lunes, 8 de febrero de 2010

LA REUNIÓN DE ORACIÓN

QUE LA REUNIÓN DE ORACIÓN SEA EN ESPÍRITU Y EN VERDAD
Por Luís Martín
La reunión de oración es como el corazón de la vida del grupo.
La vida del grupo, el que éste crezca y se desarrolle depende de cómo resulta la reunión de oración, de si verdaderamente nos centra en el Señor y nos ayuda a amar al Señor y a los hermanos.
En la reunión de la oración hay siempre tres objetivos muy concretos a que atender:
. a) La oración con toda la variedad de formas de expresión que pueda tener la alabanza, como el canto, silencios, aplausos, brazos levantados y otros gestos.
b) Escuchar al Señor, a través de los hermanos, de los textos abundantes de la Biblia que se leen, de la enseñanza que se da, de la profecía, de la exhortación. etc.
c) Crecer en el amor entre unos y otros, un amor exigente, y por esto, antes y después de la oración los que participan han de tratar y comunicarse unos con otros.
No se puede omitir ninguno de estos tres objetivos. Si falla alguno de ellos, no crecerá mucho el grupo ni madurarán sus miembros en la vida cristiana de la manera que podrían hacerla.
La vida de cada grupo ha de estar en continuo crecimiento, lo mismo que la vida de cada miembro del grupo. Las metas a las que el Espíritu invita a cada grupo son siempre elevadas. Pero puede haber grupos que se estanquen, porque sus miembros no caminan lo suficiente al ritmo del Espíritu, y principalmente porque la reunión de oración queda entorpecida o bloqueada de alguna manera.
Siempre hemos de estar discerniendo la marcha de nuestras reuniones de oración, unas veces a nivel de grupo, en general. y otras veces en el equipo de responsables.
Piensan algunos que la reunión de oración la lleva el Señor a través de su Espíritu, y que por tanto no tenemos que preocuparnos mucho nosotros, que ya saldrá como el Señor quiera. Este enfoque no está de acuerdo con las indicaciones y enseñanzas que el Señor ha ido dando a los grupos de más larga experiencia y crecimiento en la vida del Espíritu. Esto es algo parecido a lo que hace aquél de la parábola que de los talentos, que cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
El señor no quiere que le dejemos a El construir solo, quiere más bien que nosotros construyamos con El, que trabajemos con El y sigamos siempre sus directrices. El Señor no quiere espectadores en su obra sino colaboradores.

VAYAMOS PREPARADOS A LA ORACIÓN

Cada uno de nosotros tiene una gran responsabilidad en la reunión de oración. Por esto hemos de ir preparados.
Ir preparado a la oración significa haber orado antes, habernos purificado de cuanto nos aparta del Señor, habernos llenado de su paz y gozo y haber pedido al Señor que derrame abundantemente esta noche su Espíritu en todos los hermanos que van a venir.
Ya en nuestro saludo y encuentro con los hermanos se ha de notar que venimos llenos de paz y de amor, que hemos estado tratando con el Señor.

Si todos vamos al grupo de cualquier manera, sin receptividad ni apertura al Espíritu y un poco algo así como -a ver qué pasa esta noche-, si no vamos ya un poco llenos del Señor en un contacto previo con él, la oración discurrirá bastante pobre y la alabanza será más difícil.
En mi propia experiencia he visto que las veces que he ido a dirigir la oración sin estar preparado, es decir, sin haber orado antes y estar por tanto actuado en la presencia y en la unión con el Señor, en este caso la oración ha resultado más deficiente que otras veces. He podido apreciar que algo no marchaba bien esa noche: había fallado yo.
Una asamblea de personas cuyos corazones no están abiertos al Señor no experimentará mucho la acción del Señor, menos todavía aquellos que vienen a sentarse pasivamente.
Cada uno debemos cultivar previamente unas determinadas actitudes. Asistir regularmente a un grupo es algo muy exigente, pero también algo que nos ayuda a crecer y caminar en el Espíritu, por lo cual hemos de estar dispuestos a responder gustosos a tales exigencias.

UNAS EXIGENCIAS CONCRETAS

Debemos evitar una actitud de centrarnos en nosotros mismos. Hay personas que vienen a la oración pensando solamente en si mismas, en sus propios problemas. Si cada uno de nosotros fuéramos tan sólo para atender a nuestras propias necesidades, la oración no funcionaria bien, porque nadie iría a dar y cada uno no estaríamos más que tomando para nosotros mismos. En el fondo de esta concepción egoísta del grupo hay un falso concepto de la vida cristiana.
Si nos pasa esto, lo que necesitamos es centrarnos en la persona de Cristo Jesús, abandonarnos a El con un sentido de servicio a los demás.
Otra exigencia muy Importante es fidelidad a nuestra oración diaria y a la lectura de la Biblia.
A veces estamos convencidos en teoría pero no somos eficaces en resolver el problema de forma que esta oración diaria y esta lectura de la Biblia estén aseguradas cada día.

Sin oración diaria es muy poco lo que podemos dar y recibir del grupo, y esto forma parte de nuestra participación activa y de nuestra contribución a la vida del grupo. En ese contacto individual con el Señor es donde hemos de sincerarnos, purificarnos y crecer en el amor.
Objeto de nuestra oración individual ha de ser también orar por el grupo y por todos los que participan en la reunión de oración, especialmente por los que vendrán por primera vez. Hemos de pedir también que nos manifieste el Señor lo que El quiera decir en la oración y qué podemos hacer nosotros para transmitir su mensaje.
Reflexionar también sobre lo que el Señor hizo y dijo en la reunión de la semana anterior, sobre todo si hubo profecía. Saber escuchar al Señor en la oración privada es el mejor entrenamiento para saberle escuchar en la oración del grupo.

PARTICIPACIÓN ACTIVA

El estar como elemento pasivo en la reunión es estar restándole vida. Desde el primer momento de la oración debemos centrar la mente y el corazón en Jesús, deponiendo en El toda preocupación y problemas. El Espíritu Santo nos ayudará a mantener la atención despierta a la presencia del Señor. Basta tomar parte en todos los elementos de la oración para poner nuestra atención en el Señor. Por tanto siempre hay que seguir las indicaciones del que dirige la oración. Cuando el grupo canta en el Espíritu, todos deben unirse, incluso aquellos que no oran en lenguas, cantando simplemente -Aleluya" o lo que el Espíritu nos sugiera.
Estar atentos a responder cuando el Señor quiera valerse de nosotros ya sea a través de la profecía, de un simple mensaje, de un texto de la Biblia o para compartir con los hermanos en el momento Indicado alguna experiencia.
No tengamos miedo de hablar o de manifestarnos tal como somos, pues esto supone falta de humildad o de liberación.
En nuestras intervenciones tengamos siempre el sentido de la oportunidad. Para ello hay que estar atentos al curso que sigue la oración. Por tanto el texto que leemos, el pensamiento que expresamos o la alabanza o la canción estén de acuerdo con lo que en ese momento se está expresando a través de los hermanos. Para esto hay que saber escuchar. Si la plegaria gira en torno al agradecimiento, no introduzcamos el tema de la curación, por ejemplo, si estamos en la alabanza no introduzcamos peticiones que rompen el ritmo de la oración.
Cuando alguien habla mostrémosle nuestra comprensión y aceptación: una mirada o una sonrisa de apoyo serán suficientes para darle aliento y confianza.
La participación activa supone también apertura a los carismas, como oración en lenguas, profecía, interpretación. Si en ello ponemos reparos o minimizamos su Importancia, estamos bloqueando la acción del Espíritu.
?San Pablo nos dice: “buscad la caridad, pero aspirad también a los dones espirituales, especialmente la profecía” (1 Cor 14,1). SI percibo que el Señor quiere hablar a través de mi debo volverme entonces al Señor y manifestarle que quiero obedecer, que me ayude, y esperar el momento oportuno para hablar.

ORDEN AL SERVICIO DEL ESPÍRITU

Sin estructurar demasiado la reunión de oración, sí ayudará más seguir un orden para que no se disperse ni la oración ni la atención de los que participan.
Quizá lo más importante es que haya una persona que dirija la oración.
Los grupos en los que falta un animador de la oración encuentran más dificultades para mantener la unidad y son más vulnerables al decaimiento o al desorden.
Supuesto este elemento, es importante distribuir bien el tiempo disponible y que la oración no se prolongue demasiado. Grupos ha habido que han tenido reuniones de oración, en sus comienzos, de hasta tres, cuatro o cinco horas de duración. Esto, como ley ordinaria, está desaconsejado. Dos horas con tiempo para la alabanza, la enseñanza y los testimonios es un tiempo aceptable. Haya mucha espontaneidad y mucha participación, pero cierto orden, pues, nos diría S. Pablo, "Dios no es un Dios de confusión, sino de paz”. “Cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación; pero que todo sea para edificación”(1 Cor 14,26).

DESCUBRAMOS LA ALABANZA Y MEDIOS DE EXPRESARLA

La alabanza es algo que caracteriza la Renovación Carismática. No se concibe un grupo de la Renovación en el que sus miembros no hayan descubierto la alabanza y ésta se exprese en la gran variedad de formas que conocemos.
Los responsables de los grupos tienen en esto una gran misión que cumplir. Es necesario que den instrucción frecuente sobre las diversas formas de oración y que alienten a todos los miembros a aceptarlas. A veces grupos que empiezan tienen reparo a cantar en lenguas. Creen que van a espantar a los nuevos que visitan el grupo.
No seamos tan aferrados a nuestros juicios humanos. "Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado, de las cuales también hablamos, no con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales» (1 Cor 2.12•13).
Por esto hemos comprobado cómo el Espíritu nos hace ver que es muy conveniente instruir a los hermanos en estas actividades y que si nos abstenemos de hacerla no obramos de acuerdo con sus insinuaciones.
Todos hemos de mantener vivo un gran deseo de expresar nuestra alabanza al Señor y este anhelo ha de compartirse con todos los miembros. Hay quien piensa que no tiene importancia levantar los brazos, pero el Señor nos hace ver que orar con los brazos levantados es un modo muy apropiado de alabar y que esta actitud crea en principio en nosotros un sentimiento de filiación y de sumisión total a Dios. Por tanto dejemos a un lado nuestras inhibiciones y respetos, porque el Espíritu no los necesita.

La exhortación nos ayudará a alentar al grupo, sobre todo al empezar la reunión, momento en el que más necesitamos centrar nuestros corazones en el Señor. Si sabemos dar todos una respuesta unánime a tal invitación, veremos cómo la alabanza brota espontánea como vibraciones de toda la asamblea.
Otras veces nos valdremos de la palabra de alabanza. Esto será en el momento en que cada uno ora en voz alta y de forma espontánea con sus propias palabras, unos en lenguas, otros en su propio idioma, otros con un sencillo murmullo: el Espíritu guía muchas voces. Las "palabras de alabanza” surgen entonces como el resonar de muchas aguas, lo cual crea una unidad de corazones con la que el Señor quiere profundizar nuestra experiencia de oración en la asamblea.

El canto en el Espíritu es el canto de la palabra de alabanza. Es un canto espontáneo: unos cantan en lenguas, otros en su propia lengua y otros cantan con un leve susurro. El Espíritu une melodías en armonía, contrapunto y disonancia que a veces envidian los entendidos en música. A veces es una sola persona la que canta en canto inspirado, canción inspirada que excita a la asamblea hacia la alabanza y contagia de gozo a todos los que participan. El canto en el espíritu sumerge al grupo en adoración profunda y le dispone para escuchar una profecía.
El testimonio o el compartir con los demás las grandes misericordias del Señor en nuestras vidas dispone también para la alabanza proclamando la gloria del Señor. Al mismo tiempo el testimonio del hermano que habla por propia experiencia edifica la fe y la confianza de todos los demás.


LINEAS DE FUERZA EN EL GRUPO

Las reuniones de oración de los grupos de la Renovación Carismática son una vuelta a la espontaneidad de las primeras comunidades cristianas.
Por los datos que nos suministra el Nuevo Testamento vemos que en aquellas comunidades destacaban los siguientes elementos:
- Se alababa y celebraba al Señor con salmos y cantos Inspirados (Ef. 5.19).
- Se proclamaba la Palabra del Señor y los testigos que estaban presentes contaban en la reunión lo que Jesús había dicho y hecho (Col 3,16-17).
- Se tenía la “fracción del pan" O Cena del Señor.
- Tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.

La reunión de oración de un grupo de la Renovación se caracteriza por cinco líneas de fuerza que lo definen y distinguen:
1.º Presencia de Jesús: Hay una toma de conciencia de la presencia del Señor en medio del grupo, cumpliendo El su promesa “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy en medio de ellos" (Mt. 18,20). Presencia, además, con su poder y con su amor para curar, iluminar, fortalecer, hablar y reconfortar. Esta es la clave de la oración del grupo.

2º. Apertura al Espíritu Santo:
Se empieza siempre invocando al Espíritu, y cada miembro así como el grupo entero se abre a la acción del Espíritu que nos lleva a experimentar y sentirnos como hijos de Dios, que nos introduce en el misterio y conocimiento de Jesús Hijo de Dios y derrama su amor en nuestros corazones (Rom. 5,5).

3º. Oración de alabanza: Es la expresión de todo lo que el Señor está haciendo en cada uno y también en el grupo o en la comunidad. Hay verdadera necesidad de cantar las maravillas del Señor, de alabarle, alegrarnos y regocijarnos con El. Predomina la alabanza sobre las otras clases de oración (petición, perdón, etc.). La alabanza tiene una gran fuerza para elevar enseguida el tono del grupo y hacerlo receptivo de la acción del Espíritu.

4º. Comunión en el Espíritu y con Jesús: Al experimentar que también nos sentimos compenetrados con el Señor y con los hermanos que participan en la reunión, y que nos penetran las palabras y sentimientos del Señor. Es cuando el Señor empieza a construir el grupo y la comunidad y percibimos cómo empezamos a formar un solo cuerpo con el Señor y nos sentimos miembros unos de otros. Empezamos también a escuchar a los demás. a compadecernos de ellos, a amarlos: es un amor con el que el Señor empapa todo el grupo.
5º. Palabra de Días: Si, que "la palabra de Dios habite en vosotros con toda su riqueza”. (Col 3,16): se siente como palabra vida, como mensaje de Dios acogido con gozo y hambre, que da alimento a toda la oración.
El que dirige la oración ha de estar siempre muy atento para que se mantengan siempre estas líneas de fuerza durante toda la reunión Sí alguna de ellas falta, es que se está desvirtuando la reunión de oración.

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