domingo, 14 de febrero de 2010

NUEVO PÁRROCO EN LOURDES.

El padre Carlos Rocha es el nuevo párroco en Nuestra Señora de Lourdes

En el marco de las fiestas patronales de la Virgen el sacerdote asumió ante la presencia del obispo diocesano, monseñor Héctor Cardelli. El padre Saturnino Prieto será vicario de la comunidad del templo ubicado en Rocha 1290.


DE LA REDACCION. El jueves por la noche se celebraron las fiestas patronales de Nuestra Señora de Lourdes en la Parroquia ubicada en Rocha 1290, patrona de los enfermos y una de las más populares advocaciones marianas en todo el mundo.
Las celebraciones comenzaron desde temprano con el Laudes y el oficio de la misa de los servidores, luego se realizaron otras actividades litúrgicas y a las 20:00 se desarrolló la tradicional procesión de antorchas por las calles del barrio y posteriormente se celebró la misa en la puerta de la Parroquia.
Ni bien comenzó el oficio religioso la comunidad de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes asistió a un hecho trascendental: la asunción del padre Carlos Rocha como nuevo párroco y el padre Saturnino Prieto lo hizo como vicario. La ceremonia se dividió en varias partes a lo largo de la misa, la que fue presidida por el obispo de la Diócesis de San Nicolás, monseñor Héctor Cardelli, quien también encabezó la ceremonia de asunción.
El obispo le dijo al sacerdote nacido en Carcarañá: “Como uno más de los sirvientes que intervinieron en las Bodas de Caná, hoy la Iglesia por la voz de la Santísima Virgen te encomienda lo mismo, ir a decirles a tus hermanos que hagan todo lo que Él te diga. Una misión que te encomienda la Iglesia, de anunciar a tus hermanos, pero también una llamada a que anuncies lo que Él te diga, vale decir, estar abierto a la palabra de Jesús, escucharlo, recibir su mensaje y luego testimoniarlo y anunciarlo a tus hermanos; un doble ejercicio de esta vocación de sacerdote como profeta, maestro, mensajero y misionero. Es totalizante la misión que hoy la Iglesia te encomienda, y en un día muy especial para esta comunidad que el Señor pone en tus manos. Con una recomendación maravillosa, porque María se manifestó de muchas maneras, pero lo que la palabra de Dios nos consigna de ella es esta última recomendación: hagan lo que Él les diga, no se aparten de la palabra, del Jesús que nos enseña el camino, de ese Dios que es la verdad”.
Luego monseñor Héctor Cardelli se dirigió a la comunidad y manifestó que “hoy es un día de gracia, de alabanza, de mucha confianza en este Dios que pone al servicio de ustedes este nuevo pastor. Un sacerdote que asume una comunidad que ya está caminando, que ya está crecida, renovada por el anuncio, por la fe y por la vida sacramental dispensada durante tantos años por el padre Saturnino. Así, el sacerdote se convierte en una especie de canal por donde pasa tanta gracia de Dios. Esta misión la ha venido desempeñando el padre Saturnino con mucha generosidad y disponibilidad de servicio a la palabra y a la comunidad.
“Así todos nosotros en fidelidad y en disponibilidad le decimos que sí al Señor, vamos haciendo los tramos de camino de este pueblo que sigue sin detenerse, sin interrupción, con una conducción de permanencia que se va desarrollando a través del tiempo, pero que va acendrándose cada vez más en la fe, en una historia santa iluminada desde la luz de Dios y en el compromiso de adelantar el reino en este mundo.
“Damos gracias al Señor por estos sacerdotes que seguirán al servicio de esta comunidad, y deseamos que esta comunión entre los pastores y el pueblo de Dios sea cada vez más estrecha, más íntima, más comprometida porque los desafíos de hoy son muy grandes y tenemos la verdad, la vida y el amor que el mundo necesita, el que no debemos guardarnos sino que debemos entregarlo a los demás.
“Que nuestra Iglesia sea misionera, una Iglesia de anuncio, de testimonio; que el Señor estará siempre con nosotros. Y María allí, como madre, atenta, recordándonos: ‘Hagan lo que Él les diga, no se distraigan, no se confundan, no tengan miedo, no se acobarden, sigan haciendo lo que Él dice porque ese será realmente el resultado de la fiesta, que el agua se convierta definitivamente en vino de Dios”.
Al finalizar la homilía la comunidad dio la bienvenida al nuevo párroco –que anteriormente ejercía funciones en la Parroquia como vicario- con un fuerte aplauso.
La Opinion de Pergamino

lunes, 8 de febrero de 2010

LA REUNIÓN DE ORACIÓN

QUE LA REUNIÓN DE ORACIÓN SEA EN ESPÍRITU Y EN VERDAD
Por Luís Martín
La reunión de oración es como el corazón de la vida del grupo.
La vida del grupo, el que éste crezca y se desarrolle depende de cómo resulta la reunión de oración, de si verdaderamente nos centra en el Señor y nos ayuda a amar al Señor y a los hermanos.
En la reunión de la oración hay siempre tres objetivos muy concretos a que atender:
. a) La oración con toda la variedad de formas de expresión que pueda tener la alabanza, como el canto, silencios, aplausos, brazos levantados y otros gestos.
b) Escuchar al Señor, a través de los hermanos, de los textos abundantes de la Biblia que se leen, de la enseñanza que se da, de la profecía, de la exhortación. etc.
c) Crecer en el amor entre unos y otros, un amor exigente, y por esto, antes y después de la oración los que participan han de tratar y comunicarse unos con otros.
No se puede omitir ninguno de estos tres objetivos. Si falla alguno de ellos, no crecerá mucho el grupo ni madurarán sus miembros en la vida cristiana de la manera que podrían hacerla.
La vida de cada grupo ha de estar en continuo crecimiento, lo mismo que la vida de cada miembro del grupo. Las metas a las que el Espíritu invita a cada grupo son siempre elevadas. Pero puede haber grupos que se estanquen, porque sus miembros no caminan lo suficiente al ritmo del Espíritu, y principalmente porque la reunión de oración queda entorpecida o bloqueada de alguna manera.
Siempre hemos de estar discerniendo la marcha de nuestras reuniones de oración, unas veces a nivel de grupo, en general. y otras veces en el equipo de responsables.
Piensan algunos que la reunión de oración la lleva el Señor a través de su Espíritu, y que por tanto no tenemos que preocuparnos mucho nosotros, que ya saldrá como el Señor quiera. Este enfoque no está de acuerdo con las indicaciones y enseñanzas que el Señor ha ido dando a los grupos de más larga experiencia y crecimiento en la vida del Espíritu. Esto es algo parecido a lo que hace aquél de la parábola que de los talentos, que cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
El señor no quiere que le dejemos a El construir solo, quiere más bien que nosotros construyamos con El, que trabajemos con El y sigamos siempre sus directrices. El Señor no quiere espectadores en su obra sino colaboradores.

VAYAMOS PREPARADOS A LA ORACIÓN

Cada uno de nosotros tiene una gran responsabilidad en la reunión de oración. Por esto hemos de ir preparados.
Ir preparado a la oración significa haber orado antes, habernos purificado de cuanto nos aparta del Señor, habernos llenado de su paz y gozo y haber pedido al Señor que derrame abundantemente esta noche su Espíritu en todos los hermanos que van a venir.
Ya en nuestro saludo y encuentro con los hermanos se ha de notar que venimos llenos de paz y de amor, que hemos estado tratando con el Señor.

Si todos vamos al grupo de cualquier manera, sin receptividad ni apertura al Espíritu y un poco algo así como -a ver qué pasa esta noche-, si no vamos ya un poco llenos del Señor en un contacto previo con él, la oración discurrirá bastante pobre y la alabanza será más difícil.
En mi propia experiencia he visto que las veces que he ido a dirigir la oración sin estar preparado, es decir, sin haber orado antes y estar por tanto actuado en la presencia y en la unión con el Señor, en este caso la oración ha resultado más deficiente que otras veces. He podido apreciar que algo no marchaba bien esa noche: había fallado yo.
Una asamblea de personas cuyos corazones no están abiertos al Señor no experimentará mucho la acción del Señor, menos todavía aquellos que vienen a sentarse pasivamente.
Cada uno debemos cultivar previamente unas determinadas actitudes. Asistir regularmente a un grupo es algo muy exigente, pero también algo que nos ayuda a crecer y caminar en el Espíritu, por lo cual hemos de estar dispuestos a responder gustosos a tales exigencias.

UNAS EXIGENCIAS CONCRETAS

Debemos evitar una actitud de centrarnos en nosotros mismos. Hay personas que vienen a la oración pensando solamente en si mismas, en sus propios problemas. Si cada uno de nosotros fuéramos tan sólo para atender a nuestras propias necesidades, la oración no funcionaria bien, porque nadie iría a dar y cada uno no estaríamos más que tomando para nosotros mismos. En el fondo de esta concepción egoísta del grupo hay un falso concepto de la vida cristiana.
Si nos pasa esto, lo que necesitamos es centrarnos en la persona de Cristo Jesús, abandonarnos a El con un sentido de servicio a los demás.
Otra exigencia muy Importante es fidelidad a nuestra oración diaria y a la lectura de la Biblia.
A veces estamos convencidos en teoría pero no somos eficaces en resolver el problema de forma que esta oración diaria y esta lectura de la Biblia estén aseguradas cada día.

Sin oración diaria es muy poco lo que podemos dar y recibir del grupo, y esto forma parte de nuestra participación activa y de nuestra contribución a la vida del grupo. En ese contacto individual con el Señor es donde hemos de sincerarnos, purificarnos y crecer en el amor.
Objeto de nuestra oración individual ha de ser también orar por el grupo y por todos los que participan en la reunión de oración, especialmente por los que vendrán por primera vez. Hemos de pedir también que nos manifieste el Señor lo que El quiera decir en la oración y qué podemos hacer nosotros para transmitir su mensaje.
Reflexionar también sobre lo que el Señor hizo y dijo en la reunión de la semana anterior, sobre todo si hubo profecía. Saber escuchar al Señor en la oración privada es el mejor entrenamiento para saberle escuchar en la oración del grupo.

PARTICIPACIÓN ACTIVA

El estar como elemento pasivo en la reunión es estar restándole vida. Desde el primer momento de la oración debemos centrar la mente y el corazón en Jesús, deponiendo en El toda preocupación y problemas. El Espíritu Santo nos ayudará a mantener la atención despierta a la presencia del Señor. Basta tomar parte en todos los elementos de la oración para poner nuestra atención en el Señor. Por tanto siempre hay que seguir las indicaciones del que dirige la oración. Cuando el grupo canta en el Espíritu, todos deben unirse, incluso aquellos que no oran en lenguas, cantando simplemente -Aleluya" o lo que el Espíritu nos sugiera.
Estar atentos a responder cuando el Señor quiera valerse de nosotros ya sea a través de la profecía, de un simple mensaje, de un texto de la Biblia o para compartir con los hermanos en el momento Indicado alguna experiencia.
No tengamos miedo de hablar o de manifestarnos tal como somos, pues esto supone falta de humildad o de liberación.
En nuestras intervenciones tengamos siempre el sentido de la oportunidad. Para ello hay que estar atentos al curso que sigue la oración. Por tanto el texto que leemos, el pensamiento que expresamos o la alabanza o la canción estén de acuerdo con lo que en ese momento se está expresando a través de los hermanos. Para esto hay que saber escuchar. Si la plegaria gira en torno al agradecimiento, no introduzcamos el tema de la curación, por ejemplo, si estamos en la alabanza no introduzcamos peticiones que rompen el ritmo de la oración.
Cuando alguien habla mostrémosle nuestra comprensión y aceptación: una mirada o una sonrisa de apoyo serán suficientes para darle aliento y confianza.
La participación activa supone también apertura a los carismas, como oración en lenguas, profecía, interpretación. Si en ello ponemos reparos o minimizamos su Importancia, estamos bloqueando la acción del Espíritu.
?San Pablo nos dice: “buscad la caridad, pero aspirad también a los dones espirituales, especialmente la profecía” (1 Cor 14,1). SI percibo que el Señor quiere hablar a través de mi debo volverme entonces al Señor y manifestarle que quiero obedecer, que me ayude, y esperar el momento oportuno para hablar.

ORDEN AL SERVICIO DEL ESPÍRITU

Sin estructurar demasiado la reunión de oración, sí ayudará más seguir un orden para que no se disperse ni la oración ni la atención de los que participan.
Quizá lo más importante es que haya una persona que dirija la oración.
Los grupos en los que falta un animador de la oración encuentran más dificultades para mantener la unidad y son más vulnerables al decaimiento o al desorden.
Supuesto este elemento, es importante distribuir bien el tiempo disponible y que la oración no se prolongue demasiado. Grupos ha habido que han tenido reuniones de oración, en sus comienzos, de hasta tres, cuatro o cinco horas de duración. Esto, como ley ordinaria, está desaconsejado. Dos horas con tiempo para la alabanza, la enseñanza y los testimonios es un tiempo aceptable. Haya mucha espontaneidad y mucha participación, pero cierto orden, pues, nos diría S. Pablo, "Dios no es un Dios de confusión, sino de paz”. “Cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación; pero que todo sea para edificación”(1 Cor 14,26).

DESCUBRAMOS LA ALABANZA Y MEDIOS DE EXPRESARLA

La alabanza es algo que caracteriza la Renovación Carismática. No se concibe un grupo de la Renovación en el que sus miembros no hayan descubierto la alabanza y ésta se exprese en la gran variedad de formas que conocemos.
Los responsables de los grupos tienen en esto una gran misión que cumplir. Es necesario que den instrucción frecuente sobre las diversas formas de oración y que alienten a todos los miembros a aceptarlas. A veces grupos que empiezan tienen reparo a cantar en lenguas. Creen que van a espantar a los nuevos que visitan el grupo.
No seamos tan aferrados a nuestros juicios humanos. "Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado, de las cuales también hablamos, no con palabras aprendidas de la sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales» (1 Cor 2.12•13).
Por esto hemos comprobado cómo el Espíritu nos hace ver que es muy conveniente instruir a los hermanos en estas actividades y que si nos abstenemos de hacerla no obramos de acuerdo con sus insinuaciones.
Todos hemos de mantener vivo un gran deseo de expresar nuestra alabanza al Señor y este anhelo ha de compartirse con todos los miembros. Hay quien piensa que no tiene importancia levantar los brazos, pero el Señor nos hace ver que orar con los brazos levantados es un modo muy apropiado de alabar y que esta actitud crea en principio en nosotros un sentimiento de filiación y de sumisión total a Dios. Por tanto dejemos a un lado nuestras inhibiciones y respetos, porque el Espíritu no los necesita.

La exhortación nos ayudará a alentar al grupo, sobre todo al empezar la reunión, momento en el que más necesitamos centrar nuestros corazones en el Señor. Si sabemos dar todos una respuesta unánime a tal invitación, veremos cómo la alabanza brota espontánea como vibraciones de toda la asamblea.
Otras veces nos valdremos de la palabra de alabanza. Esto será en el momento en que cada uno ora en voz alta y de forma espontánea con sus propias palabras, unos en lenguas, otros en su propio idioma, otros con un sencillo murmullo: el Espíritu guía muchas voces. Las "palabras de alabanza” surgen entonces como el resonar de muchas aguas, lo cual crea una unidad de corazones con la que el Señor quiere profundizar nuestra experiencia de oración en la asamblea.

El canto en el Espíritu es el canto de la palabra de alabanza. Es un canto espontáneo: unos cantan en lenguas, otros en su propia lengua y otros cantan con un leve susurro. El Espíritu une melodías en armonía, contrapunto y disonancia que a veces envidian los entendidos en música. A veces es una sola persona la que canta en canto inspirado, canción inspirada que excita a la asamblea hacia la alabanza y contagia de gozo a todos los que participan. El canto en el espíritu sumerge al grupo en adoración profunda y le dispone para escuchar una profecía.
El testimonio o el compartir con los demás las grandes misericordias del Señor en nuestras vidas dispone también para la alabanza proclamando la gloria del Señor. Al mismo tiempo el testimonio del hermano que habla por propia experiencia edifica la fe y la confianza de todos los demás.


LINEAS DE FUERZA EN EL GRUPO

Las reuniones de oración de los grupos de la Renovación Carismática son una vuelta a la espontaneidad de las primeras comunidades cristianas.
Por los datos que nos suministra el Nuevo Testamento vemos que en aquellas comunidades destacaban los siguientes elementos:
- Se alababa y celebraba al Señor con salmos y cantos Inspirados (Ef. 5.19).
- Se proclamaba la Palabra del Señor y los testigos que estaban presentes contaban en la reunión lo que Jesús había dicho y hecho (Col 3,16-17).
- Se tenía la “fracción del pan" O Cena del Señor.
- Tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.

La reunión de oración de un grupo de la Renovación se caracteriza por cinco líneas de fuerza que lo definen y distinguen:
1.º Presencia de Jesús: Hay una toma de conciencia de la presencia del Señor en medio del grupo, cumpliendo El su promesa “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy en medio de ellos" (Mt. 18,20). Presencia, además, con su poder y con su amor para curar, iluminar, fortalecer, hablar y reconfortar. Esta es la clave de la oración del grupo.

2º. Apertura al Espíritu Santo:
Se empieza siempre invocando al Espíritu, y cada miembro así como el grupo entero se abre a la acción del Espíritu que nos lleva a experimentar y sentirnos como hijos de Dios, que nos introduce en el misterio y conocimiento de Jesús Hijo de Dios y derrama su amor en nuestros corazones (Rom. 5,5).

3º. Oración de alabanza: Es la expresión de todo lo que el Señor está haciendo en cada uno y también en el grupo o en la comunidad. Hay verdadera necesidad de cantar las maravillas del Señor, de alabarle, alegrarnos y regocijarnos con El. Predomina la alabanza sobre las otras clases de oración (petición, perdón, etc.). La alabanza tiene una gran fuerza para elevar enseguida el tono del grupo y hacerlo receptivo de la acción del Espíritu.

4º. Comunión en el Espíritu y con Jesús: Al experimentar que también nos sentimos compenetrados con el Señor y con los hermanos que participan en la reunión, y que nos penetran las palabras y sentimientos del Señor. Es cuando el Señor empieza a construir el grupo y la comunidad y percibimos cómo empezamos a formar un solo cuerpo con el Señor y nos sentimos miembros unos de otros. Empezamos también a escuchar a los demás. a compadecernos de ellos, a amarlos: es un amor con el que el Señor empapa todo el grupo.
5º. Palabra de Días: Si, que "la palabra de Dios habite en vosotros con toda su riqueza”. (Col 3,16): se siente como palabra vida, como mensaje de Dios acogido con gozo y hambre, que da alimento a toda la oración.
El que dirige la oración ha de estar siempre muy atento para que se mantengan siempre estas líneas de fuerza durante toda la reunión Sí alguna de ellas falta, es que se está desvirtuando la reunión de oración.

Fiesta Patronal de Nuestra Señora de Lourdes

Día 11 de Febrero a 20 horas, procesión y Misa. Te esperamos

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE LA SANACIÓN INTERIOR

Extraído del Libro "Manual del Laico para el Ministerio de Sanación" del autor Rev. Robert De Grandis S.S.J.

Yo soy la vid, ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada" (Jn. 15:5).

Se dice que San Francisco Javier enseñó a los niños en India a orar y sanar a los enfermos. Después de haber sido sanados, eran traídos ante él y éste les explicaba lo que había ocurrido. Se dice también que Vicente Ferrer, el domínico, resucitó más gente de la tumba que Jesús. Estas personas no fueron más perfectas de lo que somos nosotros y todos estamos habilitados por el mismo Espíritu Santo que reside dentro de cada uno de nosotros. Se supone que podemos hacer obras más grandes que Jesús, "...pero les digo: el que cree en mí hará las mismas cosas que yo hago y aún hará cosas mayores" (Jn. 14:12).

Las siguientes son unas guías que a veces denomino "mandamientos". Pueden ser de utilidad en tus esfuerzos de orar por la sanación de las demás.

1. Cree que Dios, por lo general, quiere que todos los hombres estén sanos, saludables, íntegros en cuerpo, mente y espíritu.
"Cuando Jesús bajó del monte, lo siguió mucha gente. Un leproso vino a arrodillarse delante de él y le dijo: Señor, si quieres, tú puedes limpiarme. Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: ¡Lo quiero, queda limpio! (Mt. 8:1-3). En este pasaje bíblico tomado de la Biblia de Jerusalén hay admiración al final de la contestación dada por Jesús. Por un momento, imagínense el tono de la voz de Jesús diciendo: "Por supuesto, ¿no se fijaron en lo que les estaba diciendo a las personas allí en el camino? No se fijaron en lo que hice ayer y ahora me preguntan: ¿Quiero sanarlos? Por supuesto que sí. ¡Sanaos!"

Esta historia, tomada del Evangelio, ilustra convincentemente el deseo de Jesús de sanar a todo aquel que viniera a El. Está escrita cuatro veces en los Evangelios: Jesús quería que todo aquel que viniera a El fuera sanado; Mateo 8:16, Mateo 12:15, Lucas 4:40, Lucas 6:19. Las mismas obras que Jesús realizó, las comisionó a sus apóstoles y discípulos. Nunca los envió únicamente a predicar, todo lo contrario. Siempre dijo: "Prediquen la Palabra y sanen al enfermo". En mi opinión, la predicación y la sanación son inseparables.

Jesús dio a sus apóstoles las siguientes instrucciones: No vayan a tierras extranjeras ni entren en ciudades de los samaritanos, sino que primero vayan en busca de las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Mientras vayan caminando, proclamen que el Reino de Dios se ha acercado. Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Den gratuitamente, puesto que recibieron gratuitamente" (Mt 10:5-8). Nuestra misión, hoy día, es como fue la de los apóstoles en su época, convertirnos en seguidores de Jesús. Como católicos hemos aceptado abiertamente la invitación de ser testigos de Jesús, hacer sus obras ahora como El las hubiera hecho, a través del poder del sacramento de la confirmación. Por lo tanto, ahora que tú empiezas a orar por los enfermos y a leer el Nuevo Testamento prestando especial atención a la sanación, puedes preguntarte: ¿Dónde he estado todos estos años? Los Evangelios claramente expresan lo que Jesús dijo: "Prediquen el Evangelio y sanen a los enfermos".

En el libro Sanación de Francis MacNutt hay un capítulo sobre sanación que recomiendo leer a todos. "El mensaje fundamental de la cristiandad: Jesús salva". MacNutt dice que el mensaje del Evangelio es que Jesús salva y los domingos cuando el sacerdote o predicador está en el púlpito, debe predicar precisamente esto. Este simple mensaje puede ser enseñado, bien sea por la palabra hablada o dada, o por la comprensión que la gente derive a través de la sanación. Creo que Jesús concibió ambas cosas.

Cuando Kathryn Kuhlman vino a Mobile, Alabama en 1975, las entradas se agotaron. De hecho, hubo mucha gente que se quedó sin entrar. Por la misma época se presentó también en Mobile otro evangelista, un excelente orador y quien contaba con una enorme campaña publicitaria, pero que no contó con la cantidad de público que fue a escuchar a Kathryn Kuhlman. El único método que utilizó fue el de la predicación mientran que Kathryn usó la predicación y la sanación. Siempre que se han utilizado la predicación y la sanación, los ofrecimientos de Jesús, los auditorios donde se han llevado a cabo las presentaciones no han tenido la capacidad suficiente para albergar a toda la gente que ha querido acudir. Esto ha ocurrido en muchas ocasiones.

En mi propio ministerio tuve la misma experiencia recientemente cuando estaba en unos retiros espirituales en Brasil con sacerdotes, religiosas y laicos. La noticia de que se estaban llevando a cabo unos retiros espirituales de sanación se esparció por todos los vecindarios. Las puertas del lugar donde se desarrollaban los retiros fueron colmadas por personas provenientes de toda la región que querían asistir. ¿Por qué? Porque hay una atracción natural hacia la sanación. Esta atracción fue evidente también en la época de Jesús, cuando leemos que era seguido por multitudes. Todos necesitamos sanación, de una forma o de otra, porque seguimos siendo personas con necesidades.

Algunos teólogos afirman que el Señor no sana a la gente enferma de hoy porque esto era solamente para las personas del siglo primero. Sin embargo, en estas épocas modernas podemos ver claramente como la gente común y corriente tiene, en cierto sentido, un entendimiento más profundo del Señor, y visitan santuarios para hallar sanación, o siguen a predicadores, o acuden a la última aparición de Nuestra Santísima Madre para ser sanados. Personalmente, no tengo nada en contra de tomar un avión para ir a Lourdes, claro que el ochenta por ciento de los cristianos hoy en día no puede costearse este lujo, y la cristiandad no es sólo ese veinte por ciento que puede saltar a un avión e ir a santuarios o a lugares santos. La cristiandad está siempre a disposición de todos los hombres sin importar su raza, y el poder de sanación de Jesucristo está donde haya un cristiano, donde haya una apertura al poder sanador del Señor Jesucristo.

Mi método total de sanación se basa en la idea de que la sanación es "una respuesta a la oración", opinión que ha sido objetada por algunas personas. Otros la ubican en la comunidad. Esto está bien ya que queremos darle importancia a la comunidad. Si podemos creer en el amor que el Señor nos tiene, entonces, El va a actuar a través de nosotros, que somos sus instrumentos, para darnos la respuesta a nuestra oración. Yo creo que Jesús, por lo general, quiere que todos los hombres sean sanados, porque El prometió darnos signos. "Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre(...) pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán (Mc 16:17-18). Este relato bíblico refleja la actitud de Jesús sobre la sanación, fue resaltado, utilizado y vivido entre los primeros cristianos y cuyo poder nos fue dado a nosotros por el Evangelio según San Marcos.

En cada sanación existen cuatro factores: la persona que ora, la persona por la que se ora, la oración que se dice y la fe de la comunidad. Mencionaré aquí brevemente el cuarto factor. ¿Cuánta fe tenemos dentro de la comunidad católica para alcanzar la sanación? Hago siempre énfasis en la fe de la comunidad porque la experiencia me ha mostrado lo importante que es. Por ejemplo, estando en Birmingham, Alabama, una mujer que había pertenecido a la iglesia pentecostal antes de ser católica, me dijo un día algo con respecto a sus experiencias de sanación: "Padre, cada vez que nos enfermábamos, como miembros de la Iglesia pentecostal, acudían los ancianos y el ministro, nos ungían y nos sanaban en cada oportunidad. Nunca supe lo que era ir a donde el doctor. Hacíamos lo que la Biblia indica: El que esté enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia para que rueguen por él, ungiéndolo con aceite en el Nombre del Señor (Stgo. 5:14).

Esta mujer me hizo reflexionar sobre la fe de la comunidad que oró por ella. Concluí lo siguiente: Empezamos a orar por sanación y no nos sorprendamos si nuestras oraciones son contestadas. La comunidad entera, a diario, crece en afirmación y experiencia a medida que extiende la mano y ora por la sanación de los enfermos. La experiencia es supremamente importante ya que la mayoría de nosotros duda como Santo Tomás, y necesitamos ver la sanación para creer. Es triste decirlo, pero no espero que la mayoría de los católicos crean en la sanación sino hasta que la vean debido a la fuerte resistencia que tienen. Ellos la buscan en santuarios, lugares santos, y rezando novenas.

Una de las mejores experiencias de fe en mi vida ha sido la cruzada de Kathryn Kuhlman, en la que fui testigo de 100 sanaciones en Pittsburg. Mi experiencia personal hizo crecer mi fe. Algunas personas están haciendo un seguimiento a estas cruzadas de sanación argumentando que la gente no es en realidad sanada, sino solo aparentemente. A mi modo de ver lo que pasa es que cuando las personas salen de las sesiones de sanación, la fe y el amor retornan a sus comunidades negativas en donde no hay amor, paz o alegría, sino solo rabia, frustración y culpa. Estos últimos síntomas empiezan a aflorar de nuevo y los que habían sanado se enferman de nuevo porque el ambiente donde viven no cambia.

En la cátedra de "oración de sanación", llevada a cabo en Mobile, Alabama, la gente entraba a la cafetería donde se estaban dando las clases, y los que tenían un dolor físico dejaban de sentirlo. Podían sentarse por dos horas en la clase sin experimentar ningún tipo de dolor, sintiéndose maravillosamente, pero cuando abandonaban la cafetería, el dolor regresaba. ¿Por qué? La fe de la comunidad es muy importante en toda el área de sanación y ciertamente uno de los factores primordiales.

"Señor Jesús, sé que deseas que todos te amemos en forma completa y que estemos totalmente bien para que podamos orar y alabar. Permite que el Espíritu Santo se manifieste hoy y que nos enseñe la verdad de que Tú realmente nos quieres saludables en cuerpo, mente y espíritu. Aumenta hoy nuestra fe como comunidad para creer en tu amor sanador".


2. Recibe los sacramentos tan frecuentemente como te sea posible para lograr la sanación.
Nuestro Señor Jesús dio su vida por los hombres de todas las épocas. Para continuar con su trabajo de redención y de santificación a través de los tiempos, dio a la Iglesia los siete sacramentos con el fin de moldearnos, llenarnos, usarnos y fundirnos. Básicamente, gracias a los sacramentos, el hombre se sana.

El teólogo Donald Gelpi S.J., escribió lo siguiente en su libro La piedad pentecostal: "Pero los católicos no pueden redescubrir el propósito de estos sacramentos de manera significativa a menos que estén plenamente convencidos de que estos poseen un don efectivo de sanación. Esto, simplemente, significa que no podemos desechar o desdeñar más la sanación por la fe practicada por muchos de nuestros hermanos no católicos".

Por el contrario, debemos entender su verdadero significado y lugar en la vida de cada comunidad cristiana. Debemos también contemplar el ministerio sacramental de la sanación como una parte integrante de las vocaciones sacerdotales. Y debemos llegar a un entendimiento teológico sólido de la relación entre un ministerio sacramental y un ministerio caristmático de la sanación.

Como católicos, el centro de nuestra vida espiritual es la misa, la Eucaristía. Durante la celebración de la misa encontramos oraciones maravillosas para curar la mente, el cuerpo y el espíritu. En la plegaria del Padre Nuestro encontramos una súplica: "Líbranos de todo mal". Ya que el hombre es un todo -cuerpo, mente y espíritu- no susceptible de separación, entiendo que ésta es una solicitud de protección contra el mal físico, psicológico y espiritual.

En la oración que el sacerdote dice a la congregación: "La paz del Señor esté siempre con vosotros", Cristo está presente en su gente. Esto significa repetidamente la paz total del hombre: cuerpo, mente y espíritu. Si alguien tiene un dolor intenso durante la Eucaristía, es dificil entender cómo puede estar en paz y permanecer dispuesto a recibir lo que Jesús le está ofreciendo. La paz es armonía de mente, cuerpo y espíritu que se traduce en tranquilidad. Ciertamente, las personas que se aproximaron a Jesús para ser curados sintieron esta paz dentro de ellas, y las experiencias de los que hoy se encuentran en el ministerio de la sanación tienden a estar de acuerdo con que la sanación le brinda al hombre una sensación de paz no conocida anteriormente. Por consiguiente, la misa es la oportunidad perfecta y natural de acercarse al Señor si se está sufriendo de falta de arreglo interior y se busca la paz del Señor.

La segunda oración antes de la comunión: "Señor Jesucristo, con fe en tu amor y en tu misericordia, como de tu cuerpo y bebo de tu sangre, no me condenes sino dame salud en mente y cuerpo", es una referencia directa a la sanación sin requisitos. Los sacerdotes harían bien en llamar la atención de los fieles. Ciertamente se ayudaría a muchas más personas si llegaran a la Eucaristía con la gran convicción de fe que el Señor Jesucristo las sanará. Si no decimos estas oraciones con un gran convencimiento, perdemos mucho del poder de sanación que nos brinda la misa.

Todos hemos repetido esta oración antes de la sagrada comunión: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". Pero ¿cuántos han reflexionado realmente sobre esta súplica? Esta es una magnífica oportunidad de mostrar al Señor nuestra necesidad de sanación y de esperar que, así como El se entregó por nosotros, nos dé un don menor, como es la sanación total del hombre.

El Reino de Dios está sobre nosotros y en la misa nos damos cuenta de su presencia en forma muy profunda. Este es el momento para los frutos del Reino, uno de ellos es la integridad, la cual debe ser hecha y recibida por el creyente.

Hemos recibido los sacramentos como ayuda para lograr la sanación, Dios tocando al hombre, el hombre tocando a Dios. "Extiende la mano y toca a Dios cuando El pasa", como dice la canción. Esto es lo que ocurre en los sacramentos: Jesús desciende y nos toca. Recíbelos con la confianza de recibir la sanación.

"Señor Jesús, tócanos y sánanos hoy. Renueva dentro de cada uno de nosotros nuestro compromiso de recibir tu amor sanador que nos es dado en los sacramentos".

3. Ora por el enfermo tantas veces como te sea posible
Aparentemente, entre más oremos con el enfermo, más relajada y profunda se vuelve la oración. Si éste es el caso, es valioso orar por él tantas veces como sea posible. Así como existen barreras a la sanación, el enfermo tiene barreras también y entre más se ore por él, más receptivo se volverá y más barreras se removerán, permitiendo que el amor de Dios fluya libremente.

Generalmente, cuando las familias me traen a sus enfermos, les digo: "Oren por ellos tres veces al día: en la mañana, al mediodía y en la noche. Impongan las manos sobre ellos por lo menos tres veces al día. Oren tantas veces como les sea posible, especialmente por los enfermos que hay en casa ya que se consiguen muchas más cosas de las que se creen mediante la oración". Raras veces oramos demasiado por los enfermos. El peligro está en que oramos muy poco, no lo contrario. Es imperativo que nunca dejemos de orar, sin importar que tanto lo hayamos hecho con nuestros enfermos antes. Jesús es el modelo que debemos seguir ya que El dedicó mucho tiempo de su vida a la oración.

Nosotros mismos estamos recibiendo la sanación cuando oramos por los enfermos. Estamos creciendo en amor, fe y confianza. Este crecimiento, además de justificar nuestra preocupación por la sanación de los enfermos, debe justificar una frecuente oración. Por lo tanto, sea constante y ore por los enfermos tantas veces como le sea posible.

"Señor Jesús, fortalécenos y haznos alcanzar la fe. Pon tus manos sobre los enfermos sabiendo que tu deseo de sanación es más fuerte que el nuestro. Al seguir tu ejemplo, Jesús, ayúdanos a percibir las necesidades de tu pueblo y a ayudar con compasión. Gracias, Jesús".

4. Ten confianza en el amor de Jesús para la sanación del enfermo
Cuando la mayoría de los laicos se ve ante la posibilidad de orar por otras personas para pedir sanación, se sienten temerosas porque se creen carentes de la suficiente fe. La fe personal de la mayoría se vuelve un nudo, incluso la de aquellas personas que han estado orando durante muchos años por los enfermos. El Señor sólo nos pide que tengamos fe como un grano de mostaza. Es aconsejable poner toda nuestra atención en Jesús, haciendo énfasis en el Señor y no en nuestra propia fe. Al poner nuestra fe en el amor de Jesús durante la oración, podemos orar de la siguiente manera: "Señor, tú amas a esta persona. Yo estoy aquí para canalizar tu amor y creo y confío en tu amor". Luego, si es posible, visualice a Jesús allí de pie con sus manos sobre la persona por la que se está orando; pídale a ella que haga también esta visualización. La visualización es muy importante en el ministerio de la sanación porque ayuda a enfocarnos en Jesús y no en la fe suya o en la de la persona por la que se está orando.

El don carismático de la sanación, como yo lo entiendo, es una apertura, una "pasividad" hacia el Señor. No lo puede encender y apagar. Inclusive si usted se siente como un tubo oxidado, el amor del Señor puede fluir a través suyo. El agua cristalina corre por tubos oxidados. Por esto, cuando se les enseña a los niños a orar, ocurren milagros. Los niños no tienen los complejos de los adultos. Hace algunos años, un grupo de misioneros en el Africa tradujo el Evangelio de San Juan a la lengua nativa del lugar antes de que fueran expulsados por el gobierno. Al regreso de los misioneros años más tarde, estos se quedaron atónitos al ver que los enfermos de las diversas poblaciones estaban sanos. Atribuyeron esto al hecho de que la gente estaba leyendo el Evangelio de San Juan, a que creían de todo corazón en lo que leían y a que vivían la vida cristiana escrita en el Evangelio. Esto dice mucho de cómo obra la fe en los niños y en las personas simples.: sencillamente creen. Niños de tres, cuatro, cinco años de edad han dicho: "Déjame orar por tí" Los niños oran y después corren a jugar. Poco después la mamá está sorprendida porque se sanó. En repetidas ocasiones he escuchado esta historia. Los chicos no han sido educados en teología. El Evangelio de Jesús siempre ha sido para todos los hombres sin distingos de raza, y es relativamente fácil de seguir. No es sólo para los intelectuales o los teólogos, es para todo aquel que esté abierto a El.

Hoy en día, muchos jóvenes se están adhiriendo a sectas religiosas orientales, situación que nos preocupa. Para sus seguidores, el atractivo de estas sectas religiosas parece radicar en que éstas profesan la garantía de un conocimiento profundo que conlleva a la felicidad. Puedes ir a la cima de una montaña y sentarte con un gurú y aprender los secretos de todos los tiempos, así dicen. Sin embargo, ¿no tiene sentido que tú tengas el Evangelio de Jesús que enseña a entregarse y a enlodarse los pies y ayudar al pobre, o te permite encerrarte en un armario y alcanzar la más alta contemplación? La cristiandad es, ciertamente, la religión más realista. Jesús tenía los pies en la tierra aunque pasó noches enteras orando en las montañas. Ya que profesamos la fe cristiana, sea en lo más alto de una montaña o en las calles de Calcuta o en las ciudades donde vivimos, cree en el amor de Jesús acompañándolo, confía en el amor del Señor para sanar. "No se turben; ustedes creen en Dios, crean también en mí" (Jn. 14:1).

"Señor Jesús, creemos en tu amor y creemos en tí, pero existen momentos en que estamos pensando sólo en nosotros. En estos momentos, cuando nuestra fe se tambalea, ayúdanos a centrar de nuevo nuestra atención en tí y en tu amor. Quédate con nosotros, Jesús, dondequiera que estemos, para traernos de regreso a tu luz sanadora".

5. Pon tus manos sobre la persona cuando sea razonablemente posible
Existe una comunicación especial cuando tocamos a alguien con amor. Si no lo crees, pregunta a una joven pareja de enamorados que van por la calle con las manos entrelazadas y diles que no es necesario que se tomen de las manos. Ellos te contestarán: "Usted no sabe lo que se siente". Existe, definitivamente, una comunicación por el tacto, porque es una manera no verbal de transmitir amor.

Aquellas personas, en el ministerio de la sanación, que han orado imponiendo sus manos, pueden dar fe de su poder. Muchos han sentido calor o alguna otra sensación como vibraciones cuando lo hacen. Es natural que cuando nos encontramos con alguien le estrechamos la mano. Ya que el tacto es un gesto natural de comunicación para transmitir nuestro amor y nuestra preocupación, grandes cosas parecen ocurrir cuando combinamos oración e imposición de manos.

El Nuevo Testamento cita muchos ejemplos de imposición de manos hecha por Jesús y por sus discípulos. Jesús sabía del valor de la imposición de manos.
"Entonces trajeron a Jesús algunos niños, para que les impusiera las manos y rezara por ellos" (Mt. 19:13).
"Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: Lo quiero, quedas limpio" (Mt. 8:3).
"Había ido Jesús a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre. Jesús la tomó de la mano y le pasó la fiebre" (Mt. 8:15).
"Le rogaba: Mi hija está agonizando; ven, pon tus manos sobre ella para que sane y viva" (Mc 5:23).
"Tomando la mano de la niña, le dijo: Talita Kum, que quiere decir: Niña, a tí te lo digo: levántate. Y ella se levantó al instante y empezó a corretear" (Mc. 5:41-42).
"Al verla Jesús, la llamó. Luego le dijo: Mujer, quedas libre de tu mal. Y le impuso las manos. Y ese mismo momento ella se enderezó, alabando a Dios" (Lc. 13:12-13).
"Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. Al instante fue como si le cayeran escamas de los ojos y pudo ver (Hechos 9:17).

Nosotros, como discípulos de Jesús, también somos enviados por El para comunicar su amor a través de la imposición de manos en la búsqueda de la sanación. "Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre (...) impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán" (Mc. 16:17).

"Jesús, cuando oramos por otros en tu Nombre te pedimos que uses nuestras manos como si fueran las tuyas para alcanzar y tocar a aquellos por quienes oramos. Permite que el Espíritu Santo actúe a través de nosotros hoy, especialmente cuando oramos por los miembros de nuestras familias o comunidad. Gracias Jesús por tu amor sanador que fluye a través de mí en este momento".

6. Pongamos nuestras vidas en las manos de Jesús
En la medida en que nos entreguemos más a Jesús, El vivirá más dentro de nosotros y más podrá actuar a través de nosotros. ¿No es acaso esto lo que es la vida cristiana, un total abandono en las manos del Señor? Nosotros cantamos, "A donde me lleves te seguiré", y esto es tan cierto como que tenemos que seguir a Jesús tan cerca y sinceramente como podamos.

Debemos recordar siempre que somos "sanadores divididos". No existe nadie que sea verdaderamente completo en todos los sentidos, es decir, en mente, cuerpo y espíritu. Algunos se excusan: Bien, no puedo orar por los demás porque yo mismo tengo demasiados problemas... Recuerde que somos sanadores divididos y cuanto más sirvamos de canal al Espíritu Santo, más sanación tendremos y más efectiva será nuestra intermediación.

El don del Espíritu Santo dentro de nosotros parece ser una apertura continua, de manera que cuando El quiera actuar a través de nosotros lo pueda hacer. De esto se trata. "Y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Gál. 2:20). Se trata de estar en total unión con Cristo en su Espíritu Santo. Esta es la luz de Cristo que brilla a través de nosotros.

Una de las formas en que más podemos ponernos en las manos del Señor es por medio de la alabanza. Podemos entregarnos más a Dios si lo alabamos en este momento, sin importar nuestra situación. Si pierde el camino de regreso a casa una noche cualquiera, debe orar y alabar a Dios. Si al salir de una reunión de sanación se da cuenta que su grabadora portátil no está funcionando, alabe a Dios. La alabanza es una hermosa forma de espiritualidad porque se mezcla de manera perfecta con lo que hemos aprendido, que es el don de ser capaces de vivir en el momento presente.

Debemos recordar siempre que Jesús es el sanador y que "...sin mí no pueden hacer nada" (Jn. 15:5). Somos únicamente el canal que El escoge. Su Espíritu actuará con mayor libertad a través de una oración profunda a la vida, una alabanza y una constante dependencia de El.

"Jesús, aumenta mi dependencia en tí a medida que mi entrega se hacer mayor por el poder de la oración y de la alabanza en mi vida diaria. Me entrego a ti en forma completa y te pido que tu Espíritu me llene de luz y permita que cada parte de mi mente sea iluminada. A tí Señor Jesús, el poder y la gloria por siempre jamás".

7. Perdona a todos los que te han ofendido o herido
La falta de perdón es una de las pocas cosas que son una verdadera barrera para lograr la sanación. Algunos dirían que la falta de fe es lo más, pero la experiencia que tengo en mi propio ministerio me ha demostrado que la falta de perdón es el obstáculo más común. Muchas, veces, personas de poca fe son sanadas por la inmensa fe de la comunidad, pero si la persona por la que se está orando alberga falta de perdón, no se sanará hasta que haya perdonado del todo. El poder sanador del Señor Jesucristo no puede penetrar debido a la falta de perdón. "Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre celestial los perdonará. En cambio si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes" (Mt. 6:14-15).

La gente nunca está segura de haber perdonado. Frecuentemente me preguntan: ¿cómo se sabe que uno perdonó del todo? Siempre respondo: Cuando ore por la persona que lo ofendió o hirió, puede estar absolutamente seguro de que fue perdonado porque al orar por ella, se está pidiendo al Señor que le brinde a esta persona bondad y cosas buenas. Amar es desear lo que más le convenga al otro y hacer lo que razonablemente se puede para brindarle felicidad y cosas buenas. Las definiciones de amor y oración en estas circunstancias son paralelas: en la oración se pide lo que más convenga y en el amor se desea lo mejor. Por lo tanto, cuando oramos por una persona, nuestra oración se convierte en manifestación de amor en acción. Lo repito una vez más, una vez que hayamos orado por alguien sinceramente, podemos estar seguros de que la hemos perdonado en un acto de voluntad. ¡El perdón es decisión, no sentimiento!.

Es la decisión de perdonar la que te libera y te redime, y esto es todo lo que el Señor te pide.

"Jesús, ayúdame a amar y a orar por aquellos que me han herido porque conozco tu amor y los perdono incondicionalmente así como tú me has perdonado. Dejo bajo tu luz sanadora cualquier resentimiento o falta de perdón que albergue hacia ellos. Elevo una oración en este momento por la persona que más me haya ofendido en la vida y te pido que colmes de bendiciones su vida. Te agradezco el haberme liberado del mal de la falta de perdón".

8. Ora por quienes te han herido
Cree en las palabras de Jesús, "Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen a la puerta y les abrirán" (Mt. 7:7). La sanación no es otra coas que un ministerio de oración y fe, y el Señor lo dice claramente en las Escrituras.

Como dije con anterioridad, cuando oramos por una persona se puede estar razonablemente seguro de que estamos amando y haciendo lo mejor que podemos. Le pedimos al Señor que le brinde bienestar en su vida. Si después de haber orado por alguien todavía sentimos dolor, podemos pedirle al Señor que sane este sentimiento. Un método para eliminar los sentimientos negativos es visualizar a la persona en nuestra mente y verla como Dios la ve. Decimos: "Te perdono y te amo porque Jesús te ama". Podemos repetir esto cuantas veces sea necesario y tan despacio como sea posible para permitir que el amor de Nuestro Señor Jesús se haga presente y sature a esta persona. Eventualmente, se producirá un verdadero cambio en nuestros sentimientos y actitudes hacia la persona por quien estamos orando.

Durante mis clases de oración de sanación en la Diócesis de Mobile, Alabama, iniciada hace muchos años, la gente me pedía que continuara después del curso de seis semanas porque apenas empezaban a entender el Nuevo Testamento bajo una nueva perspectiva. Sus mentes habían sido iluminadas por medio del ministerio de la oración de sanación. Esto ocurrió en 1974 y el curso todavía existe. Había un promedio de 250 personas por curso; mitad católicos, mitad no católicos. A los tímidos católicos se les enseñó la oración de sanación y contaron después como no salían de su asombro al ver las sanaciones que estaban ocurriendo, en la medida que ampliaban su oración pidiendo por su familia y otras personas. La sanación ocurrirá durante la oración porque ésta es la voluntad del Señor Jesucristo. "La súplica del justo tiene mucho poder..." (Stgo. 5:16). "Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan" (Lc. 6:27-28)

"Jesús, a veces, mes es dificil orar por aquellos que me han herido o han abusado de mi ya que estoy concentrado en mi dolor y no en tí ni en el amor que prodigas tanto a mí, como a ellos. Ayúdame, Jesús, en la ardua lucha que libro en estos momentos y libera dentro de mí, por el poder de tu Espíritu Santo, la gracia de orar por ellos como tú lo harías. Gracias por tu luz y tu amor en este momento".

9. Cree en las palabras de Jesús sin poner atención a lo que parece estar sucediendo
"Jesús le contestó: En verdad les digo: si tienen realmente fe y no vacilan, no solamente harán lo que acabo de hacer con la higuera, sino que dirán a ese cerro: Quítate de ahí y échate al mar, y así sucederá. Todo lo que pidan con una oración llena de fe, lo conseguirán". (Mt. 21:21-22) Desde la montaña estamos haciendo que sucedan cosas. ¿significa esto, literalmente que debemos mover montañas, o podría significar mover las montañas de maldad, falta de amor, falta de fe, ansiedad, miedo, frustración, bronquitis, artritis, pies y espaldas doloridos? Estas son las montañas de mal que tenemos en nuestras vidas por las que podemos orar y decir: ¡Deseparezcan en el Nombre del Señor! ¡Láncense al mar!

Es cierto, el Señor ha prometido honrar las plegarias de los fieles. Cuando oremos, depositemos toda nuestra confianza en la Palabra del Señor. Inclusive si aún después de haber orado no vemos un cambio inmediato, debemos aferrarnos a las promesas de Cristo. Mientras más nos saturemos con las palabras de Jesús en las Escrituras, más fe tendremos dentro de nosotros y más capaces seremos de pedir sanación.
"Jesús, me aferro y confío en tí y en tus palabras como aparecen en las Escrituras. Que tu amor sanador fluya de mí hacia los demás así como creo en tu deseo de que todos disfrutemos de tu vida en abundancia. Te pido que me uses como instrumento de tu amor sanador, hoy".

10. Alaba y da gracias a Jesús por su amor tantas veces como te sea posible
Es imperativo que alabemos y demos gracias al Señor por todas las cosas: por la oración contestada y por la que no. Más alabemos y demos gracias al Señor, con mayor perfección pondremos en práctica el primer gran mandamiento: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza..." (Lc. 10:27).

A medida que abrimos nuestros corazones y mentes en alabanza al Señor, nos estamos abriendo a su poder sanador. La mayoría de estas personas gasta su vida lamentándose de sus problemas, dolores y sufrimientos. Están tan absortas en sus dificultades que éstas se convierten en el centro de su oración cuando este lugar debe ser ocupado por el Señor. Cuando alabamos y damos gracias a Dios, hacemos de Jesús el centro de nuestra oración y nos apartamos de nuestro centro. A medida que apartamos la vista de nosotros y la volvemos hacia el Señor, El se manifiesta de manera extraordinaria. Cuando alabamos al Señor, le estamos dedicando nuestra atención y, olvidándonos de nosotros, nos volvemos más receptivos a lo que El tiene para darnos.

Cuando una persona recibe oraciones de sanación, la podemos invitar a una reunión y pedirle que de gracias y alabe al Señor por el trabajo que el Espíritu Santo está haciendo dentro de ella. De esta manera, la persona se apresta a recibir la sanación que probablemente ya se está llevando a cabo.

Recomiendo los libros escritos por Merlín Carothers, Campo de Alabanza, El poder de la Alabanza y Respuestas a la Alabanza, con el fin de llevar a cabo un excelente estudio sobre la alabanza en nuestras vidas. Estos libros son lectura obligatoria para todo cristiano, especialmente para quienes están en el ministerio de la sanación. Ha sido una herramienta invaluable en mi propio ministerio.

"Padre celestial, te damos gracias y te alabamos por el hermoso don que nos has dado en Jesús y por el maravilloso poder que existe cuando abrimos nuestros corazones en la oración. Señor, te pido que todos te alabemos y te demos gracias siempre y en todo lugar. Te pido que te alabemos y te demos gracias sin importar las circunstancias por las que estemos pasando, y que tu amor nos llene en abundancia. Que cuando estemos sufriendo alguna pena o apretando los dientes, podamos ser capaces de alabarte sabiendo que todas las cosas funcionan para aquellos que amas. Pido que tu amor sanador fluya en nosotros y que las áreas difíciles de nuestra existencia sean sanadas, especialmente la de la autoestima. Que podamos aprender a amarnos para poder amarte y amar a los demás.
Te damos gracias y te alabamos, Jesús, por el trabajo que estás realizando dentro de nosotros en este momento. Amén".

FIESTA PATRONAL

Te esperamos el proximo 11 de febrero a las 20 horas a participar de la procesión y Misa en el día de nuestra Patrona la virgen de lourdes. Av. Rocha 1290 Pergamino

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE LA SANACIÓN INTERIOR

Los diez mandamientos de la Sanación

Extraído del Libro "Manual del Laico para el Ministerio de Sanación" del autor Rev. Robert De Grandis S.S.J.


Yo soy la vid, ustedes las ramas. Si alguien permanece en mí, y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada" (Jn. 15:5).

Se dice que San Francisco Javier enseñó a los niños en India a orar y sanar a los enfermos. Después de haber sido sanados, eran traídos ante él y éste les explicaba lo que había ocurrido. Se dice también que Vicente Ferrer, el domínico, resucitó más gente de la tumba que Jesús. Estas personas no fueron más perfectas de lo que somos nosotros y todos estamos habilitados por el mismo Espíritu Santo que reside dentro de cada uno de nosotros. Se supone que podemos hacer obras más grandes que Jesús, "...pero les digo: el que cree en mí hará las mismas cosas que yo hago y aún hará cosas mayores" (Jn. 14:12).

Las siguientes son unas guías que a veces denomino "mandamientos". Pueden ser de utilidad en tus esfuerzos de orar por la sanación de las demás.


1. Cree que Dios, por lo general, quiere que todos los hombres estén sanos, saludables, íntegros en cuerpo, mente y espíritu.

"Cuando Jesús bajó del monte, lo siguió mucha gente. Un leproso vino a arrodillarse delante de él y le dijo: Señor, si quieres, tú puedes limpiarme. Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: ¡Lo quiero, queda limpio! (Mt. 8:1-3). En este pasaje bíblico tomado de la Biblia de Jerusalén hay admiración al final de la contestación dada por Jesús. Por un momento, imagínense el tono de la voz de Jesús diciendo: "Por supuesto, ¿no se fijaron en lo que les estaba diciendo a las personas allí en el camino? No se fijaron en lo que hice ayer y ahora me preguntan: ¿Quiero sanarlos? Por supuesto que sí. ¡Sanaos!"

Esta historia, tomada del Evangelio, ilustra convincentemente el deseo de Jesús de sanar a todo aquel que viniera a El. Está escrita cuatro veces en los Evangelios: Jesús quería que todo aquel que viniera a El fuera sanado; Mateo 8:16, Mateo 12:15, Lucas 4:40, Lucas 6:19. Las mismas obras que Jesús realizó, las comisionó a sus apóstoles y discípulos. Nunca los envió únicamente a predicar, todo lo contrario. Siempre dijo: "Prediquen la Palabra y sanen al enfermo". En mi opinión, la predicación y la sanación son inseparables.

Jesús dio a sus apóstoles las siguientes instrucciones: No vayan a tierras extranjeras ni entren en ciudades de los samaritanos, sino que primero vayan en busca de las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Mientras vayan caminando, proclamen que el Reino de Dios se ha acercado. Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Den gratuitamente, puesto que recibieron gratuitamente" (Mt 10:5-8). Nuestra misión, hoy día, es como fue la de los apóstoles en su época, convertirnos en seguidores de Jesús. Como católicos hemos aceptado abiertamente la invitación de ser testigos de Jesús, hacer sus obras ahora como El las hubiera hecho, a través del poder del sacramento de la confirmación. Por lo tanto, ahora que tú empiezas a orar por los enfermos y a leer el Nuevo Testamento prestando especial atención a la sanación, puedes preguntarte: ¿Dónde he estado todos estos años? Los Evangelios claramente expresan lo que Jesús dijo: "Prediquen el Evangelio y sanen a los enfermos".

En el libro Sanación de Francis MacNutt hay un capítulo sobre sanación que recomiendo leer a todos. "El mensaje fundamental de la cristiandad: Jesús salva". MacNutt dice que el mensaje del Evangelio es que Jesús salva y los domingos cuando el sacerdote o predicador está en el púlpito, debe predicar precisamente esto. Este simple mensaje puede ser enseñado, bien sea por la palabra hablada o dada, o por la comprensión que la gente derive a través de la sanación. Creo que Jesús concibió ambas cosas.

Cuando Kathryn Kuhlman vino a Mobile, Alabama en 1975, las entradas se agotaron. De hecho, hubo mucha gente que se quedó sin entrar. Por la misma época se presentó también en Mobile otro evangelista, un excelente orador y quien contaba con una enorme campaña publicitaria, pero que no contó con la cantidad de público que fue a escuchar a Kathryn Kuhlman. El único método que utilizó fue el de la predicación mientran que Kathryn usó la predicación y la sanación. Siempre que se han utilizado la predicación y la sanación, los ofrecimientos de Jesús, los auditorios donde se han llevado a cabo las presentaciones no han tenido la capacidad suficiente para albergar a toda la gente que ha querido acudir. Esto ha ocurrido en muchas ocasiones.

En mi propio ministerio tuve la misma experiencia recientemente cuando estaba en unos retiros espirituales en Brasil con sacerdotes, religiosas y laicos. La noticia de que se estaban llevando a cabo unos retiros espirituales de sanación se esparció por todos los vecindarios. Las puertas del lugar donde se desarrollaban los retiros fueron colmadas por personas provenientes de toda la región que querían asistir. ¿Por qué? Porque hay una atracción natural hacia la sanación. Esta atracción fue evidente también en la época de Jesús, cuando leemos que era seguido por multitudes. Todos necesitamos sanación, de una forma o de otra, porque seguimos siendo personas con necesidades.

Algunos teólogos afirman que el Señor no sana a la gente enferma de hoy porque esto era solamente para las personas del siglo primero. Sin embargo, en estas épocas modernas podemos ver claramente como la gente común y corriente tiene, en cierto sentido, un entendimiento más profundo del Señor, y visitan santuarios para hallar sanación, o siguen a predicadores, o acuden a la última aparición de Nuestra Santísima Madre para ser sanados. Personalmente, no tengo nada en contra de tomar un avión para ir a Lourdes, claro que el ochenta por ciento de los cristianos hoy en día no puede costearse este lujo, y la cristiandad no es sólo ese veinte por ciento que puede saltar a un avión e ir a santuarios o a lugares santos. La cristiandad está siempre a disposición de todos los hombres sin importar su raza, y el poder de sanación de Jesucristo está donde haya un cristiano, donde haya una apertura al poder sanador del Señor Jesucristo.

Mi método total de sanación se basa en la idea de que la sanación es "una respuesta a la oración", opinión que ha sido objetada por algunas personas. Otros la ubican en la comunidad. Esto está bien ya que queremos darle importancia a la comunidad. Si podemos creer en el amor que el Señor nos tiene, entonces, El va a actuar a través de nosotros, que somos sus instrumentos, para darnos la respuesta a nuestra oración. Yo creo que Jesús, por lo general, quiere que todos los hombres sean sanados, porque El prometió darnos signos. "Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre(...) pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán (Mc 16:17-18). Este relato bíblico refleja la actitud de Jesús sobre la sanación, fue resaltado, utilizado y vivido entre los primeros cristianos y cuyo poder nos fue dado a nosotros por el Evangelio según San Marcos.

En cada sanación existen cuatro factores: la persona que ora, la persona por la que se ora, la oración que se dice y la fe de la comunidad. Mencionaré aquí brevemente el cuarto factor. ¿Cuánta fe tenemos dentro de la comunidad católica para alcanzar la sanación? Hago siempre énfasis en la fe de la comunidad porque la experiencia me ha mostrado lo importante que es. Por ejemplo, estando en Birmingham, Alabama, una mujer que había pertenecido a la iglesia pentecostal antes de ser católica, me dijo un día algo con respecto a sus experiencias de sanación: "Padre, cada vez que nos enfermábamos, como miembros de la Iglesia pentecostal, acudían los ancianos y el ministro, nos ungían y nos sanaban en cada oportunidad. Nunca supe lo que era ir a donde el doctor. Hacíamos lo que la Biblia indica: El que esté enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia para que rueguen por él, ungiéndolo con aceite en el Nombre del Señor (Stgo. 5:14).

Esta mujer me hizo reflexionar sobre la fe de la comunidad que oró por ella. Concluí lo siguiente: Empezamos a orar por sanación y no nos sorprendamos si nuestras oraciones son contestadas. La comunidad entera, a diario, crece en afirmación y experiencia a medida que extiende la mano y ora por la sanación de los enfermos. La experiencia es supremamente importante ya que la mayoría de nosotros duda como Santo Tomás, y necesitamos ver la sanación para creer. Es triste decirlo, pero no espero que la mayoría de los católicos crean en la sanación sino hasta que la vean debido a la fuerte resistencia que tienen. Ellos la buscan en santuarios, lugares santos, y rezando novenas.

Una de las mejores experiencias de fe en mi vida ha sido la cruzada de Kathryn Kuhlman, en la que fui testigo de 100 sanaciones en Pittsburg. Mi experiencia personal hizo crecer mi fe. Algunas personas están haciendo un seguimiento a estas cruzadas de sanación argumentando que la gente no es en realidad sanada, sino solo aparentemente. A mi modo de ver lo que pasa es que cuando las personas salen de las sesiones de sanación, la fe y el amor retornan a sus comunidades negativas en donde no hay amor, paz o alegría, sino solo rabia, frustración y culpa. Estos últimos síntomas empiezan a aflorar de nuevo y los que habían sanado se enferman de nuevo porque el ambiente donde viven no cambia.

En la cátedra de "oración de sanación", llevada a cabo en Mobile, Alabama, la gente entraba a la cafetería donde se estaban dando las clases, y los que tenían un dolor físico dejaban de sentirlo. Podían sentarse por dos horas en la clase sin experimentar ningún tipo de dolor, sintiéndose maravillosamente, pero cuando abandonaban la cafetería, el dolor regresaba. ¿Por qué? La fe de la comunidad es muy importante en toda el área de sanación y ciertamente uno de los factores primordiales.


"Señor Jesús, sé que deseas que todos te amemos en forma completa y que estemos totalmente bien para que podamos orar y alabar. Permite que el Espíritu Santo se manifieste hoy y que nos enseñe la verdad de que Tú realmente nos quieres saludables en cuerpo, mente y espíritu. Aumenta hoy nuestra fe como comunidad para creer en tu amor sanador".


2. Recibe los sacramentos tan frecuentemente como te sea posible para lograr la sanación.

Nuestro Señor Jesús dio su vida por los hombres de todas las épocas. Para continuar con su trabajo de redención y de santificación a través de los tiempos, dio a la Iglesia los siete sacramentos con el fin de moldearnos, llenarnos, usarnos y fundirnos. Básicamente, gracias a los sacramentos, el hombre se sana.

El teólogo Donald Gelpi S.J., escribió lo siguiente en su libro La piedad pentecostal: "Pero los católicos no pueden redescubrir el propósito de estos sacramentos de manera significativa a menos que estén plenamente convencidos de que estos poseen un don efectivo de sanación. Esto, simplemente, significa que no podemos desechar o desdeñar más la sanación por la fe practicada por muchos de nuestros hermanos no católicos".

Por el contrario, debemos entender su verdadero significado y lugar en la vida de cada comunidad cristiana. Debemos también contemplar el ministerio sacramental de la sanación como una parte integrante de las vocaciones sacerdotales. Y debemos llegar a un entendimiento teológico sólido de la relación entre un ministerio sacramental y un ministerio caristmático de la sanación.

Como católicos, el centro de nuestra vida espiritual es la misa, la Eucaristía. Durante la celebración de la misa encontramos oraciones maravillosas para curar la mente, el cuerpo y el espíritu. En la plegaria del Padre Nuestro encontramos una súplica: "Líbranos de todo mal". Ya que el hombre es un todo -cuerpo, mente y espíritu- no susceptible de separación, entiendo que ésta es una solicitud de protección contra el mal físico, psicológico y espiritual.

En la oración que el sacerdote dice a la congregación: "La paz del Señor esté siempre con vosotros", Cristo está presente en su gente. Esto significa repetidamente la paz total del hombre: cuerpo, mente y espíritu. Si alguien tiene un dolor intenso durante la Eucaristía, es dificil entender cómo puede estar en paz y permanecer dispuesto a recibir lo que Jesús le está ofreciendo. La paz es armonía de mente, cuerpo y espíritu que se traduce en tranquilidad. Ciertamente, las personas que se aproximaron a Jesús para ser curados sintieron esta paz dentro de ellas, y las experiencias de los que hoy se encuentran en el ministerio de la sanación tienden a estar de acuerdo con que la sanación le brinda al hombre una sensación de paz no conocida anteriormente. Por consiguiente, la misa es la oportunidad perfecta y natural de acercarse al Señor si se está sufriendo de falta de arreglo interior y se busca la paz del Señor.

La segunda oración antes de la comunión: "Señor Jesucristo, con fe en tu amor y en tu misericordia, como de tu cuerpo y bebo de tu sangre, no me condenes sino dame salud en mente y cuerpo", es una referencia directa a la sanación sin requisitos. Los sacerdotes harían bien en llamar la atención de los fieles. Ciertamente se ayudaría a muchas más personas si llegaran a la Eucaristía con la gran convicción de fe que el Señor Jesucristo las sanará. Si no decimos estas oraciones con un gran convencimiento, perdemos mucho del poder de sanación que nos brinda la misa.

Todos hemos repetido esta oración antes de la sagrada comunión: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". Pero ¿cuántos han reflexionado realmente sobre esta súplica? Esta es una magnífica oportunidad de mostrar al Señor nuestra necesidad de sanación y de esperar que, así como El se entregó por nosotros, nos dé un don menor, como es la sanación total del hombre.

El Reino de Dios está sobre nosotros y en la misa nos damos cuenta de su presencia en forma muy profunda. Este es el momento para los frutos del Reino, uno de ellos es la integridad, la cual debe ser hecha y recibida por el creyente.

Hemos recibido los sacramentos como ayuda para lograr la sanación, Dios tocando al hombre, el hombre tocando a Dios. "Extiende la mano y toca a Dios cuando El pasa", como dice la canción. Esto es lo que ocurre en los sacramentos: Jesús desciende y nos toca. Recíbelos con la confianza de recibir la sanación.


"Señor Jesús, tócanos y sánanos hoy. Renueva dentro de cada uno de nosotros nuestro compromiso de recibir tu amor sanador que nos es dado en los sacramentos".


3. Ora por el enfermo tantas veces como te sea posible

Aparentemente, entre más oremos con el enfermo, más relajada y profunda se vuelve la oración. Si éste es el caso, es valioso orar por él tantas veces como sea posible. Así como existen barreras a la sanación, el enfermo tiene barreras también y entre más se ore por él, más receptivo se volverá y más barreras se removerán, permitiendo que el amor de Dios fluya libremente.

Generalmente, cuando las familias me traen a sus enfermos, les digo: "Oren por ellos tres veces al día: en la mañana, al mediodía y en la noche. Impongan las manos sobre ellos por lo menos tres veces al día. Oren tantas veces como les sea posible, especialmente por los enfermos que hay en casa ya que se consiguen muchas más cosas de las que se creen mediante la oración". Raras veces oramos demasiado por los enfermos. El peligro está en que oramos muy poco, no lo contrario. Es imperativo que nunca dejemos de orar, sin importar que tanto lo hayamos hecho con nuestros enfermos antes. Jesús es el modelo que debemos seguir ya que El dedicó mucho tiempo de su vida a la oración.

Nosotros mismos estamos recibiendo la sanación cuando oramos por los enfermos. Estamos creciendo en amor, fe y confianza. Este crecimiento, además de justificar nuestra preocupación por la sanación de los enfermos, debe justificar una frecuente oración. Por lo tanto, sea constante y ore por los enfermos tantas veces como le sea posible.


"Señor Jesús, fortalécenos y haznos alcanzar la fe. Pon tus manos sobre los enfermos sabiendo que tu deseo de sanación es más fuerte que el nuestro. Al seguir tu ejemplo, Jesús, ayúdanos a percibir las necesidades de tu pueblo y a ayudar con compasión. Gracias, Jesús".


4. Ten confianza en el amor de Jesús para la sanación del enfermo

Cuando la mayoría de los laicos se ve ante la posibilidad de orar por otras personas para pedir sanación, se sienten temerosas porque se creen carentes de la suficiente fe. La fe personal de la mayoría se vuelve un nudo, incluso la de aquellas personas que han estado orando durante muchos años por los enfermos. El Señor sólo nos pide que tengamos fe como un grano de mostaza. Es aconsejable poner toda nuestra atención en Jesús, haciendo énfasis en el Señor y no en nuestra propia fe. Al poner nuestra fe en el amor de Jesús durante la oración, podemos orar de la siguiente manera: "Señor, tú amas a esta persona. Yo estoy aquí para canalizar tu amor y creo y confío en tu amor". Luego, si es posible, visualice a Jesús allí de pie con sus manos sobre la persona por la que se está orando; pídale a ella que haga también esta visualización. La visualización es muy importante en el ministerio de la sanación porque ayuda a enfocarnos en Jesús y no en la fe suya o en la de la persona por la que se está orando.

El don carismático de la sanación, como yo lo entiendo, es una apertura, una "pasividad" hacia el Señor. No lo puede encender y apagar. Inclusive si usted se siente como un tubo oxidado, el amor del Señor puede fluir a través suyo. El agua cristalina corre por tubos oxidados. Por esto, cuando se les enseña a los niños a orar, ocurren milagros. Los niños no tienen los complejos de los adultos. Hace algunos años, un grupo de misioneros en el Africa tradujo el Evangelio de San Juan a la lengua nativa del lugar antes de que fueran expulsados por el gobierno. Al regreso de los misioneros años más tarde, estos se quedaron atónitos al ver que los enfermos de las diversas poblaciones estaban sanos. Atribuyeron esto al hecho de que la gente estaba leyendo el Evangelio de San Juan, a que creían de todo corazón en lo que leían y a que vivían la vida cristiana escrita en el Evangelio. Esto dice mucho de cómo obra la fe en los niños y en las personas simples.: sencillamente creen. Niños de tres, cuatro, cinco años de edad han dicho: "Déjame orar por tí" Los niños oran y después corren a jugar. Poco después la mamá está sorprendida porque se sanó. En repetidas ocasiones he escuchado esta historia. Los chicos no han sido educados en teología. El Evangelio de Jesús siempre ha sido para todos los hombres sin distingos de raza, y es relativamente fácil de seguir. No es sólo para los intelectuales o los teólogos, es para todo aquel que esté abierto a El.

Hoy en día, muchos jóvenes se están adhiriendo a sectas religiosas orientales, situación que nos preocupa. Para sus seguidores, el atractivo de estas sectas religiosas parece radicar en que éstas profesan la garantía de un conocimiento profundo que conlleva a la felicidad. Puedes ir a la cima de una montaña y sentarte con un gurú y aprender los secretos de todos los tiempos, así dicen. Sin embargo, ¿no tiene sentido que tú tengas el Evangelio de Jesús que enseña a entregarse y a enlodarse los pies y ayudar al pobre, o te permite encerrarte en un armario y alcanzar la más alta contemplación? La cristiandad es, ciertamente, la religión más realista. Jesús tenía los pies en la tierra aunque pasó noches enteras orando en las montañas. Ya que profesamos la fe cristiana, sea en lo más alto de una montaña o en las calles de Calcuta o en las ciudades donde vivimos, cree en el amor de Jesús acompañándolo, confía en el amor del Señor para sanar. "No se turben; ustedes creen en Dios, crean también en mí" (Jn. 14:1).


"Señor Jesús, creemos en tu amor y creemos en tí, pero existen momentos en que estamos pensando sólo en nosotros. En estos momentos, cuando nuestra fe se tambalea, ayúdanos a centrar de nuevo nuestra atención en tí y en tu amor. Quédate con nosotros, Jesús, dondequiera que estemos, para traernos de regreso a tu luz sanadora".


5. Pon tus manos sobre la persona cuando sea razonablemente posible

Existe una comunicación especial cuando tocamos a alguien con amor. Si no lo crees, pregunta a una joven pareja de enamorados que van por la calle con las manos entrelazadas y diles que no es necesario que se tomen de las manos. Ellos te contestarán: "Usted no sabe lo que se siente". Existe, definitivamente, una comunicación por el tacto, porque es una manera no verbal de transmitir amor.

Aquellas personas, en el ministerio de la sanación, que han orado imponiendo sus manos, pueden dar fe de su poder. Muchos han sentido calor o alguna otra sensación como vibraciones cuando lo hacen. Es natural que cuando nos encontramos con alguien le estrechamos la mano. Ya que el tacto es un gesto natural de comunicación para transmitir nuestro amor y nuestra preocupación, grandes cosas parecen ocurrir cuando combinamos oración e imposición de manos.

El Nuevo Testamento cita muchos ejemplos de imposición de manos hecha por Jesús y por sus discípulos. Jesús sabía del valor de la imposición de manos.
"Entonces trajeron a Jesús algunos niños, para que les impusiera las manos y rezara por ellos" (Mt. 19:13).
"Jesús alargó la mano, lo tocó y le dijo: Lo quiero, quedas limpio" (Mt. 8:3).
"Había ido Jesús a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre. Jesús la tomó de la mano y le pasó la fiebre" (Mt. 8:15).
"Le rogaba: Mi hija está agonizando; ven, pon tus manos sobre ella para que sane y viva" (Mc 5:23).
"Tomando la mano de la niña, le dijo: Talita Kum, que quiere decir: Niña, a tí te lo digo: levántate. Y ella se levantó al instante y empezó a corretear" (Mc. 5:41-42).
"Al verla Jesús, la llamó. Luego le dijo: Mujer, quedas libre de tu mal. Y le impuso las manos. Y ese mismo momento ella se enderezó, alabando a Dios" (Lc. 13:12-13).
"Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. Al instante fue como si le cayeran escamas de los ojos y pudo ver (Hechos 9:17).

Nosotros, como discípulos de Jesús, también somos enviados por El para comunicar su amor a través de la imposición de manos en la búsqueda de la sanación. "Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre (...) impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán" (Mc. 16:17).


"Jesús, cuando oramos por otros en tu Nombre te pedimos que uses nuestras manos como si fueran las tuyas para alcanzar y tocar a aquellos por quienes oramos. Permite que el Espíritu Santo actúe a través de nosotros hoy, especialmente cuando oramos por los miembros de nuestras familias o comunidad. Gracias Jesús por tu amor sanador que fluye a través de mí en este momento".


6. Pongamos nuestras vidas en las manos de Jesús

En la medida en que nos entreguemos más a Jesús, El vivirá más dentro de nosotros y más podrá actuar a través de nosotros. ¿No es acaso esto lo que es la vida cristiana, un total abandono en las manos del Señor? Nosotros cantamos, "A donde me lleves te seguiré", y esto es tan cierto como que tenemos que seguir a Jesús tan cerca y sinceramente como podamos.

Debemos recordar siempre que somos "sanadores divididos". No existe nadie que sea verdaderamente completo en todos los sentidos, es decir, en mente, cuerpo y espíritu. Algunos se excusan: Bien, no puedo orar por los demás porque yo mismo tengo demasiados problemas... Recuerde que somos sanadores divididos y cuanto más sirvamos de canal al Espíritu Santo, más sanación tendremos y más efectiva será nuestra intermediación.

El don del Espíritu Santo dentro de nosotros parece ser una apertura continua, de manera que cuando El quiera actuar a través de nosotros lo pueda hacer. De esto se trata. "Y ahora no vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Gál. 2:20). Se trata de estar en total unión con Cristo en su Espíritu Santo. Esta es la luz de Cristo que brilla a través de nosotros.

Una de las formas en que más podemos ponernos en las manos del Señor es por medio de la alabanza. Podemos entregarnos más a Dios si lo alabamos en este momento, sin importar nuestra situación. Si pierde el camino de regreso a casa una noche cualquiera, debe orar y alabar a Dios. Si al salir de una reunión de sanación se da cuenta que su grabadora portátil no está funcionando, alabe a Dios. La alabanza es una hermosa forma de espiritualidad porque se mezcla de manera perfecta con lo que hemos aprendido, que es el don de ser capaces de vivir en el momento presente.

Debemos recordar siempre que Jesús es el sanador y que "...sin mí no pueden hacer nada" (Jn. 15:5). Somos únicamente el canal que El escoge. Su Espíritu actuará con mayor libertad a través de una oración profunda a la vida, una alabanza y una constante dependencia de El.


"Jesús, aumenta mi dependencia en tí a medida que mi entrega se hacer mayor por el poder de la oración y de la alabanza en mi vida diaria. Me entrego a ti en forma completa y te pido que tu Espíritu me llene de luz y permita que cada parte de mi mente sea iluminada. A tí Señor Jesús, el poder y la gloria por siempre jamás".


7. Perdona a todos los que te han ofendido o herido

La falta de perdón es una de las pocas cosas que son una verdadera barrera para lograr la sanación. Algunos dirían que la falta de fe es lo más, pero la experiencia que tengo en mi propio ministerio me ha demostrado que la falta de perdón es el obstáculo más común. Muchas, veces, personas de poca fe son sanadas por la inmensa fe de la comunidad, pero si la persona por la que se está orando alberga falta de perdón, no se sanará hasta que haya perdonado del todo. El poder sanador del Señor Jesucristo no puede penetrar debido a la falta de perdón. "Queda bien claro que si ustedes perdonan las ofensas de los hombres, también el Padre celestial los perdonará. En cambio si no perdonan las ofensas de los hombres, tampoco el Padre los perdonará a ustedes" (Mt. 6:14-15).

La gente nunca está segura de haber perdonado. Frecuentemente me preguntan: ¿cómo se sabe que uno perdonó del todo? Siempre respondo: Cuando ore por la persona que lo ofendió o hirió, puede estar absolutamente seguro de que fue perdonado porque al orar por ella, se está pidiendo al Señor que le brinde a esta persona bondad y cosas buenas. Amar es desear lo que más le convenga al otro y hacer lo que razonablemente se puede para brindarle felicidad y cosas buenas. Las definiciones de amor y oración en estas circunstancias son paralelas: en la oración se pide lo que más convenga y en el amor se desea lo mejor. Por lo tanto, cuando oramos por una persona, nuestra oración se convierte en manifestación de amor en acción. Lo repito una vez más, una vez que hayamos orado por alguien sinceramente, podemos estar seguros de que la hemos perdonado en un acto de voluntad. ¡El perdón es decisión, no sentimiento!.

Es la decisión de perdonar la que te libera y te redime, y esto es todo lo que el Señor te pide.


"Jesús, ayúdame a amar y a orar por aquellos que me han herido porque conozco tu amor y los perdono incondicionalmente así como tú me has perdonado. Dejo bajo tu luz sanadora cualquier resentimiento o falta de perdón que albergue hacia ellos. Elevo una oración en este momento por la persona que más me haya ofendido en la vida y te pido que colmes de bendiciones su vida. Te agradezco el haberme liberado del mal de la falta de perdón".


8. Ora por quienes te han herido

Cree en las palabras de Jesús, "Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen a la puerta y les abrirán" (Mt. 7:7). La sanación no es otra coas que un ministerio de oración y fe, y el Señor lo dice claramente en las Escrituras.

Como dije con anterioridad, cuando oramos por una persona se puede estar razonablemente seguro de que estamos amando y haciendo lo mejor que podemos. Le pedimos al Señor que le brinde bienestar en su vida. Si después de haber orado por alguien todavía sentimos dolor, podemos pedirle al Señor que sane este sentimiento. Un método para eliminar los sentimientos negativos es visualizar a la persona en nuestra mente y verla como Dios la ve. Decimos: "Te perdono y te amo porque Jesús te ama". Podemos repetir esto cuantas veces sea necesario y tan despacio como sea posible para permitir que el amor de Nuestro Señor Jesús se haga presente y sature a esta persona. Eventualmente, se producirá un verdadero cambio en nuestros sentimientos y actitudes hacia la persona por quien estamos orando.

Durante mis clases de oración de sanación en la Diócesis de Mobile, Alabama, iniciada hace muchos años, la gente me pedía que continuara después del curso de seis semanas porque apenas empezaban a entender el Nuevo Testamento bajo una nueva perspectiva. Sus mentes habían sido iluminadas por medio del ministerio de la oración de sanación. Esto ocurrió en 1974 y el curso todavía existe. Había un promedio de 250 personas por curso; mitad católicos, mitad no católicos. A los tímidos católicos se les enseñó la oración de sanación y contaron después como no salían de su asombro al ver las sanaciones que estaban ocurriendo, en la medida que ampliaban su oración pidiendo por su familia y otras personas. La sanación ocurrirá durante la oración porque ésta es la voluntad del Señor Jesucristo. "La súplica del justo tiene mucho poder..." (Stgo. 5:16). "Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan" (Lc. 6:27-28)


"Jesús, a veces, mes es dificil orar por aquellos que me han herido o han abusado de mi ya que estoy concentrado en mi dolor y no en tí ni en el amor que prodigas tanto a mí, como a ellos. Ayúdame, Jesús, en la ardua lucha que libro en estos momentos y libera dentro de mí, por el poder de tu Espíritu Santo, la gracia de orar por ellos como tú lo harías. Gracias por tu luz y tu amor en este momento".


9. Cree en las palabras de Jesús sin poner atención a lo que parece estar sucediendo

"Jesús le contestó: En verdad les digo: si tienen realmente fe y no vacilan, no solamente harán lo que acabo de hacer con la higuera, sino que dirán a ese cerro: Quítate de ahí y échate al mar, y así sucederá. Todo lo que pidan con una oración llena de fe, lo conseguirán". (Mt. 21:21-22) Desde la montaña estamos haciendo que sucedan cosas. ¿significa esto, literalmente que debemos mover montañas, o podría significar mover las montañas de maldad, falta de amor, falta de fe, ansiedad, miedo, frustración, bronquitis, artritis, pies y espaldas doloridos? Estas son las montañas de mal que tenemos en nuestras vidas por las que podemos orar y decir: ¡Deseparezcan en el Nombre del Señor! ¡Láncense al mar!

Es cierto, el Señor ha prometido honrar las plegarias de los fieles. Cuando oremos, depositemos toda nuestra confianza en la Palabra del Señor. Inclusive si aún después de haber orado no vemos un cambio inmediato, debemos aferrarnos a las promesas de Cristo. Mientras más nos saturemos con las palabras de Jesús en las Escrituras, más fe tendremos dentro de nosotros y más capaces seremos de pedir sanación.

"Jesús, me aferro y confío en tí y en tus palabras como aparecen en las Escrituras. Que tu amor sanador fluya de mí hacia los demás así como creo en tu deseo de que todos disfrutemos de tu vida en abundancia. Te pido que me uses como instrumento de tu amor sanador, hoy".


10. Alaba y da gracias a Jesús por su amor tantas veces como te sea posible

Es imperativo que alabemos y demos gracias al Señor por todas las cosas: por la oración contestada y por la que no. Más alabemos y demos gracias al Señor, con mayor perfección pondremos en práctica el primer gran mandamiento: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza..." (Lc. 10:27).

A medida que abrimos nuestros corazones y mentes en alabanza al Señor, nos estamos abriendo a su poder sanador. La mayoría de estas personas gasta su vida lamentándose de sus problemas, dolores y sufrimientos. Están tan absortas en sus dificultades que éstas se convierten en el centro de su oración cuando este lugar debe ser ocupado por el Señor. Cuando alabamos y damos gracias a Dios, hacemos de Jesús el centro de nuestra oración y nos apartamos de nuestro centro. A medida que apartamos la vista de nosotros y la volvemos hacia el Señor, El se manifiesta de manera extraordinaria. Cuando alabamos al Señor, le estamos dedicando nuestra atención y, olvidándonos de nosotros, nos volvemos más receptivos a lo que El tiene para darnos.

Cuando una persona recibe oraciones de sanación, la podemos invitar a una reunión y pedirle que de gracias y alabe al Señor por el trabajo que el Espíritu Santo está haciendo dentro de ella. De esta manera, la persona se apresta a recibir la sanación que probablemente ya se está llevando a cabo.

Recomiendo los libros escritos por Merlín Carothers, Campo de Alabanza, El poder de la Alabanza y Respuestas a la Alabanza, con el fin de llevar a cabo un excelente estudio sobre la alabanza en nuestras vidas. Estos libros son lectura obligatoria para todo cristiano, especialmente para quienes están en el ministerio de la sanación. Ha sido una herramienta invaluable en mi propio ministerio.


"Padre celestial, te damos gracias y te alabamos por el hermoso don que nos has dado en Jesús y por el maravilloso poder que existe cuando abrimos nuestros corazones en la oración. Señor, te pido que todos te alabemos y te demos gracias siempre y en todo lugar. Te pido que te alabemos y te demos gracias sin importar las circunstancias por las que estemos pasando, y que tu amor nos llene en abundancia. Que cuando estemos sufriendo alguna pena o apretando los dientes, podamos ser capaces de alabarte sabiendo que todas las cosas funcionan para aquellos que amas. Pido que tu amor sanador fluya en nosotros y que las áreas difíciles de nuestra existencia sean sanadas, especialmente la de la autoestima. Que podamos aprender a amarnos para poder amarte y amar a los demás.
Te damos gracias y te alabamos, Jesús, por el trabajo que estás realizando dentro de nosotros en este momento. Amén".

martes, 2 de febrero de 2010

NOVENA DE LOURDES

APARTIR DE HOY A LAS 19:30 MISA, EUCARISTIA, A LAS 20:30 TEMA DE LA NOVENA DE LOURDES, ESTE ORGANIGRAMA SE REPETIRA HASTA EL DIA 10 DE FEBREO INCLUSIVE.
DIA 11 DIA DE NUESTRA PATRONA. LA VIRGEN DE LOURDES.