domingo, 27 de diciembre de 2009

TERCER ENCUENTRO DE LAS FAMILIAS



Miles de personas llegadas de toda Europa participaron hoy en Madrid en el tercer encuentro de las familias, convocado por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Rouco Varela, que este año se dedicó especialmente a Juan Pablo II, quien será beatificado próximamente por Benedicto XVI.
Acudieron a la cita también seis cardenales y ocho obispos de Francia, Alemania, Holanda, Italia, Polonia, Austria y Portugal, además de 39 prelados españoles, junto con el nuevo nuncio Renzo Fratini.
El papa Benedicto XVI pidió la defensa de la familia "basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer" en un mensaje enviado, desde la plaza de San Pedro del Vaticano, por videoconferencia para los presentes en la misa celebrada al aire libre con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia en Madrid.
Hablando en español, el Pontífice dijo que ya que Dios vino al mundo en el seno de una familia, esta institución es el "camino seguro para encontrarlo y conocerlo".
Rouco Varela advirtió de que "ese otro lenguaje de los diversos modelos de familia que parece adueñarse, avasallador y sin réplica alguna de la mentalidad y de la cultura de nuestro tiempo, no responde a la verdad natural de la familia".
El cardenal arzobispo de Madrid dibujó un panorama desolador para los valores familiares cristianos, debido a la aceptación social de los "diversos modelos de familia" distintos al "verdadero matrimonio" entre el hombre y la mujer, el divorcio o el aborto.
Rouco Varela recordó la homilía que el papa Juan Pablo II ofreció en 1982 en Madrid y su rechazo a la anticoncepción y a la "gravísima violación del orden moral" cuando no se respeta la vida de los ya concebidos.
El también presidente de la Conferencia Episcopal Española insistió en el derecho a la vida del niño, en el vientre de su madre, que se ve "lamentablemente suplantado" en la conciencia moral de un sector cada vez más importante de la sociedad y en la legislación que "la acompaña y la estimula", dijo.
A lo largo de la jornada, también se dirigieron a los asistentes el cardenal presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum", Paul Josef Cordes, y el presidente de la Conferencia Episcopal polaca, arzobispo Jozef Michalik, quienes insistieron en la importancia de la familia cristiana de Nazaret".

viernes, 25 de diciembre de 2009

VUELA AGUILA

VINE A ADORARTE...

PARA TI DE PARTE DEL SEÑOR

¡¡De Jesús, con cariño PARA TI¡¡

Amor... ese es el regalo que tengo para ti. Un amor sin límites. Un amor que no te juzga por el color de tu piel, tu aspecto físico ni tu manera de hablar. Un amor generoso. Un amor que comparte, que se interesa por los demás. Un amor vivo, vibrante, cálido y bondadoso. Un amor incondicional y eterno.
Un amor paciente en un mundo intolerante. Un amor que comprende esas interioridades y necesidades tuyas que no captan los demás. Un amor tierno y gentil en un entorno en el que imperan la frialdad y la dureza de corazón. Un amor que te consuela en tu dolor y tu soledad. Un amor que te tiende la mano cuando atraviesas un mal momento. Un amor alegre y risueño. Un amor que te infunde paz en tiempos tormentosos. Un amor que siempre da con una solución.
Siempre podrás contar con Mi amor. En cualquier lugar, en todo momento, de día y de noche. Mi amor descenderá al más profundo abismo para salvarte, irá a cualquier extremo para rescatarte. No se detiene ante nada, se entrega incansablemente. Te concedo Mi amor, infinito y fiel.
Mi amor te tranquilizará cuando algo te perturbe, te dará reposo cuando te invada el cansancio, fuerzas cuando te sientas incapaz de continuar. Mi amor aplacará tus temores y te alentará cuando te asalte la desesperación. Mi amor puede sanar tu cuerpo doliente y aliviar tus penas y sufrimientos. Mi amor calmará tu desasosiego y desvanecerá la tensión, las preocupaciones y el estrés.
De regalo esta Navidad te ofrezco Mi amor. Siempre te lo he querido dar. ¿Lo aceptas?
Jesús

¿Será posible que Jesús te ame y se interese por ti a tal grado? ¿Te gustaría saberlo a ciencia cierta? Basta que le des una oportunidad. Ponlo a prueba y verás.. Abre tu corazón y deja que deposite en él Su don de amor. Simplemente di: «Te acepto, Jesús. Quiero Tu regalo de amor y vida, pleno y gratuito.» Es así de sencillo. Él hará lo demás, pues te ama. ¡Feliz Navidad!

jueves, 24 de diciembre de 2009

SALUDOS PARA NUESTROS HERMANOS LATINOAMERICANOS



CON ESTE VIDEO , QUEREMOS SALUDAR EN ESTA NAVIDAD , A TODOS LOS HERMANOS DE LATINOAMERICA, A TODOS LO QUE HAN ENTRADO A ESTE BLOG DURANTE ESTE AÑO.

CAMPANAS DE BELÉN.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Salutacion por estas fiestas!!!!


Jesús ha nacido para todos y, como María lo ofreció en Belén a los pastores, en este día la Iglesia lo presenta a toda la humanidad, para que en cada persona y situación se sienta el poder de la gracia salvadora de Dios, la única que puede transformar el mal en bien, y cambiar el corazón del hombre y hacerlo un «oasis» de paz."

Benedicto XVI


El Niño nacido

que colma de alegría y paz hasta los últimos,

los bendiga abundantemente.

Feliz Navidad y un fecundo 2010

es el deseo de quienes formamos

la Comunidad parroquial de Lourdes en Pergamino.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Dichosa eres tú por haber creído que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor.” (Lc 1, 45)


ISABEL Y MARIA CONECTADAS POR EL ESPIRITU.
Cuando Isabel escuchó la voz de María en su casa, algo maravilloso sucedió en ella. La criatura que llevaba en su vientre dio saltos de alegría, ella se quedó llena del Espíritu Santo e hizo elogios muy inspirados a la madre del salvador. Estos elogios hasta hoy nosotros los repetimos en las Ave-Marías. Pero la última frase de Isabel es muy oportuna para meditar en este tiempo de Adviento: “Dichosa eres tú por haber creído que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor.”

Isabel sabía que Maria era muy joven. Sabía que estaba embarazada. Sabía que era un embarazo extraordinario. Sabía que en María se estaba cumpliendo la grande y esperada promesa de Dios, la llegada del Mesías.

Pero Isabel también sabía que Dios no hace violencia. Sabía que Dios dependía del sí de una persona capaz de creer hasta en lo imposible. Sabía que Dios necesitaba de una mujer capaz de asumir tan profundamente su humildad, su pequeñez, dándole la posibilidad de invadirla completamente, y generar en ella su propio hijo.

¡Dichosa! ¡Bendita! ¡Bienaventurada! Fuiste capaz de creer, no dudaste de Dios, aunque todas las cosas, naturalmente hablando, te decían: es imposible, es peligroso, es una ilusión, es mejor esperar más. Cualquier otra mujer hubiera pensado: ¡Es imposible que una mujer conciba si no tiene relaciones con un hombre, aunque un ángel me hable! ¡Si José descubre que estoy embarazada, me abandonará! ¡Corro el riesgo de ser apedreada en plaza pública!

¡Pero María no hizo caso a todas las razones del mundo! Dijo sí, no porque se sentía capaz de hacer todas las cosas, no porque pensaba de ser mejor que las demás, no porque creyó que era solamente una broma. Ella creía que Dios es omnipotente. Y había escuchado y entendido que este Dios todopoderoso estaría con ella en todos los momentos.

Es esta característica de María, como mujer de fe, capaz de creer y esperar aun cuando todo parezca ir en otra dirección, que nosotros debemos admirar, aprender y practicar en nuestras vidas. Adviento es tiempo de ejercitar la fe. Es tiempo de decir un sí a Dios incondicionalmente, sin preocuparse de las consecuencias, pues él es el único omnipotente, y tiene la historia en sus manos.

Ciertamente esta fe no te dejará exento de las pruebas o dificultades que son naturales, basta recordar todas las pruebas que pasó María (no encontró una casa, o un albergue; tuvo que huir para Egipto, perdió su hijo por tres días, supo que lo querían apedrear en una parte, en otra derrumbarlo de un peñasco, lo vio clavado en una cruz, lo abrazó sin vida...) y observar que en cada situación ella hacía todo lo que estaba a su alcance, y fuera de esto confiaba en la presencia de Dios, pues este le había prometido de estar siempre a su lado.

Será que si Isabel nos encontrara hoy en lo concreto de nuestras vidas, en medio de nuestras pruebas, si ella nos escuchara hablar, podría decir de nosotros: Dichoso!, dichosa!, bendito!, bendita!... porque tú crees (esto es, no te desesperes delante de nada!) que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor.

HORARIO DE LAS MISAS DURANTE ESTAS FIESTAS


EL HORARIO DE LAS MISAS ES EL SIGTE.

DIA 24 DE DICIEMBRE

18 HS HOGAR DE JESUS

20 HS PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

DIA 25

20 HS PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

DIA 31
18 HS HOGAR DE JESUS
20 HS PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

DIA PRIMERO DE ENERO
20 HS PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

COROS EN LOURDES. DIA 20 DE DIC.

LA PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LOURDES (AV. ROCHA 1290) INVITA A LA COMUNIDAD A PARTICIPAR DE LA PRESENTACION QUE HARAN
LOS COROS:
- "SAN JOSE" DIRIGIDO POR MARIANA RAMALLO
- "MATICES" DIRIGIDO POR HUGO RAMALLO
LOS CUALES SE HARAN PRESENTES EL PROXIMO 20 DE DICIEMBRE A LAS 20,30 HS ACOMPAÑANDONOS CON VILLANCICOS NAVIDEÑOS

viernes, 18 de diciembre de 2009

AVISO.IMPORTANTE

HNOS, POR DOS SEMANAS, NO SE REALIZARA ASAMBLEA DE ORACION, DEBIDO A QUE EL 24 ES NOCHE BUENA, Y EL 31 ES FIN DE AÑO , RECOMENZANDO CON LAS ASAMBLEAS EL DIA, JUEVES 7 DE ENERO A LAS 20. 30 HORAS.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

LECTURA DEL DIA MIERCOLES 16/12/2009


Leer el comentario del Evangelio por
San Gregorio de Agrigento : «La Buena Nueva es anunciada a los pobres»

Lecturas

Isaías 45,6-8.18.21-25.
para que se conozca, desde el Oriente y el Occidente, que no hay nada fuera
de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.
Yo formo la luz y creo las tinieblas, hago la felicidad y creo la
desgracia: yo, el Señor, soy el que hago todo esto.
Destilen, cielos, desde lo alto, y que las nubes derramen la justicia! ¡Que
se abra la tierra y produzca la salvación, y que también haga germinar la
justicia! Yo, el Señor, he creado todo esto.
Porque así habla el Señor, el que creó el cielo y es Dios, el que modeló la
tierra, la hizo y la afianzó, y no la creó vacía, sino que la formó para
que fuera habitada: Yo soy el Señor, y no hay otro.
¡Declaren, expongan sus pruebas! ¡Sí, deliberen todos juntos! ¿Quién
predijo esto antiguamente y lo anunció en los tiempos pasados? ¿No fui yo,
el Señor? No hay otro Dios fuera de mí; un Dios justo y salvador, no lo
hay, excepto yo.
Vuélvanse a mí, y serán salvados, todos los confines de la tierra, porque
yo soy Dios, y no hay otro.
Lo he jurado por mí mismo, de mi boca ha salido la justicia, una palabra
irrevocable: Ante mí se doblará toda rodilla, toda lengua jurará por mí,
diciendo: Sólo en el Señor están los actos de justicia y el poder. Hasta él
llegarán avergonzados todos los que se enfurecieron contra él.
En el Señor hallará la justicia y se gloriará toda la descendencia de
Israel.


Salmo 85(84),9-14.
Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz, la paz para
su pueblo y sus amigos, y para los que se convierten de corazón.
Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra
tierra.
El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo.
El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos.


Lucas 7,18-23.
Juan fue informado de todo esto por sus discípulos y, llamando a dos de
ellos,
los envió a decir al Señor: "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar
a otro?".
Cuando se presentaron ante él, le dijeron: "Juan el Bautista nos envía a
preguntarte: '¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?'".
En esa ocasión, Jesús curó mucha gente de sus enfermedades, de sus
dolencias y de los malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos.
Entonces respondió a los enviados: "Vayan a contar a Juan lo que han visto
y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son
purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es
anunciada a los pobres.
¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Gregorio de Agrigento (hacia 559-hacia 594), obispo
Comentario sobre el Eclesiastés, 10,2

«La Buena Nueva es anunciada a los pobres»

La luz del sol, vista con los ojos de nuestro cuerpo, anuncia el sol
espiritual, el «Sol de justicia» (Ml 3,20). Verdaderamente, es el más dulce
sol que haya podido amanecer para los que, en aquel tiempo, tuvieron la
dicha de ser sus discípulos, y pudieron mirarle con sus ojos todo el tiempo
que él compartió la misma vida de los hombvres como si fuera un hombre
ordinario. Y, sin embargo, por naturaleza era Dios verdadero; por eso fue
capaz de devolver la vista a los ciegos, hacer andar a los cojos y oír a
los sordos; purificó a los leprosos y, con sólo una palabra, llamó a los
muertos a la vida. Y aún ahora no hay nada más dulce que
fijar la mirada de nuestro espíritu sobre él para contemplar y
representarse su inexpresable y divina belleza; no hay nada más dulce que
estar iluminados y embellecidos por esta participación y comunión con su
luz, tener el corazón pacificado, el alma santificada, y estar llenos de
esta alegría divina todos los días de la vida presente... En verdad, este
Sol de justicia es, para los que le miran, el proveedor del gozo, según la
profecía de Isaías: «¡Los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría!» Y también: «¡Bendigo al Señor en todo momento, su
alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los
humildes lo escuchen y se alegren!» (Sl 67,4; 33,1)

domingo, 13 de diciembre de 2009

El camino para llegar a Jesús pasa por la Justicia


Del Evangelio de Lucas 3;10-18
La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?». Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo». Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron:« Maestro, ¿qué debemos hacer?». El les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado». Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?». El les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada». Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: « Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.

¡Alegría! ¡Alegría! ¡Alegría!... Quién iba a decir que en medio de la austeridad litúrgica y penitencial del Adviento nos íbamos a encontrar con un Domingo llamado del ¡Alégrate!, precisamente porque la alegría domina todos los sentimientos del cristiano. Nos lo dice hoy la Palabra de Dios con las expresiones dirigidas por el profeta a Sión:
- ¡Iglesia santa, disfruta, goza, alégrate con todo el corazón!
Y nos lo repite Pablo:
- Alegraos siempre en el Señor. Os lo repito: ¡alegraos!...
Es esto un anuncio espléndido. Nos dice que Dios ama a la Iglesia, la nueva Jerusalén. Y los cristianos, amándonos todos los unos a los otros, sabemos comunicarnos la felicidad que cada uno lleva dentro, recibida del Dios que mora en nuestros corazones.
Hacemos una realidad aquello de Teresa de Jesús, cuando hablaba de sus humildes y felices conventos de Carmelitas:
- Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía.
Sencillamente, porque en el corazón del cristiano no cabe más que la alegría de sentirse salvado por un Dios que le ama y que viene ahora, Niño en Belén, para robarle el corazón.
Esta alegría cristiana tiene un precio. ¿Qué debemos hacer para conquistarla, para poseerla, para que perdure en medio del Pueblo de Dios? ¿Qué debemos hacer?... Es la pregunta de todos a Juan Bautista, el austero profeta del Jordán, que se presenta para preparar el camino del Señor.
Y Juan, en el Evangelio de hoy, tiene para cada uno de los grupos su recomendación especial.
A las turbas que le preguntan: -¿Qué tenemos que hacer?, les responde:
- Practicad el amor y la misericordia. Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene. Y quien tiene alimentos, que reparta entre los que no tienen.
A los publicanos, cobradores de impuestos, les avisa:
- No exijáis nada más de lo que está fijado, para enriqueceros vosotros.
Y a los soldados de la legión romana, creyentes, que acuden a este profeta de Israel, les pide:
- No hagáis violencia a nadie, ni formuléis falsas denuncias, y contentaos con vuestra paga.
Les recomienda por fin a todos:
- Yo os bautizo en agua. Pero recibid al que viene detrás de mí, porque Él os va a bautizar con Espíritu Santo.
Así preparaba Juan la venida de Jesús el Salvador.
Está bien claro. Es un imposible disfrutar la alegría que Dios nos ha traído al mundo si no tenemos un amor efectivo a todos, basado en la honestidad de la vida propia y en el respeto a los demás.
Como en los tiempos del Bautista, hoy nos pide Dios limpieza del corazón. Conciencia tranquila, porque sabemos rechazar con violencia el pecado: así, como suena, ese pecado del cual el mundo moderno ha perdido la noción. Hoy nadie quiere oír esa palabra fatídica, porque trae a la memoria un juicio posterior de Dios.
Pero el grito de la propia conciencia no lo puede acallar nadie, y la alegría es un imposible cuando la conciencia no está en paz. Si en el mundo se observase mejor la Ley de Dios, habría muchas más alegría en todos nuestros pueblos. La alegría nos haría pasar la vida como en una fiesta ininterrumpida.
Habiendo sido bautizados en el Espíritu Santo, o conservamos al Espíritu Divino dentro de nosotros, o la alegría del Cielo habrá huido de nosotros quizá para siempre...
A esta condición —diríamos personal de cada uno—, se añade la obligación respecto de los demás.
El Evangelio nos habla de los cobradores de los impuestos y de las acciones policiales de los soldados.
En el contexto social de entonces, publicanos y soldados eran temidos. Porque los unos se aprovechaban de sus cargos para enriquecerse indebidamente, y los otros podían cometer injusticias descaradas.
Hablándoles a ellos, Juan nos recuerda a todos que la justicia y el respeto a la persona son condiciones indispensables para que haya alegría en la sociedad.
No diremos que esto no es bien actual en nuestros países.
Mientras muchos vivan sumidos en una pobreza injusta, y mientras exista la violencia, venga de donde venga, resultarán inútiles todos los esfuerzos que muchos hacen para implantar la felicidad y la alegría en el pueblo.
Ni la opresión ni la guerrilla tienen la palabra, sino el amor que abraza a todos y da a cada uno lo que le pertenece.
¿Qué tenemos que hacer?, preguntaba la gente al Bautista, como nos lo preguntamos nosotros mismos: ¿Qué tenemos que hacer?...
Lo principal, renovar nuestro Bautismo.
No el de Juan, que parece inspirar miedo, sino el de Jesucristo, fuente de felicidad inenarrable. Porque con él Jesucristo derrama dentro de nosotros el Espíritu Santo, el cual nos mete ya en esperanza dentro de la alegría del Cielo.
Con ese Espíritu Divino en el corazón, ¿qué nos falta para nuestra felicidad?
Con ese Espíritu de Dios alentando toda la vida, ¿tendremos o no tendremos la alegría proclamada por el profeta, y encargada después por Pablo a toda la Iglesia, el Pueblo de Dios?...

sábado, 12 de diciembre de 2009

IDOLATRIA EN LA IGLESIA CATOLICA.FERNANDO CASANOVA, EX PASTOR EVANGELICO







Testimonio del padre Rainiero Cantalamesa

Mi historia personal con el Señor empezó muy temprano. Fui bautizado a los pocos días después de mi nacimiento; pero esto no era todavía un encuentro personal. Mi primer encuentro personal fue a los trece años. Yo estaba en un Colegio de Capuchinos. No sabía todavía lo que iba a hacer en mi vida, cuando tuvimos un primer retiro y escuché por primera vez las grandes verdades de nuestra fe: el amor de Dios, la vida eterna, el infierno ... Recuerdo muy bien la impresión que me dio la meditación sobre el infierno; me hizo entender que la vida es algo muy serio, una aventura muy seria. Y escuchando estas verdades, exponiéndome por primera vez a la luz del Evangelio, percibí inmediatamente mi vocación, me sentí llamado por el Señor a hacerme sacerdote franciscano. El ser franciscano era secundario en aquel momento; lo que era primordial era que yo dedicaba mi vida al Señor Jesús.
Empecé mi formación que duró muchos años. Estudié, fui ordenado sacerdote en Loreto, que es un lugar donde hay un Santuario de la Virgen muy importante. Fue ordenado sacerdote en 1.958, hace muchos años, algunos de vosotros todavía no habíais nacido. Después los superiores me enviaron a Suiza a estudiar Teología y me doctoré en Teología estudiando a los Padres de la Iglesia. Después me enviaron a la Universidad Católica de Milán para profundizar en el conocimiento de las lenguas clásicas, latín y griego, para estudiar mejor los Padres de la Iglesia y la Escritura.
Cuando terminé mis estudios de filología clásica, me invitaron a quedarme a la Universidad. El Rector de entonces que era un santo. Ahora está en proceso su beatificación. Él fue un precioso laico para la Iglesia de Italia. El me invitó a ser su ayudante y después de dos años se instituyó una cátedra para mí que era la cátedra de Historia de los Orígenes del Cristianismo. Se estudia en esta cátedra el Nuevo Testamento y los primeros siglos de la Iglesia, un precioso campo.
Llevaba allí enseñando varios años y predicaba los domingos algunas homilías, pero nada más. Mi papel era sobre todo la búsqueda científica. Estaba contento y mis superiores decían que estaban muy orgullosos de tener un miembro de su orden en la Universidad Católica. Es una importante Universidad que en aquel tiempo; tenía unos veintidós o veintitrés mil estudiantes.
En 1.975, una señora a quien yo acompañaba en su camino espiritual, regresó de un Retiro de fin de semana en una casa de Milán y me dijo: “He encontrado un grupo de personas extrañas que oran de una manera nueva, que levantan las manos y se habla incluso de milagros que ocurren entre ellos”. Y yo como un buen director espiritual muy prudente le dije: “Tu no irás más a estos Retiros”. Eran los primeros grupos de oración de la Renovación Carismática que llegaban a Italia. Esta señora obedeció, pero me invitaba a acudir a algunos encuentros de la R.C. para ver ... Una vez me llevó a Roma a un Encuentro. Yo estaba allí como observador. Había cosas que no podía aceptar, por ejemplo: abrazarse, besarse ... Yo expongo mis dificultades porque sé que hay muchos que hoy encuentran las mismas dificultades, sobre todo entre el clero. Entonces me pidieron que confesase. Y escuchando estas confesiones fue mi primer impacto con la gracia. No simplemente las manifestaciones, sino la gracia interior de la Renovación Carismática. Porque había un arrepentimiento que yo raramente había encontrado y se trataba de laicos, de gente muy normal. Me parecía que los pecados caían como piedras de su alma. Había una liberación, una gracia, lágrimas... Yo estaba asustado y me decía a mi mismo: “ No puedes negar que aquí está la gracia de Dios. Éste es el Espíritu que obra, porque solamente Él puede dar una idea, un conocimiento tan claro del pecado, un arrepentimiento tan grande”. Pero todavía estaba en una posición de juez. Juzgaba lo que me parecía bueno. Y los animadores de entonces, los líderes, decían a los hermanos : no vayáis a ese sacerdote porque él es un enemigo de la Renovación Carismática.
Tengo que decir otra cosa. Para mucha gente el primer impacto con la R.C. se manifiesta en lágrimas, para mi fue en una sonrisa. Yo tuve mucha dificultad en reprimir mi risa, pero sentía que era un reír santo, diferente. Era como si Dios me sacudiera, para sacudir el hombre viejo y hacerme salir de mi seguridad, de mi orgullo. Y está fue la primera ofrenda de liberación que el Señor me daba.

Di un curso en la Universidad en aquel momento sobre los movimientos carismáticos proféticos de la primera Iglesia, para intentar comprender algo de esta nueva manifestación en la Iglesia. No me ayudó mucho esta búsqueda científica, pero me sirvió porque me mantuvo en contacto con la R.C.. Ellos me conocían, incluso me invitaban a dar algunas enseñanzas; y yo estaba ahí, atraído, fascinado por lo que veía. Yo me decía a mi mismo: “Esto es lo que pasaba en las primeras comunidades cristianas, tú lo sabes, tú estudias esto y sabes que esto es precisamente lo que pasaba en aquellas primeras comunidades: carismas, profecías, laicos tomando su papel en la vida de la Iglesia, no callando siempre, no sólo hablando el sacerdote...”
Algunas objeciones, que yo ponía, fueron encontrando su respuesta. Por ejemplo, para mí era una dificultad ver que si aquello era del Espíritu de Dios porque había algunas cosas que eran claramente carnales y humanas. El Señor me hizo comprender que el don de Dios está siempre mediado por los hombres, la debilidad humana. El carisma de la autoridad en la Iglesia a veces no está ejercitado de manera perfecta porque existe la ambición, el poder y a nadie se le ocurre abolir la autoridad. Lo mismo tenemos que decir de otros carismas : no están empleados de manera angélica pero es la manera de Dios de obrar con medios humildes, pobres y defectuosos.
En 1.977 una mujer -notad que hay siempre una mujer como mediadora; y éste es un don de la mujer, ser una ayuda; el hombre debe ser una ayuda también- , una mujer ofreció cuatro boletos con todo incluido para ir a América a un Encuentro Carismático Ecuménico que tendría lugar en Kansas City en los Estados Unidos. Uno de estos boletos se le ofreció a un profesor de teología que después fue nombrado arzobispo de Turín y fue cardenal, ahora jubilado. Pero en el último momento su madre enfermó y no pudo ir. Este boleto llego a mí. Yo me decía: “Será una experiencia más”. Yo tenía que ir a los EE.UU. para aprender inglés y me decía: “En una semana todo habrá acabado y yo iré a mi comunidad capuchina”.

Me fui a este Encuentro. Había 40.000 personas. La mitad católicos y la otra mitad de otras confesiones cristianas, muchos pentecostales, anglicanos y toda clase de confesión cristiana. Y allí yo seguía en esta posición de observador que está interesado con algunas manifestaciones, como la manera de proclamar la Palabra de Dios con tanta unción, pero rechazaba otras expresiones que no entraban en mi esquema mental.
Por la mañana cada Iglesia se reunía por su cuenta y por la tarde nos reuníamos todos juntos en un estadio escuchando, cantando ... Hubo una escena que siempre me quedará grabada en la memoria. Una tarde, un líder de la R.C. muy conocido, tomó el micrófono y empezó a hablar de una manera nueva para mí. Él dijo: “Llorad y haced lamento porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado. Vosotros, los obispos, llorad y haced lamento porque el cuerpo de mi Hijo está destrozado, vosotros los sacerdotes, los pastores, los laicos...” .
Mientras él hablaba yo empecé a ver la gente que caía a mi alrededor hasta que todo el estadio era una inmensa muchedumbre de gente llorando de arrepentimiento por la división, la discordia entre los cristianos. Y todo esto pasaba y había un gran letrero sobre el cielo, un letrero electrónico que decía: Jesus is Lord -Jesús es Señor-. Me pareció una profecía: La Iglesia, reunida en un lugar, formando un solo cuerpo, todos de rodillas lloramos, pidiendo perdón al Señor bajo el señorío de Cristo. Fue allí cuando concebí este libro, “La vida en el señorío de Cristo” que ahora se titula de forma más sencilla “La vida en Cristo”, porque era el descubrimiento del Señorío de Cristo, de Jesús, el Señor. Era muy extraño porque yo como profesor había estudiado este título: Kirios, Señor. Conocía su importancia; pero me parecía algo nuevo porque para mi el descubrimiento del señorío de Cristo es el alma de la R.C., su fruto más profundo. La experiencia del Espíritu viene sobre los que proclaman a Jesús Señor. Tengo que decirlo con gran vergüenza: no estaba todavía convencido. No era mala fe, sino que, como sacerdote, como hombre de estudio, me sentía obligado a discernir y ser prudente, tal vez demasiado prudente.

Había un canto que se cantaba allí que era la historia de Jericó que cae al son de las trompetas. Esta canción cuenta la historia y había un estribillo que repetía: “Jericó debe caer”. Cuando se cantaba este estribillo, imaginad éramos 40.000 personas, mis compañeros italianos me daban codazos y me decían: escucha bien porque Jericó eres tú. Y Jericó cayó. No inmediatamente, no tan fácilmente.
Me invitaron a un Retiro en New Jersey y tengo que comentar la importancia de no criticar a los sacerdotes que tienen dificultades en aceptar la Renovación, sino amarles. Fue el amor que yo encontré en mis hermanos, sobre todo en un joven sacerdote irlandés que trabaja en América, su paciencia, sus cuidados y atenciones. Esto preparó el terreno para mi experiencia. Me fui a esta casa de Retiro, pensando en quedarme allí un día y después irme a mi comunidad capuchina en Washington. Me dijeron quédate aquí. Y empezó una lucha en mí. Yo me decía: “Esta no es una casa de perdición, es una casa de Retiro, si me quedo no me puede hacer mal.. Entonces, ¡me quedo Señor!; te doy esta última posibilidad de convencerme, de hablarme”.
Empecé aquella semana que concluía con el bautismo en el Espíritu. Insisto, compartir mis dificultades puede ayudar a otros. Había todavía en mí una resistencia. Yo me decía: “Soy ya bautizado, sacerdote, religioso. Yo soy hijo de San Francisco de Asís. Tengo a S. Francisco como mi padre. ¿Que más necesito?. ¿Que pueden darme estos hermanos laicos?”. Era una objeción de la carne, del hombre viejo, evidentemente. Y continuaba retumbando en mí esta frase: “Yo soy ya hijo de S. Francisco de Asís, tengo ya una hermosa espiritualidad”. Y mientras yo pensaba esto, una mujer -siempre una mujer- abrió la Biblia y, sin saber nada, empezó a leer. Era el pasaje donde Juan Bautista dice a los fariseos: “No digáis en vuestros corazones: tenemos a Abraham como nuestro padre”. Yo entendí que el Señor me hablaba a mi. Y ésta es la manera del Señor de hablar a través de la Escritura. Estaba claro que el Señor contestaba a mi objeción. Me levanté, no hablaba todavía inglés, hablaba en italiano, pero extrañamente todos parecían entenderme y dije: “Señor, no diré ya más que soy hijo de S. Francisco de Asís porque me doy cuenta de que no lo soy. Te pido a Ti que hagas de mí un hijo verdadero de S. Francisco de Asís y si para eso es necesario someterme al bautismo en el Espíritu, acepto”.
Empecé a prepararme para recibir el Bautismo en el Espíritu. Esta fue la ocasión para mí, como teólogo, de preguntarme qué es este signo del bautismo en el Espíritu de la R.C. . Y lo que percibí en un primer momento es lo siguiente: es una manera de decir a Dios este “si, acepto”, que otros dijeron por mí en mi bautismo. En mi bautismo, la iglesia peguntó: ¿crees en Dios?. Y otras personas -que fueron mis padres- contestaron: si, creo. ¿Aceptas a Jesús como Señor?. Y me di cuenta que ahora había llegado el momento de decir yo en primera persona a Jesús: sí, acepto a Jesús como Señor. También era la ocasión para renovar mi profesión religiosa, mi ordenación sacerdotal, renovar todo por el Espíritu Santo. Después tuve la ocasión de reflexionar sobre el Bautismo en el Espíritu, también he escrito algo en mis libros. Para mí es una gracia de renovación de todo el rito de la iniciación cristiana, el bautismo, la confirmación. Pero es también una gracia extraordinaria que no se puede explicar con las categorías que ya conocemos. Es una gracia, es una respuesta a la plegaria del Papa Juan XXIII que pidió a Dios un nuevo Pentecostés para la Iglesia Católica. El Señor ha contestado y esta gracia es una gracia especial de un Pentecostés renovado para la Iglesia del final del II Milenio y tal vez de todo el III Milenio. Es una gracia especial y esto explica por qué esta gracia de l Bautismo en el Espíritu, de un nuevo Pentecostés, no es sólo conocida por nosotros los católicos; también los protestantes la conocieron antes que nosotros y para ellos también es una gracia especial.
La última impresión que recuerdo, en la vigilia de mi bautismo, es que paseaba por el parque y el Señor me habló con una imagen, como muy a menudo el Señor hace. Es una imagen que se forma en mi interior y que es una palabra. Imágenes que son palabras que se graban a fuego en el alma. Es una manera de Dios de comunicarse con sus criaturas. Yo me veía como un cochero que estaba sobre un coche y tenía las riendas del coche. Intenté guiar y decidir si ir rápido o despacio, a derecha o izquierda. Entonces me pareció que el Señor Jesús subía a mi lado y muy amablemente me decía: ¿Quieres darme las riendas de tu vida?. Hubo un momento de pánico porque me di cuenta que esto significaba que si yo daba las riendas de mi vida al Señor, a partir de ese momento yo ya no volvía a ser más el señor de mi vida, el dueño de mi vida. Él sería el Dueño de mi vida. Por gracia de Dios, en momentos como éste se descubre qué es la gracia de Dios. Se descubre lo que dice San Pablo que todo es gracia, que por la gracia somos salvados. Por la gracia de Dios encontré en mi corazón un sí, Señor, toma las riendas de mi vida porque yo me doy cuenta de que no puedo ni siquiera decidir sobre mi vida; mañana podría estar muerto; entonces ... toma Tú, Señor, las riendas de mi vida. Ahora tengo que hacer en voz baja una pequeña confesión pública : muy a menudo, de muchas maneras, he intentado retomar las riendas de mi vida y esto son las debilidades humanas; pero cada vez, el Señor me hace comprender que una vez que se le han dado las riendas no se pueden volver a tomar.
Llegó el momento de esta oración del Bautismo en el Espíritu y había muchas profecías y todas eran sobre un ministerio que era la proclamación del Evangelio. Un hermano -este sacerdote irlandés- decía: “Tu encontrarás un nuevo gozo en tu vida en proclamar MI Palabra”. Ya he dicho que hasta ese momento yo no era un predicador y no sabía qué significaba esta palabra. Se hablaba de Pablo que iba a Antioquia y anunciaba el Evangelio a todas las naciones. Hubo un momento en que me dijeron, ahora elige a Jesús como el Señor de toda tu vida. En ese momento levanté mis ojos y encontré el crucifijo que estaba por encima del altar y otra imagen, otra voz interior: “Yo soy el Señor que estás eligiendo. Yo, el Crucificado”. Esto me ayudó enormemente porque me hizo entender que la Renovación Carismática no es simplemente algo emocional, esa alegría, levantar los brazos... Sí, ésos son signos exteriores de una alegría nueva. Pero lo esencial es que, en la R.C., el Espíritu Santo te lleva al corazón del Evangelio que es la cruz de Jesús; de allí brota el Espíritu como la sangre y el agua.
No hubo emociones particulares durante mi Bautismo en el Espíritu; pero sí la certeza de que algo estaba sucediendo. El día después me fui al aeropuerto para irme a Washington y, en el coche, el sacerdote que me acompañaba me dijo: “ahora escucha bien porque yo pongo una cinta en el cassette y la primera canción es una profecía para ti”. Era un canto que decía: “Que bellos son los pies de los que anuncian el Evangelio”. Ahora, por donde voy en Italia, me cantan este canto porque saben que es mi canción.
Me fui en el avión y sentía que algo había pasado. Y abriendo el Breviario me parecía que los salmos eran nuevos, me hablaban, parecían escritos especialmente para mí ... Y me di cuenta que esto es uno de los primeros signos del obrar del Espíritu Santo: la Escritura se vuelve Palabra viva de Dios.
No podemos descuidar este don magnífico para la Iglesia. La Iglesia en el Concilio ha hablado de la importancia de la Escritura en la Constitución Dei Verbum. Pero la realidad es que los cristianos, los laicos que nunca habían tenido una Biblia, ahora no pueden separarse de su Biblia. Yo he conocido muchos casos conmovedores de la Biblia que habla directamente, ilumina, da fuerza a los cristianos más sencillos.
En una misión en Australia encontré un obrero, un emigrante italiano que estaba allí y que el último día de la misión vino y me dijo: Padre, yo tengo un gran problema en mi familia, tengo un muchacho de once años que no está todavía bautizado. El problema es que mi mujer se ha vuelto Testigo de Jehová y no quiere escuchar hablar del bautismo. Si lo bautizo, habrá una tragedia en mi familia; si no lo bautizo, no estoy tranquilo porque cuando nos casamos éramos los dos católicos. Yo le dije: déjame esta noche para reflexionar y mañana hablamos y vemos qué podemos hacer. A la mañana siguiente este hombre viene hacia mi muy contento y me dice: Padre, yo ya he hallado la respuesta. Me alegré mucho porque yo todavía no lo veía nada claro. Me dice: Ayer por la tarde, regresé a mi casa y me puse a orar y abrí la Biblia y me vino la página donde Abraham lleva a su hijo Isaac a la inmolación y leyendo me he dado cuenta que cuando Abraham llevó a su hijo Isaac a la inmolación no dijo nada a su mujer. Era una respuesta incluso exegéticamente perfecta. Porque es verdad, los rabinos cuando comentan este pasaje hacen notar que Abraham se calló, no dijo nada temiendo que su mujer le impidiera obedecer a Dios y yo mismo bauticé a este muchacho y fue una gran fiesta para todos.
Conocí en Italia a una viuda que había perdido a su marido muy joven. Tenía tres hijos. Era un matrimonio muy unido y ésta era una prueba terrible. Lo que le ayudó e incluso hizo de esta mujer una evangelizadora, fue la Palabra de Dios, la Biblia. Ella tiene una sensibilidad, un sentido de la Escritura que a mí mismo me asombra. Las primeras semanas sin su marido ella decía que ponía la Biblia a su lado en la cama porque la Biblia se había vuelto su compañero vivo, Dios le hablaba.
Los tres meses que pasé en Washington después de mi bautismo fueron mi luna de miel con el Señor. También nosotros los sacerdotes tenemos nuestra luna de miel. Mi luna de miel duró tres meses. Pero yo siento que la luna de miel -de los casados- no suele durar mucho más. Regresé a Italia y la gente de la Renovación que me había conocido estaba maravillada. Una mujer decía: “Hemos enviado a América a Saulo y ellos nos han devuelto a Pablo”.
Empecé a participar en un grupo de oración en Milán y después de algunos meses ocurrió algo que cambió mi vida. Yo estaba en mi celda orando. No penséis que soy un gran hombre de oración. Deseo, deseo orar. Y a veces incluso me quejé un poco con el Señor diciéndole: “Señor, tu me envías por todo el mundo a hablar de la oración, incluso de la oración trinitaria, ¿por qué no me das una gracia de oración un poco más fuerte, porque mi oración es tan débil, Señor?. Me avergüenzo de hablar a los demás de oración. Y el Señor me contestó de esta manera tan simple: “Raniero, ¿cuáles son las cosas de las que se habla con más pasión y entusiasmo, las que se desean o las que se poseen?. Yo contesté: “Las que se desean, Señor”. “Bien -me contestó el Señor- sigue deseando y hablando de la oración”. Por eso, cuando hablo, siempre me siento discípulo y no maestro. Siempre recuerdo un dicho de los Padres del desierto que decía: “Si tienes que hablar a los demás de algo que tú no vives, algo que no has alcanzado todavía con tu vida, habla; pero haciéndote el más pequeño de todos tus oyentes; habla como discípulo, no como maestro”. Y yo trato de hacer mío este consejo.
Pues lo que pasó en aquel momento de oración fue esto. Tuve de nuevo una imagen interior. Aparentemente nada extraordinario, pero interiormente muy extraordinario. Tan extraordinario que cambió mi vida. Era como si el Señor Jesús pasara delante de mí ... Y no sé por qué, pero reconocía que era Jesús como cuando regresaba del Jordán después de su bautismo y estaba a punto de empezar a proclamar el Reino de Dios; y pasando delante de mí, me decía: “si quieres ayudarme a proclamar el Reino de Dios, déjalo todo y sígueme”. Yo entendí inmediatamente que el Señor quería decir: “deja tu enseñanza, tu cátedra universitaria...”. Yo era incluso director de un departamento de esta Universidad, el departamento de Ciencias Religiosas. “Déjalo todo y vuélvete un simple predicador itinerante de la Palabra de Dios al estilo de tu padre Francisco de Asís”. Yo tuve miedo de no estar lo bastante decidido, porque el Señor invitaba pero parecía tener prisa. No se paraba, era como quien tiene mucho qué hacer. Y de nuevo esta experiencia de la gracia de Dios, al final de la oración encontré en mi corazón un “sí” lleno. “Señor, ¡lo dejo todo!”. La Universidad había instituido esta cátedra especialmente para mí y el Rector de la Universidad era mi maestro, mi amigo. En mi corazón había un “sí, Señor, aquí estoy”.
Me fui a mi superior a Roma pidiendo el permiso para cambiar mi vida. Dejar la Universidad y ser un predicador a tiempo completo. El Superior General era un hombre que murió el pasado mes de Febrero a la edad de 91 años, un santo, un hombre de oración. Tuve la gracia de orar con él las últimas horas de su vida. De San Francisco se decía que no era un hombre que oraba era un hombre hecho oración. Y así era también mi superior.
Este superior a quien yo ya había manifestado mi experiencia del Bautismo en el Espíritu, como buen superior prudente, me dijo: “Esperemos un año y después decidiremos”. Ésta fue la ocasión para mí de descubrir la gracia de la obediencia. Yo había tenido una inspiración clara del Señor que me pedía dedicarme a predicar. Pero ahora tenía que someter mi inspiración personal a la autoridad de mi superior, incluso cuando me decía “esperamos”. Aquí yo concebí un pequeño libro titulado “Obediencia”. Puede ser útil porque, a veces, la gente en la R.C. tiene una inspiración del Señor, se sienten llamados a hacer algo y piensan que esto es suficiente y sin pedir ningún permiso, ni al obispo, o al superior... se lanzan a llevarlo a cabo y nadie puede pararlos. Esto no es bueno, porque siempre la inspiración interior del Espíritu tiene que someterse al discernimiento objetivo de la Iglesia. El Espíritu que te habla personalmente te habla también a través de la obediencia a la autoridad que puede ser: el obispo, el superior, el párroco, el director espiritual... puede ser de diferentes clases. Éste es un criterio muy importante : no podemos actuar simplemente bajo la inspiración personal porque nunca sabremos si hemos acertado o nos hemos equivocado. Si yo hubiera dejado la Universidad simplemente bajo esta inspiración personal, nunca habría sabido si era verdaderamente la voluntad de Dios. La obediencia salvó mi vocación.
Después de un año, no estaba para mí tan claro. ¿Qué voy a hacer ahora?. Yo había pasado toda mi vida en el estudio, en la búsqueda. ¿Qué voy a hacer?. Había un cierto temor. Volví entonces al superior y él con mucha decisión me dijo: “Es la voluntad de Dios. Dirán que estamos locos los dos, tu y yo; pero después de diez años tal vez entenderán”.
El Señor me hizo un descuento. No esperó diez años, fueron menos.
Me fui, hice un Retiro en una pequeña casa de capuchinos en Suiza para prepararme. Éste fue el momento en el que el Señor me habló, sobre todo a través de Pablo, en la carta a los Filipenses, cuando Pablo habla de lo que era antes : circuncidado, de la tribu de Benjamín, fariseo, irreprensible, un hombre perfecto, podía incluso ser canonizado... pero todo lo que yo consideraba una ganancia lo considero una pérdida a partir del momento cuando conocí a Jesús como Señor, y he dejado de lado todo para encontrar esta justicia que viene de la fe en Cristo y todo esto para conocerle a Él y el poder de su resurrección y la participación en sus sufrimientos.
Pero lo que me impresionó más fue precisamente la palabra más pequeña de esta frase Él. Porque cuando Pablo dice -a fin de conocerle a Él-. El pronombre personal en este momento me parecía contener más verdad sobre Jesús que todos los libros que yo había leído o escrito. Porque cuando Pablo dice Él, entiende el Jesús vivo, el Jesús en carne y hueso; no una teoría sobre Jesús o una idea abstracta. Ésta es la diferencia. Conocer a Jesús como Señor significa conocerlo como el Viviente, el que ha resucitado. No un personaje del pasado ... ¡ Él !, a fin de conocerle ¡a Él!.
Yo llevaba un mes en esta casa de retiro y me llegó una llamada de teléfono. Era mi superior general que me decía: “El Santo Padre te ha nombrado predicador de la Casa Pontificia; ¿tienes objeciones serias para renunciar?”. Yo intenté buscar objeciones serias. Pero, aparte del miedo, no encontré objeciones serias. Entonces le dije: “Padre, si esta es la voluntad de Dios, acepto ir”. Tuve que prepararme deprisa porque en un mes tenía que empezar a predicar mi primera Cuaresma al Papa. Y voy a decirles algo de este ministerio. No para hablar de mí mismo sino para hacerles conocer algo del Santo Padre. Algo que nos revela cosas muy edificantes del Papa.
Existe este ministerio que está otorgado a la orden capuchina que se llama el predicador de la Casa Pontificia y esto consiste en que cada viernes por la mañana, en Advierto y Cuaresma, un fraile tiene que dar una meditación al Papa, a sus secretarios, cardenales, obispos de la Curia Romana y los superiores generales de las órdenes religiosas. Son entre 60 y 100 personas. Yo empecé este ministerio y después de 23 años todavía continúo. ¡Veis la paciencia heroica del Papa!. El lleva escuchándome veintitrés años. Fue una gracia del Señor. Me di cuenta que era una providencia para hacer resonar en el corazón mismo de la Iglesia, en esos momentos de gran recogimiento, hacer resonar la gracia del Espíritu que circula en la base de la Iglesia. Y, precisamente, unas de las primeras meditaciones fue sobre el Bautismo en el Espíritu. Hablé con mucha fuerza de que ésta es una gracia para toda la Iglesia. De como es una manera de hacer del cristianismo algo vivo, de renovar la autoridad, la predicación, la liturgia, cada aspecto de la Iglesia. Y me di cuenta de que hablé de una manera muy atrevida. Incluso dije: “ No tenemos que decir de los laicos, ¿qué pueden darnos a nosotros los sacerdotes y a los obispos, estos laicos?. Nosotros hemos recibido la plenitud del Espíritu”. Así les hablé en aquel momento. Porque el Señor puede contestarnos: “Yo también recibí la plenitud del Espíritu en el momento de mi encarnación en María y a pesar de esto me fui al Jordán y pedí a Juan el Bautista, que era un simple laico, ser bautizado”. Después de la charla yo siempre me encuentro con el Papa en una salita contigua. Y yendo a encontrar al Papa, un cardenal me dijo: “hoy en esta sala hemos escuchado al Espíritu Santo que nos ha hablado”. Y se fue.
El Papa no falta nunca, nunca. El me edifica a mí. Pensad : el maestro de toda la Iglesia que encuentra cada mañana, a las nueve, tiempo de escuchar la meditación de un sacerdote, el último sacerdote de la Iglesia Católica.
A veces, saliendo de la predicación encuentro Jefes de Estado que están esperando para ser recibidos por el Papa y él está allí escuchando a un pobre fraile. Un año -creo que era 1.986- faltó dos viernes porque estaba de viaje en América Central y cuando vino, se dirigió derecho hacia mí, pidiendo perdón por haber faltado a dos charlas. A veces yo digo a mis hermanos los laicos: ¿habéis ido a pedir perdón alguna vez a vuestro párroco por haber faltado a la homilía del domingo?.
Recuerdo otra pequeña anécdota. Una vez al año, en viernes santo, la homilía se tiene en la Basílica de San Pedro. Es la única ocasión en la que el Papa preside la liturgia, pero no habla. Se sienta y el predicador de la Casa Pontificia tiene que subir al altar papal y dar su homilía. Y allí está toda la Iglesia, todos los cardenales... Es un momento de gran solemnidad. Me di cuenta inmediatamente que tenía que hablar muy despacio porque el sonido en la Basílica retumbaba. Pero hablando despacio tardé diez minutos más de lo previsto en el programa. Y el responsable del horario del Papa -entonces era un obispo, después fue cardenal; ahora ya ha muerto- estaba muy nervioso y a menudo miraba su reloj, porque el Papa después tenía que presidir un Vía Crucis en el Coliseo. Yo no lo veía. Pero este obispo contó a algunas hermanas al día siguiente que después de la liturgia el Papa lo llamó y le dijo: “Cuando un hombre nos habla en el nombre de Dios, no tenemos que mirar a nuestro reloj”.
Este ministerio de proclamar la Palabra de Dios, en la simplicidad de San Francisco y el poder del Espíritu Santo, me ha llevado por todo el mundo, por muchas naciones. Predicando retiros a los obispos. He predicado este año a todos los obispos de Irlanda. Tengo que predicar en Noviembre de este año 2.002 a todos los obispos de Polonia. También en Italia daré un Retiro de sacerdotes. A menudo es la Renovación Carismática la que organiza mis viajes y ofrece la posibilidad de Retiros para el Clero y junto a esto hay un fin de semana para la Renovación. Queridos hermanos, es un don que la R.C. hace a la Iglesia.
Hubo un Retiro en 1.992, con ocasión de los quinientos años de la evangelización de América Latina. Fue un largo Retiro en Monterrey (Méjico). Había 1.700 sacerdotes y 70 obispos de toda América Latina. Un obispo mexicano dijo: “Si la Renovación Carismática no hubiera hecho nada más que organizar estos Retiros para el Clero, habría ya sido suficiente para la Iglesia”. Muy a menudo, los sacerdotes son renovados en estos retiros. Hay una gracia especial; muchos sacerdotes que habían llegado al retiro invitados y a veces traídos por los laicos, antes de irse daban testimonio de que habían llegado decididos a abandonar el ministerio sacerdotal y ahora regresaban decididos a retomar con más entusiasmo. Era un momento de gran efusión del Espíritu. Yo estaba al lado del altar orando por los demás, y fue en esta ocasión cuando un joven sacerdote se acercó a mí, se arrodilló y muy decidido me dijo: bendígame padre, “quiero ser profeta de Dios”. Yo habría hablado en la homilía precisamente de esto: que el Señor necesita profetas entre los sacerdotes. Especialmente en América Latina, necesita profetas, es decir, personas que permitan a Dios hablar. Este es el profeta. El profeta es uno que se calla. “El profeta verdadero cuando habla se calla”, decía el judío Filón. Porque en este momento no es más el que habla. Había hablado entonces de la necesidad de profetas, y vino este joven diciendo, visiblemente inspirado, “quiero ser profeta de Dios”. Percibí que hablaba en serio. Fue una gran emoción para mí. Y ahora sigo sirviendo al Señor en esta manera, proclamando la gracia del Señor, como ahora. Os voy a decir una última palabra.
Cuando mi superior me permitió cambiar mi vida y empezaba a ser predicador a tiempo completo, en la Liturgia de las Horas -era un 10 de octubre- había un pasaje de Ageo, el profeta Ageo. En el pasaje, cuando después de haber reprochado a su pueblo de cuidar de su casa y no reconstruir el Templo, el pueblo se convierte, empieza a reconstruir el Templo de Dios, y Dios envía de nuevo al profeta Ageo, esta vez con un mensaje de consuelo. Dice ahora: “¡Ánimo, Zorobabel, id al trabajo porque estoy yo con vosotros! –oráculo del Señor-”. “¡Al trabajo, Josué, al trabajo pueblo entero del país porque estoy yo con vosotros! –dice el Señor-”
Después de leer este pasaje en la Liturgia de las Horas, me fui a la plaza de San Pedro. Quería orar un poco a San Pedro para bendecir mi ministerio nuevo. En la plaza de San Pedro no había nadie; era un día de octubre muy lluvioso. Como si la palabra de Dios se volviera viva, mirando hacia la ventana del Papa, empecé a gritar: ¡Ánimo, Juan Pablo II, al trabajo porque estoy yo con vosotros! Era muy fácil porque no había nadie alrededor.
Y después de tres meses, me encontré que estaba frente al Papa, y le dije lo que había hecho bajo su ventana. Y de nuevo proclamé este pasaje de Ageo, pero no como una cita, sino como una palabra viva, en este momento, para el corazón de la Iglesia. Entonces, mirando al Papa, que estaba al lado mío, empecé a decir: ¡Ánimo, Juan Pablo II!, a pesar de que Juan Pablo II es el hombre que tiene más ánimo de toda la humanidad, pero en el Nombre del Señor, ¡ánimo Juan Pablo II, ánimo Cardenales y Obispos de la Iglesia Católica, y al trabajo porque estoy yo con vosotros
Y siempre cuando el Señor me envía a alguna parte del mundo, repito este mensaje de nuevo como una palabra viva, no como un recuerdo de antaño. Entonces, ahora os digo a vosotros: ¡Ánimo, ánimo sacerdotes y laicos de la Renovación Carismática de España, de la Iglesia de España, y al trabajo porque estoy yo con vosotros! –dice el Señor-. ¡Amén!.
Su testimonio
Padre Rainiero Cantalamessa

martes, 8 de diciembre de 2009

¡Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo!



Evangelio según San Lucas 1,26-38.
En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Angel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;
él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".
María dijo al Angel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".
El Angel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,
porque no hay nada imposible para Dios".
María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Angel se alejó.

domingo, 6 de diciembre de 2009

PREPARA EL CAMINO AL SEÑOR




EL EVANGELIO DE HOY HABLA SOBRE LA PRéDICA DE JUAN EL BAUTISTA, EL QUE IBA DICIENDO LO QUE ESTABA ESCRITO EN EL LIBRO DEL PROFETA ISAIAS: Isaías: Una voz grita en
desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas.
Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos.

Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios.

ESTA CANCIÓN Y VIDEO , NOS MUESTRA QUE DEBEMOS PREPARAR EL CAMINO, PARA QUE EL SEÑOR ENTRE EN NUESTRO CORAZÓN, PARA QUE PUEDA NACER NUEVAMENTE ALLI.
CUANTOS RINCONES DE NUESTRA VIDA ESTAN OSCUROS, CUANTAS DESVIACIONES, CUANTOS CAMINOS DESVIADOS TOMAMOS,DEBEMOS HACER UN EJERCICIO DE CONCIENCIA Y REPENSAR SI ESTAMOS POR EL CAMINO CORRECTO.QUE EL SEÑOR SEA NUESTRA GUIA Y LA LUZ PARA QUE PODAMOS TOMAR EL CAMINO A LA SANTIDAD.AMEN.

EL SERVIDOR EN LA IGLESIA

EL SERVIDOR EN LA IGLESIA


Durante algunos días una frase viene golpeteando en mi cabeza: “El servidor es un soldado”. Esta frase viene insistentemente a mí como una campana que repica, y es como si el Señor insistiera en repetírmela para que de una buena vez quede grabada en mí. Claro que en un principio caí en la tentación de creer que esta frase no era directamente para mi si no mas bien para que se las trasmita a mis hermanos de comunidad, y de esta forma comencé a trabajarla en mi interior, mucho antes de decidirme a escribir estas líneas.
Así empecé a desglosar la frase:
“El servidor”: Me pregunté ¿que es ser un servidor? ,dice el diccionario de la Real Academia Española que “servidor” es la “persona que sirve”, estamos llamados a “servir” . Dice también que servir es:

-Estar al servicio de alguien
-Ser de utilidad
-Dar culto a Dios y a los Santos, emplearse en los ministerios de su gloria y veneración.

• Si servir es estar al servicio de alguien los servidores de nuestra Iglesia Católica debemos estar al sevicio del Señor sirviendo a nuestros hermanos.
• Si además servir significa ser de utilidad, aquellos que nos consideramos servidores y que hemos sido llamados al servicio del Señor debemos ser siempre personas de utilidad llamadas a sumar y no a restar, llamadas a despejar el camino de salvación en lugar de entorpecerlo.
• Y si además servir es dar culto a Dios y a sus Santos empleándonos –poniéndonos al servicio- en los distintos ministerios destinados a los laicos para dar gloria a El y venerar su santo nombre, pues bien entonces ser un servidor en la Iglesia es una tarea de gran responsabilidad y alta edificación para nuestra salvación y la de los que nos rodean.

Ser llamados a servir es un regalo que el Señor nos hace a través del sacerdote que nos convoca a participar activa y plenamente de la tarea que como laicos no podemos dejar de hacer. Somos precisamente los laicos los que, en perfecta armonía con el sacerdote debemos ocuparnos de diferentes servicios dentro de la comunidad parroquial según el discernimiento del que nos convoca dando así de nuestro tiempo y talentos, entregando los dones y carismas donados por el Señor para la construcción de su reino.
Esto, no pocas veces trae aparejado dificultades que casi siempre tienen que ver con las actitudes que asumimos los convocados y algunas veces las que asumen hermanos con quienes compartimos la vida comunitaria. Los celos, las envidias, el no saber ubicarme en el lugar donde me han llamado a servir, el querer adueñarme de tal o cual servicio, etc… son piedras en el camino que debemos saber sortear. Si son nuestras pedir al Señor que nos ayude a quitarlas y si son ajenas orar por aquel o aquellos que están en esa situación frente al servicio que me ha tocado llevar adelante, compartir, coordinar, etc.
Y que es lo que quiero decir con que el servidor es un soldado ?
Muchas veces vemos en el seno de nuestras comunidades “florecer” lo que llamamos “heridas” espirituales… no faltara aquel servidor o servidora a la que se le escuche decir.. me siento herido/a por aquel hermano o hermana que me dijo o que me hizo tal o cual cosa, o por el sacerdote que en tal reunión me increpo o dejo en descubierto mi error, o que en aquella homilía predicó sobre aquel tema que “seguramente” estaba dedicado a mi, o que no me tubo en cuenta para tal o cual actividad, etc.….. Es cierto que en diferentes ocasiones nos tocan padecer algunas de estas situaciones y tantisimas otras que no viene al caso mencionar, pero no es menos cierto que en post de “hacernos notar” vamos transitando la vida de comunidad “victimisandonos” , haciéndoles saber a los otros cuan herido/a estamos por aquel que “no tuvo caridad” o “ no me amo” con el amor de Dios…..
Si el servidor es un soldado, lo es de Cristo “un soldado de Cristo”, y como soldado que esta al servicio de su Señor debe tener la fortaleza que viene precisamente de El para llevar adelante la tarea encomendada.



• En las guerras que la humanidad ha tenido que sufrir un soldado no discute las órdenes, mas bien las cumple confiado en aquel que las imparte. Así también en la iglesia debemos aceptar con un corazón confiado la guía de aquel o aquellos que el Señor ha llamado para pastorear su rebaño, sabiendo que su discernimiento nos ayudara a fortalecer nuestra vida de fe, a pesar que muchas veces no alcanzamos a comprender ciertas situaciones por las que debemos atravesar, pero que al final redundan en un acercamiento pleno al Señor a través del servicio.
• Un soldado no anda lamentándose por tal o cual herida, no analiza si las indicaciones fueron en tal o cual tono simplemente sirve hasta el final confiado en que aquello es para lo cual fue convocado.
• Un soldado no busca desunir, la desunión en la batalla implica la desprotección, no tener quien nos cuide las espaldas. Los servidores debemos protegernos orando unos por los otros, ya que cuando más nos ponemos al servicio de Dios mucho mas son los embates del enemigo que acecha como león rugiente.
• Los soldados se cuidan y protegen unos a otros sin tener demasiado en cuenta las pequeñas diferencias propias de las personalidades humanas. Luchan por un objetivo común y eso los une. Así también los servidores del Señor debemos enriquecernos con el aporte de nuestros hermanos, ya que en la diversidad de dones y carismas encontramos una de las riquezas más grandes que Dios da a sus hijos.

Comencé diciendo que la frase a la que me referí en un principio creí que no era para mi si no mas bien para transmitirla a mis hermanos, gran error.. el Señor me ha mostrado una vez más que soy yo quien más necesita revisar mi servicio en su Iglesia quedando en el final de esta reflexión la pregunta ineludible; ¿Cuántas veces dejo de ser un soldado de Cristo?.... ,

Entre tantas otras :

• Cada vez que no asumo con responsabilidad mi servicio, acomodándolo a mí antojo, a mis ganas, a mis estados de ánimo etc..
• Cada vez que critico el servicio de mis hermanos en lugar de revisar el mío tratando de agigantar los posibles desaciertos de ellos y minimizando los míos.
• Cada vez que con mis murmuraciones hago “correr” mi descontento sobre distintas actitudes de aquel o aquellos que pastorean mi comunidad en lugar de plantearle el tema directamente al /los interesados con espíritu de unidad.
• Cada vez que tomo como algo personal o en “mi contra” las indicaciones y/o sugerencias que me hacen aquellos que hace tiempo vienen caminando en el servicio al Señor y que seguramente desean de corazón construir conmigo una comunidad que de gloria a Dios.
• En fin, cada uno podrá agregar las suyas…

Que el Señor nos guíe e ilumine y podamos ser esos “soldados de Cristo” que la Iglesia necesita.
Que Maria, nuestra buena Madre interceda por cada servidor dispuesto a donarse para que el mundo crea.

Signo de Cristo .Alfareros