miércoles, 18 de marzo de 2009

El camino de la cruz



Hablar de la cruz para muchos de nosotros no es desconocido, pues inmediatamente nuestro pensamiento se dirige a Cristo y a Cristo crucificado. Lo hemos visto tantas veces en un templo, en una pintura, en una imagen; se comercializan y hay Cristos crucificados para todos los gustos y de todos los precios en oro, plata, bronce, madera, etc.
Seguramente que hay uno en nuestra casa adornando la sala o en nuestra recámara, tal vez lo llevamos como medalla o prendedor. ¿Recuerdas cuando lo fuiste a comprar o cuando te lo regalaron? ¿Cuál fue tú reacción?
He visto a mucha gente comprar un Crucifijo, unos por su valor histórico, otros por su valor artístico, Algunos por religiosidad o simplemente porque quieren uno. Este me gusta, éste no me gusta, éste es mejor, su precio no me conviene, éste está muy bien para la sala,... y tantas otras frases.
Buscamos un Cristo a nuestro gusto, a nuestra conveniencia, a nuestra medida, para adornar la casa o para lucirlo. Pero en el fondo ¿me dice algo? Es decir ¿qué significa para mí tener un crucifijo en casa o llevarlo en el pecho? ¿Es una moda, un adorno, un recuerdo o una realidad que me compromete?
En nuestra vida espiritual tenemos el peligro de buscar un Cristo a nuestra medida, como lo buscamos para nuestra casa. Fácilmente decimos "el Señor me conoce y sabe como soy, así me ha hecho" y no hacemos nada por cambiar y ser mejores. Somos nosotros los que tenemos que asemejarnos a Cristo y no al contrario.
El camino de la cruz, es el camino del cristiano, pues Jesucristo dice: "Si alguno quiere ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame" (Lc 9,23). Muchas veces rehusamos a la cruz, queremos seguir a un Cristo sin cruz y nos quedamos con una cruz sin Cristo y vienen nuestras angustias y desesperación.
Cristo ha muerto en la cruz para que nosotros tengamos "vida y vida en abundancia" (Jn 10,10), ha donado su vida para que en el mundo reine el amor. Pero con tristeza decimos: "Jesucristo, Jesucristo ¿de qué ha valido tu sacrificio?".
Tomar nuestra cruz, negarnos, es el camino del cristiano, por eso tener un crucifijo en casa o llevar un crucifijo es una realidad que nos compromete, pues Cristo sigue siendo crucificado en tantos hermanos que sufren, que pasan hambre y sed, que están abandonados, enfermos y necesitan de una mano amiga que los ayude. Cristo necesita que le ayudes a cargar su cruz. Claro que podemos ayudarlo pero muchas veces no queremos, tenemos miedo a la cruz y sin embargo es el camino a la salvación, pues Jesús dice:"Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme... Cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron" (Mt 25,34-36.40).
El camino de la cruz, es un camino de solidaridad, es un camino de fraternidad, es un camino de amor, es un camino de compromiso con Dios y con los hermanos. No es un camino fácil, Cristo cayó a tierra tres veces y nosotros caeremos muchas más, pero el amor y la misericordia de Dios nos levantarán y María que acompañó a Jesús en el camino hacia el Calvario está siempre acompañándonos en este caminar.
"¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!" (Gal 6,14).

Padre Carlos Rocha

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