viernes, 20 de febrero de 2009

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 8, 34--9, 1





Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque si alguien se avergüenza de mi y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles».
Y les decía: «Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder».


Reflexión hecha por el Papa Benedicto XVI, en la catequesis del Angelus (31 agosto 2008.)
Queridos hermanos y hermanas: para llevar a pleno cumplimiento la obra de salvación, el Redentor sigue asociando a sí y a su misión a hombres y mujeres dispuestos a tomar la cruz y a seguirle. Como le sucedió a Cristo, también para los cristianos cargar con la cruz no es algo opcional, sino una misión que hay que abrazar por amor. En nuestro mundo actual, en el que parecen dominar las fuerzas que dividen y destruyen, Cristo no deja de proponer a todos su invitación clara: quien quiere ser mi discípulo, reniegue de su egoísmo y lleve conmigo la cruz. Invoquemos la ayuda de la Virgen santa, quien siguió a Jesús por el camino de la cruz en primer lugar y hasta el final. Que ella nos ayude a seguir con decisión al Señor para experimentar ya desde ahora, a pesar de la prueba, la gloria de la resurrección.

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