martes, 8 de septiembre de 2009

Lectura espiritual de la Biblia



Se trata de una lectura completamente distinta del que lee por curiosidad científica, histórica, literaria, cultural. Son muchos los que leen así la Biblia, y no buscan ni esperan otra cosa más que satisfacer este interés.
Pero para que produzca los efectos que hemos de esperar, "la Escritura se ha de leer con el mismo Espíritu con que fue escrita" (Vat. II, Dei Verbum, N. 12).
Es necesario que a la lectura acompañe la oración: es así como se podrá entrar en diálogo con el Señor y se podrá escuchar su voz.
No lees un libro cualquiera, sino que te hallas ante Dios. Señor. Ponte por tanto, en actitud de fe y recogimiento en su presencia, sintiéndote ignorante ante la sabiduría y misterio de Dios, y clama con humildad: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1Sa 3, 10), "enséñame tu camino para que siga tu verdad, mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre" (Sal 86,11l), "para mis pies antorcha es tu palabra, luz para mi sendero" (Sal 119,105).
Lee despacio, con profundo respeto, en actitud de escucha, a la expectativa de lo que el Señor te quiera revelar interiormente, pues El quiere instruirte y enseñarte “el camino de la vida, hartura de goces, delante de su rostro" (Sal 16).
¿QUE EFECTOS PODEMOS ESPERAR?
Siempre que te pones a leer la Palabra de Dios con estas disposiciones entras en contacto con el Señor. La Palabra de Dios es la “presencia verbal de Cristo”.
Este contacto te transforma y te hace más parecido al Señor, y va modelando tu mente conforme a su mentalidad y a sus mismos sentimientos. Ese pálpito de la vida de Dios que allí se encierra necesariamente impregna tu corazón de la sabiduría divina.
Unas veces bastará que escuches al Señor, pues "a Dios escuchamos cuando leemos su Palabra" (Vat.II), como María que “sentada a los pies del Señor, escuchaba" (Lc 10,39).
Otras veces será recibir luz, inspiración, seguridad, aliento, "el consuelo que dan las Escrituras” (Rm 15,4). Y otras, se encenderá tu corazón, como cuando el Señor hablaba en el camino a los discípulos de Emaús y les explicaba las Escrituras (Lc 24,32).
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Además de todo esto, le vas conociendo a El cada vez más y mejor, familiarizándote con la manera de ser de Dios.
La lectura asidua de la Palabra de Dios vitalizará tu oración y contribuirá al desarrollo en ti de los diversos dones y carismas que el Espíritu te quiera otorgar: sabiduría divina, don de inteligencia y de revelación interna, crecimiento más profundo de la fe, de la esperanza y del amor, discernimiento, profecía, unción para la enseñanza y la evangelización.
Será así como su Palabra estará siempre presente en tu memoria y en tu corazón, de forma que ante cualquier situación, sea para ti o sea para ayudar a otros, enseguida acuda a tu mente la respuesta adecuada.
FRECUENCIA Y PROCEDIMIENTO EN LA LECTURA
Siendo un tesoro de tan incalculable valor, cuyas palabras encierran tan divina sabiduría, ¿cómo podernos justificar el que se nos pasen los días sin leer las Sagradas Escrituras? ¿No supone esto una gran desconsideración para con el Señor?
Cada día hemos de leer algo, Aquí más que nunca cumple seguir el lema: nulla dies sine linea (ningún día sin leer una línea).
Deberíamos hacer este compromiso como un obsequio al
¿Qué orden conviene seguir?
Puede ser leer diariamente algo así como un capítulo, siguiendo con el mismo libro hasta acabarlo, para después empezar con otro.
Otra modalidad sería atenerse a la lectura continuada de la Palabra de Dios que sigue la Iglesia en la celebración de la Eucaristía y en la Liturgia de las horas. Esta forma supone dar importancia a la Palabra de Dios que para ese día nos ofrece la Iglesia, la cual "siempre ha venerado la Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues sobre todo en la Sagrada Liturgia nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo" (Vat. II Dei Verbum, N.21). "Cuando se lee en la iglesia la Sagrada Escritura es el Señor quien habla" (Const. de Liturgia, N.7).
Conviene subrayar en el libro aquellas frases que más personal y directamente nos hablen, pues así resultará fácil volver de nuevo sobre ellas en otro momento.
UNA ADVERTENCIA
No se debe abusar en la utilización de la Biblia como medio de consulta de la voluntad de Dios, tal como hacen algunos que en momentos de duda abren la Biblia al azar para ver qué les dice el Señor.
Ante esto hay que decir que:
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• Dios es siempre un misterio inabarcable para nosotros, que en este mundo nunca podremos comprender, mucho menos acomodar a nuestra voluntad.
• Dios no se ha obligado a damos respuesta a través de la Biblia precisamente en el momento en que lo necesitamos siguiendo este procedimiento.
• No es esta la forma como se ha de utilizar la Biblia. Supone cierta ligereza, presunción y en el fondo es una manipulación y hasta tentar a Dios, aunque en la mayoría de los casos se obre con muy buena intención y con espíritu de fe y sencillez.
• Esta no es la forma. Más bien, leyendo la Palabra de Dios tal como se ha dicho antes llegarás siempre a distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto " (Rm 12,2) con el discernimiento y la sabiduría que el Señor te quiera comunic

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