domingo, 28 de junio de 2009

LA HEMORROÍSA

24 [b] Lo seguía una gran multitud que lo apretujaba. 25 Una mujer que llevaba doce años con un flujo de sangre, 26 que había sufrido mucho por obra de muchos médicos y se había gastado todo lo que tenía sin aprovecharle nada, sino más bien poniéndose peor, 27 como había oído hablar de Jesús, acercándose entre la multitud le tocó por detrás el manto, 28 porque ella se decía: “Si le toco aunque sea la ropa, me salvaré”.
29 Inmediatamente se secó la fuente de su hemorragia, y notó en su cuerpo que estaba curada de aquel tormento.
30 Jesús, dándose cuenta interiormente de la fuerza que había salido de él, se volvió inmediatamente entre la multitud preguntando:
- ¿Quién me ha tocado la ropa?
31 Los discípulos le contestaron:
- Estás viendo que la multitud te apretuja ¿y sales preguntando “quién me ha tocado”?
32 Él miraba a su alrededor para distinguir a la que había sido.
33 La mujer, asustada y temblorosa por ser consciente de lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad.
34 Él le dijo:
- Hija, tu fe te ha salvado. Márchate a la paz y sigue sana de tu tormento.
REFLEXIÓN-

No es coja, no es ciega, no está paralítica, no es pobre, no es pagana.

Está rota por dentro. Arrastra un drama en secreto. Lleva una vida oculta que nadie conoce. Quiere amar y no puede. Crea “impureza”. Según su ley, convierte en impuro todo lo que toca. Es todo angustia. Es todo amargura. Le corroe en silencio su negrura interior. “Ha malgastado toda su fortuna en médicos sin que ninguno pudiera curarla” (Lc 8, 43)

Sometida a una institución religiosa, esa institución la está destrozando sin ofrecerle vía alguna de esperanza. La institución le aumenta la angustia. La angustia aumenta su problema.

Levítico 25 ss.

“Cuando una mujer tenga hemorragias frecuentes fuera o después de la menstruación, quedará impura… mientras le duren las hemorragias. La cama en que se acueste… quedará impura, lo mismo que en la menstruación. El asiento en que se siente quedará impuro. El que los toque quedará impuro. Lavará sus vestidos, se bañará y quedará impuro hasta la tarde.

Si (la mujer) cura de sus hemorragias, contará siete días y después quedará pura. El octavo día, tomará dos tórtolas o dos pichones, los presentará al sacerdote… Así expía por ella, por la impureza de sus hemorragias ante el Señor”.


A esta mujer la ha destrozado su religión. La angustia le lleva a romper con su Ley. La institución le prohíbe acercarse al que sana. Tiene que prescindir de la institución para acercarse a Jesús, por su cuenta, saltándose todas las normas. “No podía tocar a ningún hombre, porque convertía a ese hombre en impuro”. Y lo “toca”.

Está claro. La religión no daba la vida. Creaba impurezas. Era su religión la que manchaba la Creación. La Ley, la Torá producía esclavos torturados por dentro. Era causa de muerte.

- ¿Quién me ha tocado la ropa?

33 La mujer, asustada y temblorosa por ser consciente de lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. 34 Él le dijo:

- Hija, tu fe te ha salvado. Márchate a la paz y sigue sana de tu tormento.

No. No creo que a esto haya que llamarlo “milagro médico”. Se trata de otra cosa. Puede que ocurra todos los días. La angustia almacenada hace que los creyentes, hartos ya, se salten la institución religiosa para poder llegar a Jesús.

Que la fe pueda más que los miedos: ese es el milagro. Romper cadenas de escrúpulos, superar hábitos de esclavitud interior. No creo que la hemorroisa se liberara por “milagro” de su angustia y de su anormalidad.

Aquí no se trata de probar la divinidad de Jesús. Se trata de una demostración de que Jesús fue consciente de la depresión religiosa, moral, humana de su pueblo y de que luchó por despertarlo.

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