domingo, 1 de marzo de 2009

Tentaciones


También nosotros, como el mismo Señor, nos encontramos constantemente en una lucha encarnizada contra el mal. ¡Son tantas las promesas que se nos hace si abandonamos a Dios! ¿Pero se nos dará algo a cambio? ¿No nos quedaremos sin nada? ¿No tendremos que pedir perdón –a la larga o la corta- a ese Dios que, siendo todo, lo dejamos a un lado por nada?

En este tiempo de cuaresma, como diría San Ignacio de Loyola, dos caudillos salen a nuestro encuentro: Jesús y Satanás. ¿Con cual nos quedamos? ¿A quién servimos?

- La oración va directa a Dios. La ausencia de ella nos convierte en miembros serviles del diablo

- La austeridad nos acerca al Padre. La opulencia y la ostentación hace sonreír al maligno

- La caridad y el amor agradan al Señor. La tacañería y el individualismo consolidan el reino del diablo

- La eucaristía nos lleva a Cristo. El vacío y el sinsentido del domingo hacen bailar a Satanás.

3.- Que el Señor nos conceda tres gracias especiales en este tiempo de ascensión a la Pascua:

a) Ante la tentación del materialismo, el saber defender el “ser” antes que el “tener”. Cuántos hermanos nuestros viven en situaciones de dificultades y de desencanto porque no han sabido medir ni controlar su avaricia

b) Ante el incentivo de la vanidad hay que adorar al Único que se lo merece: a Dios. La vanagloria, los aplausos y el engreimiento son fiebres que se pasan en cuatro días ¿Qué queda luego? Las secuelas de las grandes soledades.

c) Ante la incitación del poder, el dominio de uno mismo. El poder en la vida de un cristiano es el servir con generosidad y el ofrecer sin esperar nada a cambio.

Que el Señor, en este tiempo cuaresmal, nos ayude a meditar –en un bis a bis- sobre aquellas tentaciones que nos producen ansiedad, infelicidad, inseguridad o abandono de la fe.

4.- CONTIGO EN EL DESIERTO, SEÑOR

Escucharé al silencio que habla
y la Palabra que resuena.
Me sentiré preparado para la misión
para así, ofrecerme hasta desgastarme
contigo y por Ti, mi Señor.

¿Por qué vas a un desierto, Jesús?
¿Qué te brindan la arena y las montañas
sin alimento ni nada con lo que sustentarte?
El desierto habla,
cuando el mundo calla
Hace al cuerpo y a la fe fuertes y resistentes
ante tantas cosas que los debilitan

Llévame contigo al desierto, Señor
porque sin necesidad de estar
en la aridez de esa tierra desértica
también aquí y ahora soy tentado:
por el afán de tener
por el deseo del poder
por la ambición de ser adorado

Contigo en el desierto, Señor
seré fiel hasta el final
me prepararé a la dureza de la cruz
saldré victorioso frente al mal.
Romperé con aquella tentación
que me persigue como si fuera
mi misma sombra.

Dame, Señor, valor para triunfar sobre ellas
Concédeme, la valentía necesaria
para demostrarte mi fidelidad y mi entrega.
Quiero estar contigo en el desierto:
con Dios, fortaleza
con Dios, salvación
con Dios, poderoso
con Dios, santo
con Dios, único Dios.

Quiero subir contigo, Señor
a celebrar tu Pascua, Señor

Amén.

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