sábado, 7 de marzo de 2009

Reflexiones sobre la Cuaresma del P.Saturnino Prieto y Del P.Carlos Rocha.Sacerdotes de la Parroquia Ntra.Sra. de Lourdes.


Un Tiempo de Gracia

En el estado normal en que nos conocemos los hombres, podemos decir que “el hombre es un ser en el tiempo”. El tiempo nos da posibilidades de ser y al mismo tiempo nos limita. Desde lo mas profundo de nuestro ser nos damos cuenta que hay en nosotros un reclamo de transcendernos, de estar más allá del tiempo. Nuestro corazón reclama la eternidad, una forma de ser en que ni el espacio ni el tiempo nos limite.

Los niños tienen ahora en la televisión infinidad de películas y dibujitos en que dan rienda suelta a su imaginación y alimentan la fantasía de superpoderes, que en el fondo no son otra cosa que la respuesta a ese anhelo de estar más allá de las limitaciones espacio-temporales.

A algunos hombres se les concede el don de poder estar en esa dimensión en que el tiempo se hace permeable y se traspasan las barreras que limitan nuestros sentidos. Son esas condiciones las que hacen posible el fenómeno profético, que no es solamente anticipación del futuro, sino un estado de contacto con el eterno presente. Es ese estado que permite decir a Pedro que para Dios “mil años son como un día y un día como mil años”. Los Padres del desierto y toda la tradición mística abunda en estas experiencias. Pero esta tradición no es exclusiva del cristianismo sino que viene ya de la tradición y la experiencia de los profetas. Más aún, se encuentra en todas las culturas.

Lo característico de este estado es que, a pesar de todas las recomendaciones de la Ascética y Mística, no se puede entrar por propia decisión. Se puede sí crear las condiciones que lo hacen posible, pero solo llega como un don como una gracia, como un regalo que se le hace al hombre, cuando se le hace, un estado en el que no se puede entrar por propia decisión, aunque sí se puede salir cuando uno quiere.

Una de las prácticas que se han realizado desde la más remota antigüedad para posibilitar este estado es el de la purificación de nuestra sensibilidad a través del ayuno religioso. Se trata de un ayuno rigurosamente controlado en que temporalmente se elimina el hambre, y del que solamente se puede salir con mucho cuidado, porque, a los cuarenta días, el estómago entra en un proceso de autofagia que conduce rápida e inevitablemente a la muerte.

Jesús practicó este ayuno de purificación como preparación a comenzar su vida pública. En recuerdo de esta cuarentena, de ayuno de Jesús, la Iglesia nos invita todos los años a vivir un tiempo especial de oración, ayuno y limosna.

Esto que hacemos todos los años para cultivar nuestra relación con Dios, este año tiene un aliciente especial. Todos los pronósticos nos auguran tiempos difíciles que devienen fundamentalmente del desvarío de los hombres, más allá de lo que los hombres no pueden controlar. Más que nunca necesitamos utilizar este tiempo de gracia para no dejarnos arrastrar por la vorágine que conduce a la desesperación. La Cuaresma se nos ofrece como un tiempo especial de salvación. La Parroquia de Lourdes nos ofrece una serie de prácticas religiosas durante este tiempo —vía crucis, celebraciones penitenciales, películas especialmente seleccionadas—, que puedan servirnos de preparación para vivir gozosamente la pascua, y ,más allá de la pascua, para el crecimiento como cristianos.

Saturnino Prieto

Párroco






Una oportunidad comunitaria



Siempre que se acerca este tiempo, se renueva entre los fieles el deseo y la expectativa de vivir la cuaresma de una manera diferente, distinta a las anteriores. Se refuerza la decisión por participar más en los actos piadosos, como el vía crucis por ejemplo.

Pero al correr de los días algunos experimentan un enfriamiento de aquellos primeros impulsos de cambios y planes por un tiempo distinto.

Cabe la pregunta sobre los porqué de esta pérdida de fuerza en relación con los primeros propósitos.

Y si bien podemos llegar a varias posibles y validas respuestas, deberíamos considerar en esta reflexión si el impulso por participar se debe a una actitud individualista o comunitaria.

He aquí una de las claves que no sólo explica el debilitamiento por participar sino que muestra el concepto y la vivencia de Iglesia que tenemos.

Es cierto que el comportamiento individualista refleja nuestra época pero también nos muestra un dato histórico sobre el modo de participar en nuestras comunidades desde hace ya varias décadas.

Se me ocurre entender la vida comunitaria según lo expresa el Evangelio según San Marcos Cap. 3, 13-14 “Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar.



Dos palabras que quiero resaltar: “llamo” y “para”. La primera es entender la realidad interior del llamado de Dios a acercarnos a Él y quizás también descubrir su cercanía porque no somos nosotros los que lo hemos elegido sino que es Él quien nos eligió (Jn. 15,16).

Nos eligió porque el así lo quiso y nos convocó en primera persona, pero del plural, esto es, junto con otros para explicarnos las escrituras, para plasmar en nosotros el perfil de un discípulo suyo, y especialmente para que vivamos en “unidad” como don y tarea que nos viene de lo alto, siendo garante de todo esto el mismo Dios, tal cual lo refleja la oración de Jesús: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros” Jn 17,11.

La segunda refleja dos dimensiones, “para estar con Él” y “para enviarnos a predicar”. Estos dos “para” quitan todo marco individualista que quiera confundirnos sobre el querer de Dios.

Es en la vida comunitaria donde el Maestro sigue enseñando a vivir el Evangelio, con el mismo método con el que enseño a los discípulos, y también recibiendo su corrección como aquellos: “¿Qué venían hablando por el camino?”.

Estas dos palabras nos señalan el plan de Dios. No considerar su llamado para estar con Él y formar comunidad con otros llamados, también de Él; sin este llamado previo los otros posteriores no tienen consistencia: es como querer nadar sin agua o caminar sin pies.

Es posible vivir en comunidad y así no solo tener una cuaresma distinta sino una perspectiva distinta desde aquel mandato de Jesús: “Lo que os mando es que os améis los unos a los otros” Jn. 15,17; este se convierte en don para los corazones y las comunidades dóciles a su voluntad.

“Señor en esta cuaresma regálanos esta gracia de seguirte en Comunidad y que tu mandato se convierta en don para cada uno de mis hermanos. Amén”.

P Carlos

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