante el que hay que temblar? ¿Viene acaso la destrucción, la amenaza, la catástrofe final?.
Volvamos al texto de Isaías. Viene el Padre, el que nos rescata, el que no os deja a merced de nuestras culpas, el alfarero que modela nuestro barro y le sopla espíritu, el pastor que recoge las ovejas desmandadas. ¡Qué alegría, vamos a la Casa del Señor! ¡Qué alegría, viene el Señor!
Es ésta una revelación de Dios. Dios es "el que viene". No está lejos esperando impasible. Viene, se acerca, desciende. La imagen perfecta del Dios que viene es Jesús, la tienda de Dios acampado entre nosotros. La imagen perfecta es Jesús que siempre va al encuentro del que le llama, se detiene cuando oye que le gritan, se aparta del camino y se acerca, a curar, siempre a curar. Ése es el Dios que viene, a Ése es a quien salimos al encuentro.
La vida cristiana se mueve en una doble dinámica: de urgencia y de confianza. Ni dormidos ni angustiados, ni despreocupación ni temor. La vida es una seria tarea, una urgencia de caminar, un talento confiado. La vida se puede echar a perder, no hay tiempo ni cualidad que perder. Y ahí interviene Dios, para que no perdamos nada, para que no nos sentemos en el camino, para que no nos durmamos, para que aprovechemos cada talento... Dios es para que vivamos. Nuestro pecado original, el más original y radical de nuestros pecados, es dormirnos, sentarnos, desaprovechar la vida.
Paralelamente, equivocar el camino, afanarnos por lo que es sólo tierra, hacernos tesoros que no duran, y echar a perder la vida. También ahí interviene Dios-Luz, Dios- Camino.
Éste es el maravilloso simbolismo del libro del Éxodo: Israel está tranquilo en la cómoda esclavitud de Egipto: Dios será para Israel, antes que nada, el que hace salir de la tierra de la esclavitud, el que le llama al desierto. En el desierto, el pueblo se cansa, pierde de vista la meta, no quiere más que comer y beber mejor. Dios será alimento y luz, presencia permanente en medio del pueblo que camina. Y todo eso, hacia la patria, la tierra de la libertad. Maravilloso el mensaje del Éxodo. Ése es Dios, el que no me deja dormirme en el camino, el que ilumina en la noche, el que alimenta, el agua del desierto, el que espera al final en su Santo templo.
Ésta es la doble palabra de Jesús: una palabra de urgencia, que nos despierta constantemente con palabras de apremio para que no tiremos la vida; y una palabra de confianza: si quieres caminar, cuenta con Dios, tu mejor aliado. Es así como podemos entender el Nombre de Dios, manifestado en el nombre de Jesús: el Libertador. Nuestra primera y gran tentación es tomarles gusto a nuestras cadenas, considerar que estamos en la patria, negarnos a caminar, acomodados en una confortable posada, en un delicioso oasis del desierto, olvidar la Patria, no necesitar de Dios. De eso es de lo que ante todo tiene que liberarnos El Libertador.

Oración: Señor, enseñanos a confiar en ti , a descansar en ti,a esperar en ti; ven a caminar con nosotros, que solos no podemos, te necesitamos Señor.
Queremos que seas el señor de nuestras vidas, queremos que aumentes nuestra fé, que nos prepares para este tiempo de esperanza que es el adviento, haznos romper con las cadenas que nos atan a tantas cosas del mundo,rompe con la esclavitud del pecado, para que podamos como el pueblo de Israel atravesar el Mar Rojo .Que podamos ser uno en ti.
Que este tiempo de espera para tu nacimiento sea, para recapacitar sobre nuestra vida, que podamos hacer un balance del corazón, que puedas nacer en nuestro corazón , en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestra comunidad, en nuestro servicio a la iglesia.
Vaciemos el corazón del vinagre del pecado, para que entre la miel de la gracia de dios, para que la alegria sea en nosotros.Renueva nuestra esperanza señor.Amen

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